Razonablemente irracional

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Roger llegó a experimentar sorpresa ante aquel acontecimiento, aunque no incredulidad, las simulaciones indicaban que todavía debían quedar algunos reductos de Homo Sapiens repartidos por Norteamérica, pero no contaba con encontrarlos tan cerca de Nymo. Los especímenes eran dos machos, uno con 42 divisiones celulares y otro con 15, lo que equivalía, teniendo en cuenta la escasa esperanza de vida de los Sapiens en "estado salvaje", a 80 y 20 años respectivamente. Utilizaban prendas vegetales fabricadas de una variedad del cáñamo. El más anciano, además, llevaba una capa sobre los hombros, las fibras solo podían ser de algún animal pesado, la había adornado con plumas de distintos animales, conchas, piedras brillantes y reliquias que parecían antiguas, como un crucifijo. Ambos mostraban claras señales de miedo, como si fueran cervatillos, pero a diferencia de ese otro mamífero, los Sapiens podían razonar y hacer juicios de valor. Roger activó el altavoz y procedió a hablar con ellos, afortunadamente existían bases de datos con la gramática, fonética y léxico de las colonias americanas, el problema es que los datos tenían más de
300 años.

-Hola, nativos, mi nombre es Roger, mi misión es encontrar a los vuestros para darles un mensaje -sabía que su vocabulario estaría desactualizado, pero le bastaba con que lo entendieran, luego podría aprender su lengua directamente de ellos.

-Saludos, Goyer, nuestro pueblo vive en estos bosques desde hace generaciones. Hace muchos años que no recibimos noticias de la gente de Nymo. Mi nombre es Akileyua, soy el guía de mi tribu, y él es Yowatan, mi aprendiz. ¿Cuál es tu mensaje?

El ordenador de Nymo procesó las palabras del anciano y otorgó a Roger la respuesta milisegundos después de escuchar cada frase. Esta era, además, una oportunidad para estudiar la evolución del idioma que antaño fuera inglés.

-Les transmitiré el mensaje sin entrar en los detalles que han propiciado esta decisión. El Gobierno de la Tierra, formado por la Gran Mente Unificada, ha tomado la decisión de utilizar Norteamérica, por su diversidad climática, como reserva biológica. El resultado es la evacuación total de los Homo Sapiens, por su propia seguridad, a otro territorio que les será proporcionado. También pueden elegir unirse a nosotros en la Gran Mente Unificada.

Sendos hombres se miraron con preocupación y extrañeza. Parecían haber captado el mensaje, aunque no hubieran entendido todo su contenido.

-El hombre máquina nos dice que debemos irnos, pero este es nuestro hogar, no el suyo. Hemos vivido en paz con los hombres máquina desde que vuestros antepasados acordaron respetar nuestras tierras. Y ahora nos dices que tenemos la opción de abandonar nuestro hogar o cometer un acto abominable. No nos marcharemos, son nuestras tierras, no las vuestras.

Roger pensó cómo resolver esa situación. Hablarles sobre la necesidad de establecer una biosfera controlada, con organismos diseñados en laboratorio, sería totalmente inútil, por muy racionales que fueran, no serían capaces de comprender lo trascendente del asunto. "Su sistema límbico controla sus pensamientos" concluyó Roger, "no tiene sentido seguir discutiendo con un cerebro reptiliano".

-Tienen un año para recoger sus pertenencias y abandonar su territorio. Vayan hacia Nymo o busquen a un agente como yo para iniciar la evacuación. En caso negativo nos veremos obligados a sedarlos y llevarlos a su nuevo hogar contra su voluntad. No es nada personal, es lo mejor para todos.

Roger salió volando, en busca del resto de la tribu. Necesitaba hacer un mapeado rápido de la zona. Apenas tardó unos minutos en encontrarlos, cantaban y bailaban alrededor del fuego. Su experiencia le decía que de ir allí abajo y comunicarles su mensaje, lo recibirían poco menos que como a un demonio, con el riesgo de dañar la integridad física de su avatar volador. Cuán desfasado estaba el humano biológico, totalmente limitado por sus sentidos y su fisiología. Guiados por prejuicios, miedos y otras pasiones, nunca podrían llegar a entender el intelecto y la razón pura, al menos no desde esa carcasa biológica.

Roger recordaba sus últimos minutos como Homo Sapiens, moribundo, anciano y senil, camino de la vida eterna dentro de un ordenador. La idea no le agradaba sobremanera, pero sentía curiosidad. Recordó lo que experimentó al subir su consciencia a Internet, una expansión de su perspectiva tan colosal que estuvo apunto de perder su ego. Diez minutos más tarde ya existían diez mil copias de sí mismo desarrollándose independientemente y adquiriendo todo el conocimiento acumulado en la Historia. Ya habían pasado 400 años de aquello, desde entonces la población digital había crecido exponencialmente hasta los 50 billones de individuos, mientras que los Sapiens se habían visto reducidos a unas pocas decenas de millones. Tras tanto tiempo siendo parte de la Gran Mente Unificada, Roger había llegado a la conclusión de que los Homo Sapiens salvajes no eran más que un vestigio evolutivo. Molestos e innecesarios, pero seres sentientes al fin y al cabo, y eso no podía ser ignorado.

Los últimos ojos vivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora