Hace mucho tiempo, en el inicio de los tiempos, la tierra estaba poblada por rosas rojas, que el padre sol cuidaba. Una noche, la luna y el sol discutieron, y la luna dejó caer una lágrima dorada.
Esta lágrima cayó a la tierra, exactamente a una rosa roja, y en ella germinó, y creo una criatura alada, único en el mundo.
Así nació el primer dragón, de escamas negras y rojas. Éste sobrevoló el mundo, la tierra, los océanos y los bosques. Aprendió todo aquello que lo rodeaba. Pero con el paso del tiempo, se dio cuenta que se encontraba solo. Así que decidió darle vida con su propio fuego, a las flores rojas donde el había nacido, y así muchos dragones nacieron.
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Pero con el paso del tiempo, el dragón estaba aburrido, si bien tenía compañía, todos eran iguales a él, por lo que no hacía mucha diferencia estar solo.
Un día, voló en dirección de las tierras blancas y frías, donde no había vida.
Se adentró en una cueva, y ahí, frente al hielo, con el fuego de sus entrañas, le dio vida al hielo, e increíblemente, nació un dragón de hielo, de escamas tan cristalinas como el agua.
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Así, la tierra se pobló de dragones, de diferentes colores, diferentes formas. Vivieron en paz por mucho tiempo, hasta que los más jóvenes, comenzaron a destruirlo todo.
Los disturbios comenzaron por la tierra, por el agua, por poder, por comida, ideales...
Una gran guerra se avecinaba, asique los más sabios, alzaron el vuelo, y se llevaron a todos aquellos que no querían pelear. La tierra se había marchitado.
Volaron más allá de las estrellas, más allá de la oscura noche, más allá de todo lo que se conoce.
A donde sea que hayan ido, estoy segura que un día volverán.
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Un joven impetuoso, se iría a la guerra a mostrar su valentía, un sabio, no desperdiciaría tantas vidas inocentes, por una guerra sin sentido.
