-Elena, no nos conocíamos mucho, pero fuiste amable, protectora con Nuria, graciosa y una buena cómplice para que Nuria se desahogase y no sufriese demasiado. Ayudaste con todo lo que pudiste y un día no pudiste más. Si hubieses pedido ayuda, querida, te hubiésemos ayudado. Supongo que ahora es tarde. Pero si Nuria te quiso como a una hermana, entonces yo te querré como a una cuñada- Javi guiñó su ojo-. No te olvidaremos nunca, Elena. Ojalá estés en paz, en un lugar sin dolor, sin sufrimiento y sin cargas que te puedan romper por dentro.
Se escuchó un sollozo en la puerta. Me giré y vi a Dabria con Gabrielle en brazos. Dabria lloraba en silencio mientras Gabrielle estaba pálida, no se movía. Parecía que hubiese entendido que no volvería a ver a su hermana. Que no volvería a abrazarla o a decirle que la quería. Planté un beso en la mejilla de Elena y dije:
-Querida, mi hermana de otra madre, mi pilar de apoyo, mi más linda y tierna amiga, no te voy a olvidar. No pasará un día sin que piense en ti. Me he culpado mucho, igual que tu madre. Y lo seguiré haciendo. Lo haré, sí, porque no vi más allá de tus sonrisas, de tus palabras. Tu mirada expresaba todo. Nunca pudiste evitarlo. Pero, querida, estaba ilusionada por verte y me destroza saber que fue la última vez. Que no pudimos despedirnos por culpa del idiota de mi padre. Que no pude abrazarte tan fuerte como me hubiese gustado, que nunca llegamos a compartir una casa ni a ir a una universidad juntas, como habíamos planeado. Y quiero que sepas que te quería, te quiero, y te querré. Más que a nadie que pueda aparecer por mi vida. Eras y serás lo más importante para mí. Te quiero, Elena, no te voy a olvidar. Tu recuerdo no quedará enterrado, como tu cuerpo.
Me giré hacia Dabria, le di un abrazo y salí corriendo con las lágrimas aún cayendo por mi cara. Javi vino a buscarme un rato después. Tras la ceremonia volvimos a la casa de Dabria. Gabrielle no dijo ni una palabra. Nos dio un beso y se encerró en su habitación.
Nosotros nos fuimos a dormir, ambos nos sentíamos agotados. Al día siguiente, de madrugada, cerca de las cuarto, Javi y yo recogimos las maletas y las dejamos en la puerta para irnos. Él se quedó esperando abajo y yo fui a la habitación de Gabrielle. Golpeé la puerta con los nudillos y entré con cuidado.
-Gabrielle...- estaba tumbada con la cara hundida en la almohada-. Linda, saca la cabeza de ahí y mírame. Sé que estás despierta.
Acaricié su espalda. Ella se levantó y vi sus ojos rojos de tanto llorar.
-Prima, no quiero que se vaya. Quiero que esté aquí, para decirle lo mucho que la quiero. Para que me haga tortitas y hagamos travesuras juntas.
-Lo sé, querida. Pero las cosas no funcionan así. Ella se fue. Hay que aceptarlo- dije mientras tragaba mis lágrimas-. Es duro. Pero eres fuerte. Lo vas a conseguir. Vas a superarlo hasta el punto en el que ese gran dolor se reduzca a una manchita diminuta que sólo te pinche un poco el corazón cuando pienses en ello.
-Me gustaría estar a solas, prima Nuria.
-Claro- sonreí con tristeza-. Dame un beso, antes de que me vaya.
Se lanzó a mis brazos y lloró. Me dio un beso y se separó lentamente. Tomé un mechón de su cabello y lo puse tras su oreja.
-Lo harás bien, pequeña. Dile a mamá que me llame si quieres hablar.
No dijo nada más. Volvió a tumbarse y yo salí y cerré la puerta.
Me encaminé hacia la habitación de Dabria.
-Dabria... ¿Estás ahí?
-Pasa... ¿Qué ocurre?
-Javi y yo volvemos a casa. No queremos molestar más.
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11 De Marzo {EN EDICIÓN}
NouvellesAquella noche todo estaba oscuro. La luna llena dejó de brillar. Los coches circulaban sin luces. Las farolas parecían fundirse según paseaba la mirada entre ellas. Aquella mañana todo se había apagado para mí. Y por la noche su ausencia fue lo únic...