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- ¡No te lo estoy preguntando! ¡Te lo estoy diciendo! - Sebastián rió.

- No lo sé. - reí. - A Rugge no le gustan esas cosas. - rodó los ojos. - Mira, ¡no tienes derecho a quejarte! - le dije adivinado lo que estaba por decir. - Cuando Carolina llegó tú me abandonaste eh… - le recordé. - Así que no te puedes quejar de que paso mucho tiempo con Rugge.

- Lo sé. - me abrazó. - Pero será mi cumpleaños y no puedes faltar. - despeinó mi cabello. - No me hagas tener que aclarar cuentas con Pasquarelli. - hizo un rudo tono de voz.

- De verdad me gustaría verte intentando "aclarar cuentas" con él. - reí.

Sebastián no era un débilucho, pero sin duda alguna Ruggero era capaz de pisotearlo.

- Convéncelo, aunque sea solo vayan un rato. - dio un beso en mi mejilla antes de irse a su casillero. Seguí sacando mis libros y guardando los que ya no necesitaría.

- ¿Qué quería? - su voz me hizo estremecer.

- Me avisó que en dos semanas hará una fiesta por su cumpleaños. - me giré sobre mis talones para poder verlo de frente.

- ¿Irás?

- No. - di un beso en su mejilla. - Iremos… ambos estamos invitados. - agudizó la mirada.

- ¿Yo? ¿En una fiesta de Sebastián Villalobos? ¡Já! No lo creo.

- Sabes… deberías de ampliar tu círculo de amistades. - carcajeé.

- Eres la menos indicada para dar ese consejo. - se unió a mis risas.

- Solo me refería a Sebas. - bajé la mirada. - Me gustaría que ustedes se llevaran bien. - acaricié su mejilla y él me envolvió aún más en sus brazos. - ¿Eso es posible? - pregunté mirándolo con suplica.

- ¿Es posible que tú te lleves bien con Ana? - me respondió con otra pregunta.

- Lo intenté, pero ella me odia. - tal vez no lo había intentado, pero la parte de "ella me odia" es verdad.

- Y yo odio a Sebastián. - sonrió hipócritamente.

- ¿Por qué? - indagué casi en un grito.

- No me gusta que sea tan… demostrativo contigo.

- ¿Demostrativo? - una carcajada se escapó de mis labios. - Estás celoso. - pasé mis brazos por su cuello atrayendo su rostro hacia el mío.

- Tal vez. - susurró antes de unir nuestros labios.

- ¡Dios! ¡Qué repugnante! - ¿por qué demonios había nacido?

- No tanto como tu vestido. - regresé a los labios de mi novio. Después de escuchar un "ya basta Valu" de parte de Michael.

- Seguro su psicólogo tiene un altar en tu honor.

- No lo dudes.

....

Las clases pasaron rápido, en realidad todo pasaba rápido estando con Ruggero. A pesar de no ser muy extrovertido me mataba de la risa. Sus ironías, sus malas bromas.

- ¿No irás a trabajar? - preguntó Alex alegremente.

- Sí, solo los dejaré en casa y me iré. - Yoselin, Alex y yo suspiramos tristes. Él solo rió.

- Ah, por cierto, Carter quiere reclamarte por su empleo de medio tiempo. - ambos reímos.

...

- ¿A qué hora vuelves? - enredé mis dedos en su cabello mientras hablaba entre besos.

- Ocho, tal vez nueve. - me respondió y pasó su mano por mi nuca atrayéndome aun más a él.

- Te amo. - dije haciendo un enorme esfuerzo para alejarme ya que si no lo hacía ahora no lo dejaría irse.

- Te amo más. - di un último beso y salí del auto finalmente dejándolo partir.

Pasamos una buena tarde, comimos, jugamos, comimos, hicimos tareas, vimos tv mientras comíamos, incluso me ayudaron los pequeños con la limpieza de la casa.

Seguíamos viendo una película, ya no comíamos más ya que el traste de palomitas ahora estaba vacío.

Volteé hacia la derecha del enorme sillón y ambos pequeños estaban dormidos. Los parpados me pesaron al verlos tan plácidamente dormidos, cubiertos con una frazada hasta el cuello. Me acomodé en el sillón y seguí mirando la pantalla hasta que prácticamente todo se volvió negro.

Narra Ruggero:

Entré a la sala y solo vi la televisión encendida. Renegué mientras cruzaba la sala para apagarla. ¿Les costaba tanto apagarla antes de subir?

Al darme la vuelta vi por que no estaba apagada. Los tres dormían en el mismo sillón. Yoselin y Alex estaban cubiertos por una sabana celeste hasta el cuello y Karol abrazaba sus rodillas, seguro tenía frío.

Después de dos viajes Yoselin y Alex estaban en sus respectivas habitaciones.

Me senté con cuidado en el sofá. No quería despertarla. Solo me gustaba admirarla mientras dormía, siempre he dicho que parece un gatito indefenso. Lo cual era totalmente falso al momento de que sus ojos se abrían.

Acaricié con la yema de los dedos la suave piel de su pierna. Se estremeció un poco pero siguió como si nada. Me puse de pie y la tomé entre mis brazos. En automático sus brazos se ajustaron a mi cuello, balbuceó algo indescifrable y después solo sentí su respiración chocar en mi cuello.

La recosté con cuidado pero sus ojos se abrieron al contacto con el acolchado.

- ¡Hey! - alargó entre dormida.

- Hey - le sonreí.

- ¿Cómo te fue? - se hizo a un lado para dejarme espacio.

- Bien… creo y ¿a ti?

- Muy bien. - estaba por recostarme a su lado cuando se escuchó el timbre.

Karol volteó hacia la mesa de noche y vio el reloj. Nueve veinte de la noche.

- Ya vuelvo. - di un cálido beso sobre sus labios y salí de la habitación.

- Llama a Karol ahora mismo. - apenas abrí la puerta y ordenó.

- Ella no…

- No te atrevas a mentirme Ruggero. - amenazó y entró a la casa. - Sé que ella está aquí, así que hazme el favor de llamarla.

- No quiero ser grosero pero no recuerdo haberla invitado a entrar y no tiene derecho de venir a dar ordenes aquí.

- Oh, claro que lo tengo. - su fuerte mirada se clavó en mí, algo tenía en común con su hija. - Mi hija es menor de edad. - recalcó. - Esta aquí… No te metas en problemas y llámala. - se dio la media vuelta para caminar hacia la puerta. - Con todo y maletas, claro…

Me, Myself and HimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora