Capítulo 8

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El timbre suena y yo me revuelvo entre las sábanas. La pereza lleva instalada en mi cuerpo desde que ayer me dieron la baja y eso significaba no tener que hacer absolutamente nada pero la persona que está tras la puerta no se rinde y sigue fundiéndome el timbre.

- ¿¡ Por qué no te vas un rato a la mierda?!

Grito desde la cama, cojo la almohada y me tapo los oídos para no escuchar esa horrible melodía y aún así la sigo oyendo.
Me froto los ojos y con la vista un poco borrosa intento localizar mis muletas, las visualizo en el otro extremo de la habitación. Bufo molesta y voy entonces decido ir coja hasta la puerta para recibir a quién sea que ha interrumpido mi valioso sueño.

Llego a la puerta, la abro y me encuentro a Kasser con dos bolsas en la mano y su habitual traje de tres piezas. Miro luego mis pintas: un pantalón corto de chándal y una camiseta gris de tirantes y mis chancletas.

Este barre con sus ojos mi cuerpo y luego se queda estancado en mis pechos, los miro y me acuerdo que no llevo sujetador y se me marca todo.

- Al menos puedes disimular un poco ¿no?

Kasser alza la vista y curva sus labios en una media sonrisa.

- No soy de los que disimulan Phoebbe.

No sé qué decir, estoy con unas pintas horribles en la puerta de mi casa frente a alguien totalmente elegante y atractivo. No puedo negar que entre él y yo saltan chispas, quizá es que nuestros carácteres son similares y somos igual de juguetones y coquetos o qué pero una mirada suya me embauca por completo.

- Oh, qué bien porque yo tampoco.

Le sigo el juego, no me gusta perder ni quedarme atrás. Sé que dicen que los que juegan con fuego acaban quemándose y pensándolo bien no sé si quiero quemarme con él.

-  ¿ Me dejas pasar?

Levanta las bolsas frente a mi e instintivamente mi estómago ruge, le mando una mirada molesta por dejarme al descubierto, como si pudiera entenderme luego observo a Kasser.

- Solo porque llevas comida y tengo hambre.

Este entra , cierro la puerta y cuando ya llego al salón él está preparando todo lo que ha comprado y colocándolo en dos platos.

- ¿ Qué has comprado?

Empiezo a husmear y mirar dentro de las bolsas pero un tirón del brazo que me deja sentada en el sofá no me permite saber que hay.

- Cotilla, ahora lo verás.

Callada observo como empieza a sacar tostadas, mermelada de fresa, chocolate y una tarta que está recubierta por un fino envoltorio sin dejar ver lo que es.

Los ojos se me iluminan al ver todo lo que hay, casualmente lo que suelo desayunar y que me vuelve tan loca. Seguro que Karl ha tenido algo que ver.

- ¿ De qué es esa tarta?

Señalo la forma redonda y miro a Kasser emocionada como una niña de cinco años que obtiene su juguete favorito.

Él esboza una sonrisa totalmente indescrifable, achino mis ojos hacia él y frunzo el ceño intentando averiguar cuales son sus intenciones.

- ¿ Quieres saber de qué es?

Asiento.

- Bien, cierra los ojos y abre la boca.

Lo contemplo con desconfianza.  No sé si realmente está jugando, está intentando seducirme o si por alguna mínima casualidad planea matarme.
Parece leerme la mente porque se carcajea moviendo ligeramente su cabeza y cerrando los ojos.

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