Jueves [17:30]

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Sonó el timbre. Cuando dejé de oír voces, pasos, cuando el instituto parecía estar vacío, me digné a salir. Aún me sentía temeroso, trémulo. Abrí la puerta del baño y me quedé parado frente al espejo, mirándome fijamente. «¿Quién soy» pensé. Mis ojos estaban húmedos, irritados y mi nariz enrojecida. Agaché la cabeza.  Una lágrima comenzó a bajar por mi mejilla. Llevé mi mano a mi rostro para secarla, pero antes de que me diera tiempo, sentí el roce de otros dedos, no eran los míos. Alcé lentamente la cabeza y pude ver en el espejo el reflejo de...Even. Aparté su mano con brusquedad.
—¡Déjame! No quiero volver a verte, ¿me has entendido?—grité furioso.
—Pero, Isak...
—¡ALÉJATE DE MÍ! ¡Yo no soy un maricón como tú!—me fui corriendo y cerré la puerta despiadadamente.
—Isak, espera...
Salí a la calle. Por fin sentía el viento rozar mi frente. Sentía el olor del césped, de la lluvia. Por primera vez desde que llegué a clase, me sentía vivo. Quería olvidarme de todo. Solo quería ser una hoja movida por el viento. Sin embargo, no podía. Los recuerdos apedreaban mi mente una y otra vez. La humillación, las risas, los insultos... Yo quería ser quien siempre había sido. Alguien discreto, prefería ser invisible entre la multitud a ser la diana de todos.
Llegué a casa, mi madre tenía la cena preparada, me sequé las lágrimas y la miré.
—No tengo hambre, mamá.
—¿Ni un poquito, cariño? ¿Qué te ocurre?
—Estoy bien mamá. Solo estoy cansado.

Subí las escaleras y me encerré en mi habitación.

Unos minutos después, mi madre tocó la puerta.
—Isak, cariño. Ha venido un amigo tuyo. Ese chico tan simpático, Even. Dice que ayer te dejaste en su casa los apuntes.
—No es mi amigo.—dije en un tono seco.
—Pero...creía que os llevabáis bien, que te ayudaba con tus deberes.
—He dicho que no quiero verlo.
—Está bien...Le diré que venga otro día.
Me asomé a la ventana de mi cuarto y pude ver a mi madre despidiendo a Even. Él miró hacia arriba, hacia mi ventana y sus ojos chocaron con los míos por un momento. Cerré inmediatamente la cortina. Entré en un ataque de pánico, me sentía frustrado. Mi corazón era un imán y Even era de metal. Todo en sí me hacía palpitar. Sin embargo, me castigaba a mí mismo por ello. Sabía que seguía teniendo sentimientos hacia Even, tan fuertes, que me dolía ocultarlos. Pero mi cabeza me hacía rechazarlos y reaccionar de forma impulsiva. Por aquel entonces, yo no comprendía lo que me estaba sucediendo. Pegué un puñetazo a la pared y mis nudillos comenzaron a sangrar y las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas lentamente. Pero me sentía mejor, me había desahogado.
De repente, recibí un mensaje.

Rocío: Hola, Isak. Veo que te encanta que te la chupen los hombres, incluso prefieres eso a quedar conmigo. Espero que te gustara el regalito que te hice. Sí, os seguí hasta allí y por suerte llevaba mi móvil para filmar tan fabolusa escena. Un beso, de la hermosura a la que rechazaste, para que sepas que le irá mejor sin ti.       [20:19]

Yo: Que te jodan.[20:20]

Tiré el móvil al suelo.
Cogí mi libreta y escribí una frase:

«¿Sabéis qué es lo más triste de la traición? Nunca viene de un enemigo.»

Cerré los ojos e intenté dormir, soñar. Estaba seguro de que esa sería la única forma de escapar de la realidad.

YOURS (Evak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora