El lobo y la gacela

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En una tierra donde el hombre nunca dejó su huella, una hermosa tierra de bosques frondosos, valles verdes, y lagos cristalinos. Vivía un lobo sin manada, que caminaba errante por un gran bosque, de árboles tan altos, que parecía que tocaban el firmamento.

Una noche en que admiraba las estrellas, escuchó que alguien pedía ayuda, recorrió el bosque buscando, y justo cuando amaneció, encontró a una gacela perdida. Ella se asustó al verlo, pero él la tranquilizó, le dio refugio y buscó comida para ella. El lobo poco a poco, se ganó la confianza de la gacela, y con el tiempo, también se hicieron amigos. El lobo aprendió lo que significaba una manada.


Sin embargo, los animales del bosque comenzaron a hablar de aquella extraña unión. El mapache y el jabalí que ya conocían al lobo, se acercaron una tarde conversar con él, para que devolviera a la gacela a su tierra, pues era antinatural su amistad.

Finalmente lo persuadieron para que devolviera a la gacela a su hábitat original. Ella no deseaba alejarse del lobo, pero él ya se había decidido a que eso era lo mejor. La gacela se marchó una mañana, y nunca más volvió al bosque.


El lobo siguió solo, recorriendo la espesura, pero con cada día que pasaba, extrañaba más a la gacela. El lobo descubrió que la gacela, era como el amanecer en que la había encontrado, había iluminado su oscura y vacía existencia. Decidió ir entonces tras ella, de modo que siguió su rastro, recorriendo valles llenos de vida, lagos cristalinos, glaciares antiquísimos, y un sinfín de mundos nuevos, hasta que un día, dio con ella.


El lobo encontró a la gacela, pero ella ya no estaba sola, había vuelto con su manada, y tenía un nuevo guardián, alguien que la protegía de la adversidad. Cuando el lobo intentó acercarse a ella, la gacela retrocedió asustada, las demás gacelas comenzaron a alejar al lobo, éste quedó apartado. Ya era demasiado tarde, había descubierto tardíamente sus sentimientos por la gacela.


Como no podía estar cerca de ella, cada noche aullaba a la luna y las estrellas, sin embargo, nunca se rindió, cada día pensaba en la gacela, y aunque ella había tomado otro rumbo, el lobo decidió no darse por vencido, siguió viviendo, caminando en esa hermosa tierra, esperando volver a hallarla en un nuevo amanecer.

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Cuentos con Magia, para niños que aún creen en fábulasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora