cincuenta y cuatro.

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Soledad, corazón roto y botes de helado. En eso se basaba la existencia actual de Tyler, quien desde que Josh había subido a aquel avión, parte de su alma se había ido con el.

Salir siquiera de su cuarto era una tarea agotadora. Simplemente lo hacía en días que en verdad necesitaba hacerlo, como cuando tenía que acompañar a su madre por las compras al supermercado o ir por comida italiana, y, como las vacaciones de fin de curso recién habían comenzado, era una excusa aún mejor.

Sus amigos estaban más que preocupados por el castaño. Tan mal parecía, que el chico había faltado a su viernes de chicos, algo que era realmente sagrado e intocable para el grupo.

— Vamos pequeño lamepenes, — exclamó Brendon, tocando la puerta de la habitación de Tyler, quien simplemente lo ignoró comiendo una gran cucharada de helado en un solo bocado. — Tienes que dejar que las polillas salgan de tu cuarto, llevas más de 3 meses así.

— No, no me importa que se coman mi playera favorita... Josh no está aquí — exclamó cansado. — No tengo razones para querer salir, todo mundo parece ser feliz menos yo.

El grupo de amigos se observó entre sí, y a pesar de estar dolidos con el reciente comentario de Tyler, insistieron.

— ¿Es que no lo entienden? — exclamó una vez más, esta vez colocándose de pie y abriendo la puerta de golpe. — Josh se fue, mi corazón se fue con...

— ¡Cállate de una vez y déjanos hablar, mierda! — interrumpió Patrick, provocando que todos, incluso Tyler, lo miraran atónitos. — La única puta razón por la que queremos que nos acompañes es por que te tenemos una sorpresa, cabeza de chorlito, terco como una vaca... Incluso las vacas son menos tercas que tú.

Tyler frunció el ceño y dejó pasar a los chicos a su habitación. En seguida, todos pusieron cara de que algo se había muerto allí.

— ¿Volvió el Tyler deprimido que no se baña en varios días? — preguntó Pete, haciendo que el mencionado se sonrojara. — Anda a darte una ducha, cochino.

[...]

Un rato después, Tyler y los chicos se encontraban en el auto de Patrick, con dirección a la casa de campo de los padres de Ryan... O eso era lo que los chicos le habían dicho a Tyler. Eran aproximadamente las 2 de la tarde y comenzaron a preocuparse cuando Tyler había salido de ducharse hacía media hora... y su "sorpresa" partía a las 5.

El castaño tenía colocados los auriculares, con Never be alone de Shawn Mendes sonando de fondo. Se le arrugó el corazón al recordar que Josh se la había dedicado hacía un par de noches en una de las video llamadas en las que Tyler se rompía frente a la cámara de su teléfono.

Cerró los ojos, perdiéndose en el camino, enfocándose nada más que en la letra de la canción y en Josh... su Josh.

[...]

— ¡Arriba, lamepenes! — exclamó Brendon, despertando a Tyler de un golpe. — Llegamos a nuestro destino.

El castaño se revolvió en el asiento, y al sentir el sol sobre su rostro abrió los ojos con dificultad, adaptándose a la luz de golpe. A jalones y bostezos, el castaño logró bajar del automóvil mientras que los chicos sacaban su maleta de la cajuela.

  — ¿Por qué estamos aquí? — preguntó con voz ronca. — ¿La cabaña de tus padres está fuera del país?

Ryan asintió, y se encogió de hombros.

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