Cap6 (Narra Javier)

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El portazo me pilló de sorpresa. No pude pararlo. Golpeé la puerta con un brazo. No fui capaz de abrirla. Escuché como alguien cerraba la puerta con llave. Quise advertir a Nuria:

-¡Nuria! ¡Nuria! ¡NURIA!

De pronto escuché un grito suyo:

-¡Javi!

Me sobresalté y miré desesperado a la puerta. Lo único que podía hacer era gritar su nombre, sólo podía pensar en abrir esa maldita puerta y ayudarla. 

-¡Nuria, joder! ¡NURIA!- Las lágrimas caían, quemándome el rostro. Pensé en formas de abrir la puerta. Pensé mil y una formas y ninguna me parecía suficientemente buena.

-¡Vete al carajo! He tenido suficiente de tus juegos. Mamá puede que te perdone, pero no te acerques a mí- escuché la voz apagada de Nuria a través de la puerta. Escuché el familiar sonido de una palma abierta estrellándose sobre una mejilla. La ira tiñó mis facciones. Recordé las palabras de Nuria, meses atrás:

-Si no estoy en casa y necesitas refugio hay una llave de repuesto en la baldosa floja de la derecha.

Me apresuré para encontrar la baldosa correspondiente. Una vez que la encontré la levanté para encontrar una pequeña llave oxidada. La tomé rápidamente entre mis dedos delgados. Encajó perfectamente. Los gritos de Nuria eran cada vez mas altos e insoportables. Lágrimas de pura desesperación salían por mis ojos. 

-¡Ya voy, Reina!

Finalmente la llave giró y me precipité dentro de la casa, sólo para ver a Nuria sin blusa, llorando, cubriéndose y defendiéndose de su padre. 

-¡Basta, joder! Déjala ya- la amargura se hacía presente en mi voz. 

Al ver que Ben no se detenía levanté mi puño cerrado y golpeé su mentón. Sacudió la cabeza y arremetió contra mí. Le desvié el puño y le pegué en la nariz, lo cual hizo que retrocediese. Pero le duró poco, ya que me tiró al suelo y me dio un fuerte puntapié. Nuria gritó con la voz desgarrada:

-Basta, por amor de Dios. Ya es suficiente...

-Nuria, cielo, déjame que me ocupe. Ya te dije que no iba a permitir que nadie te haga daño.

Volví a golpear la barbilla del padre de Nuria. Esa vez fue un golpe certero, ya que perdió el conocimiento. Me sequé las lágrimas y el sudor. Al girarme vi a Nuria en el suelo, temblando y aún cubriéndose. Rodeé sus hombros con mis brazos. 

Acaricié su pelo mientras le decía:

-Tranquila, todo está bien. Ya estás a salvo. Tranquila...

Me quité la sudadera y se la puse por encima. Ella seguía temblando. Nos quedamos ahí, en el suelo, hasta que ella se calmó. Entonces la ayudé a levantarse y la tomé en brazos. Uno de mis antebrazos sostenía sus rodillas y el otro sujetaba su espalda. Se aferró a mi cuello y escondió la cara en el hueco de éste. 

Caminé hasta su habitación y la dejé sentada en la cama. Metí toda la ropa que pude en la maleta y me aseguré de que Ben siguiese desmayado. Tomé a Nuria por la cintura, ayudándola a levantarse. Corrimos fuera de la casa en dirección a la estación de tren. Una vez a salvo nos paramos a recobrar el aliento. Cuando pudimos respirar con normalidad nos metimos en el vagón correspondiente. 

Viajamos sin decir una sola palabra. Supuse que Nuria rompería a llorar si le preguntaba sobre lo que había pasado. Me dolía demasiado verla tan desconsolada y horrorizada, intentando parecer fuerte. Pero ella no podía engañarme, la había visto en uno de sus peores momentos y ella había tratado de hacer lo mismo: convencerme de que no necesitaba a nadie, de que no necesitaba ayuda. Era demasiado terca.

11 De Marzo {EN EDICIÓN}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora