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- Así que patinadora profesional. - entró al hielo, pero no parecía ser la primera vez que lo hacía, ya que lo hacía ver sencillo.

- Profesional no. - reí. - Pero de chica mi padre me traía todos los fines de semana. - me acerqué y lo rodee. -Digamos que tengo experiencia. - sonrió pícaramente. - Ven. - le tendí mi mano a Yoselin quien permanecía en la orilla por temor a caerse.

- Me voy a caer. - dijo sin querer soltarse.

- Pero te levantarás, además no pasa ¡nada! Todos se caen mínimo una vez. - tomó mi mano sin soltarse de la orilla. - Así... despacio. - dije tranquilamente tratando de darle confianza.

Levanté mi mirada y me encontré con la de Ruggero quien nos miraba sonriente. Le regresé el gesto y se dio la media vuelta para comenzar una carrera con Alex.

- Ya ves que es sencillo. - Yoselin había tomado más confianza y se había soltado de la barda.

- Sí, es divertido. - dijo alegre soltando mi mano pero perdió un poco el equilibro y cayó en el hielo.

- ¿Estás bien? - le pregunté ayudándola a levantarse.

- ¡Sí! - no paraba de reír, eso era bueno.

Comenzó a patinar por sí sola.

- Mmm... Ya era hora. - sentí la mano de Ruggero en mi cintura. - Ya me tocaba a mí. - tomó mis manos y entrelazó nuestros dedos. - Tienes la nariz roja. - rió después de tocarla con su dedo índice.

- No te burles. - lo empujé.

- No me burlé. - ambos reímos. - Espera. - se frenó y por ende yo también.

- ¿Qué pasa? - volteé hacia él y lo abracé ocultando mi rostro en su pecho.

- Karol... - tomó mi barbilla y me hizo mirarlo. Observé con detenimiento sus perfectas facciones, mientras trataba de descifrar lo que pasaba. - ¿Quieres ser mi novia?

Debo decir que me sorprendió. A pesar de vivir juntos, no es lo mismo que ser "novios".

Una enorme sonrisa se formó lentamente en mi rostro.

- Claro que sí. - acaricié su mejilla antes de besar esos adictivos labios.

Estuvimos ahí por mucho tiempo, jugábamos carreras y en ocasiones nos regañaban, ya que podíamos chocar con alguien, pero aún así Ruggero nos incitaba a hacerlo.

Después de comer regresamos a casa.

- ¡Son novios! ¡Son novios! - Yoselin no dejaba de cantar desde que se enteró.

- Le gustó la noticia. - dije feliz abrazando a mi novio.

- Me alegra. - besó mi mejilla y tomó mi mano para después caminar hacia las escaleras.

Íbamos en la mitad de estas cuando el timbre nos sorprendió. Ruggero bufó con fastidio.

- ¿Abro? - le pregunté y negó con la cabeza.

- Yo lo haré. - besó mis labios y subí hasta mi habitación.

Tomé un short de mezclilla, ya que eran las cinco de la tarde, aun era temprano para ponerme la pijama, junto con una blusa blanca.

Ruggero no llegaba así que bajé.

- ¿Rugge? - canturreé mientras descendía con brincos por las escaleras. - Ay, yo lo siento. - dije tapando mi boca bastante apenada al llegar a la sala y ver que había visita.

- No te preocupes, ven. - me tendió la mano y aún avergonzada la tomé. - Tía... - se dirijo a la mujer castaña con sonrisa amable que estaba frente a nosotros. - Ella es Karol... mi novia.

¡Dios! Me encantaba como lo decía.

- Ruggero... - alargó con ternura. - Es hermosa. - se acercó a mí y me saludó con un beso en la mejilla. - Yo soy Lucía, tía de Ruggero. - me sonrió y al igual le obsequié una sonrisa.

Seguramente era la tía sobre la que me había contado que se encargaba de ellos cuando sus padres fallecieron.

- Mucho gusto. - dije cortésmente.

- Ay Karol, cuéntame qué le viste a esta piedra. - se refería a Ruggero y carcajeó, me fue imposible no seguirla.

- ¿Vamos a empezar? - habló Ruggero y ella carcajeó aún mas.

- No seas amargado Ruggero... - tomó su mejilla. - Es una broma. - Ruggero rodó los ojos.

De pronto se escucharon muchas voces de niños, volteé, eran Alex y Yoselin con otros tres pequeños, parecidos entre sí. Era obvio que eran los hijos de Lucía.

- Rugge ¿podemos ir a casa de tía Lucía? - preguntó Yoselin y fue secundada por Alex.

- Anda... es sábado. - agregó Alex.

- No lo sé.

- Déjalos. Yo los traigo mañana en la noche o pasas por ellos. - le dijo Lucía y aceptó finalmente.

Ruggero.

- Karol, ¿me ayudas con mi ropa? - le pidió Yoselin, asintió con la cabeza antes de tomar su mano y subir las escaleras.

- Entonces... - dijo Lucía sacándome de mi desconcentrado estado. - ¿Ella vive aquí? - sonreí y asentí con la cabeza. - ¿Y no crees que es algo apresurado? - mi sonrisa desapareció. Sabía cuál era el punto.

- No, no lo creo. - contesté seriamente, pero sin ser grosero.

- No te enojes. - me conocía muy bien. - Solo creo que Yoselin y Alex están muy encariñados con ella. - suspiró. - Y si algo entre ustedes llega a salir mal... - ¿qué estaba diciendo? - ellos saldrán afectados.

- ¿Y porque habría de salir algo mal? - ahora sí estaba molesto.

- Ruggero, escúchame... - señaló su oído. - No te estoy diciendo que algo saldrá mal. - suspiró. - Solo te digo que creo que es algo muy adelantado el que vivan juntos. ¿Sus padres que piensan sobre esto? - se escucharon las voces de todos por las escaleras.

- Nada, no piensan nada sobre esto.

- ¿No lo saben? - sus ojos se abrieron a tope. - Ruggero, hablaremos de esto después.

- No hay nada que hablar sobre esto, yo sé lo que hago. - me esforzaba por no decir nada grosero que la ofendiera, pero mi tono de voz no me ayudaba.

- Claro que sí hay qué hablar. - me señaló. - Sé que eres muy independiente, has logrado mantener a tus hermanos y a ti y es algo muy respetable. - ahora ella también estaba molesta. - Pero tus padres siempre quisieron lo mejor para sus hijos, tal vez esto es bueno para ti pero para tus hermanos puede ser contraproducente.

¿Contraproducente? ¡Ellos la adoran!

- Están listos. - Karol avisó con una gran sonrisa. Ambos corrieron a despedirse de mí y después lo hicieron con ella.

- Nos vemos Rugge. - Karol los acompañó a la puerta. Yo no podía moverme del enojo.

¿Cuál era el maldito problema?

- Hey ¿por qué esa cara?

- Por nada. - forcé una sonrisa y me puse de pie.

- ¿Seguro? - me tomó por los hombros y me hizo sentarme de nuevo.

- Seguro. - no iba a decirle que estaba molesto porque mi tía no estaba del todo contenta porque viviera aquí.

- Te conozco. - se sentó en mis piernas y pasó sus brazos por mi cuello. - Estás molesto. - escondió su rostro en mi cuello y comenzó a impartir suaves y electrizantes besos que hacian que mi enojo simplemente se esfumara.

Me, Myself and HimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora