❝Savior❞. jh&my

stigma.⁵

      Al día siguiente me desperté tarde, demasiado. Era ya mediodía porque se podía oler la comida desde mi cuarto. Anoche me acosté como a las 5 -otra vez- pensando en mis cosas. Yo nunca sueño, o eso creo, porque cuando levanto no recuerdo nada de mi trance nocturno. Así que me pasé la noche soñando despierto, en aquello lejos de mis posibilidades.

- Buenas tardes.- dijo mi madre cuando entré en la cocina.

- Igualmente.- le respondí perezosamente. Me acurruqué en mis brazos y cerré los ojos.

- ¿Tú duermes acaso?- me preguntó como si me estuviera riñendo.

- No es pecado quedarse despierto. A lo mejor tengo insomnio...

- No seas hipocondríaco. Solo estás en tu mundo, como todos los de tu edad.- me soltó volviendo con el guiso.

      Según mi madre, la causa de todos mis problemas son las llamadas hormonas, que se me alteran y por eso tengo este comportamiento. Yo odio que me diga eso, pero después de 4 años me he dado por vencido y paso de ella.

       Me levanté y subí de nuevo a mi habitación para cambiarme. Olía aún decente así que no necesitaba una ducha.  Bajé las escaleras tropezándome con un escalón roto, pero sin lesiones graves, y abrí la puerta principal.

- ¿Se puede saber a dónde vas?- me preguntó con ese tono de impotencia.

- Necesito aire.- tenía prisa y la paciencia se me acababa.

- Pero si estoy haciendo la comida.

- Me lo como esta noche.- fui a cerrar la puerta pero antes de que continuara hablé- Tranquila, tengo dinero para algo.

      Y me largué sin decir nada más. Seguramente no le guste mi actitud, pero ya se le pasará el cabreo para cuando vuelva.  Sabía que me diría algo como que mi estómago está vacío porque me he saltado la comida más importante del día, así que por eso se lo dije antes de que me frenara los pies. No tiene mucho interés en enfadarse conmigo, ya tiene bastante con otras cosas. Además, sabía que no me gritaría porque el tranquilizante que se toma cada mañana creo que aún no había pasado efecto.

        Anduve hasta una tienda de convivencia para comprar un aperitivo. No tenía mucha hambre, pero si quería pasar la tarde fuera necesitaría energías.

       Al terminarme las barritas y la Coca-Cola sentí algo de vida dentro de mí. Era extraño. Tenía motivación para andar y no lo iba a desperdiciar, así que pensé en ir a casa de Taehyung ya que hacía tiempo que no quedaba con él a solas.

       Él vivía al otro lado, pero estábamos en un pueblo con 100.000 habitantes así que no era un camino largo. Llamé al timbre y esperé que alguien me atendiese.

      Después de un largo tiempo, la puerta se abrió y pude ver a Tae. Solo asomó la cabeza pero noté que no llevaba camiseta. Su expresión cambió de molesto a otra más relajada.

- Ah, hola Hoseok. ¿Necesitas algo?- preguntó rápido.

    Parecía que tenía prisas.

- Pasaba por aquí y pensé en verte. ¿Estás ocupado?

- Un poco sí.- rió nervioso.

- Entiendo. No pasa nada.- hice una sonrisa en forma de mueca.

- Lo siento. Nos vemos en el insti, si voy.- se rió y cerró la puerta en mis narices.

     Suspiré fuertemente. Desde que abrió la puerta noté la fragancia de mujer.

     Como no quería volver a casa y no tenía nada que hacer, me fui a dar una vuelta por los alrededores. Vivía desde hace 17 años en este lugar y creo que me faltaban cosas por explorar y eso que no había mucho que ver.

       Después de visitar el barrio rico y descubrir que había una tienda de música en este remoto lugar, decidí volver a casa. Estaba cansado de tanto andar y honestamente, tenía hambre.

       De vuelta a mi humilde morada, oí unos ruidos en el callejón a mi lado. Unos tipos estaban pegando a un chico, quien no se defendía para nada.

" Hay gente que no sabe."

- Tú, enfermo, no vuelvas a pasear cerca de nosotros.- le escupió, literalmente, uno.

      Eran los de último curso. Los conocía porque eran amigos de Tae.

- ¿Por qué no haces un favor y te mueres? Todos viviríamos tranquilos.- soltó el mismo chico -Choi algo-. Los demás se rieron.

      Por un momento, algo dentro de mí cambió. Fue como un impulso. Sentí nauseas otra vez, pero no salí huyendo. Fui a acercarme, pero las luces de las sirenas de policía me lo impidieron. Me acordé de que casi era el toque de queda.

- Vámonos.- mandó el que supuse que era el líder; ese si que lo conocía: Park Jimin. Y se fueron medio corriendo.

      El coche se paró a mi lado, bajando la ventanilla. Pude reconocer a el jefe Min con su ayudante.

- Jung, ¿qué haces fuera tan tarde?- me preguntó sorprendido.

- He salido a pasear y ya volvía.- confesé, pero al ver su cara extrañada continué- Es una recomendación del doctor.

- ¿Quieres que te llevemos a casa?- me ofreció. Parece que se lo había creído.

- No, gracias. Quiero despejarme un poco andando. Ya sabe, para moverme más.- añadí para que no sonara raro.

- Me alegro. Vuelve rápido, eh. Recuerda que en 10 minutos es el toque de queda.- se despidió de mí; Lee también y siguieron con la vigilancia.

     Cada día a las 8:00 todos debían quedarse en sus casas por precaución. ¿Por qué? Pues no lo sé, pero a mi no me molestaba, así que daba igual.

     Cuando los perdí de vista, me dirigí al chico que seguía sentado en la misma posición que le habían dejado. Pensé que podría estar inconsciente, o incluso muerto.
  
    Me acerqué lentamente y frené en seco al ver que se movía.

- ¿Tú también vas a pegarme?- su voz sonaba ronca y tranquila, como si no le hubieran pegado hace 5 minutos.

- No. Ya has tenido suficiente.- mi intención no era decirlo como una broma, pero él se rió. Más sarcástico que divertido.

      Hubo un rato de silencio. No sabía que decir. Quería darme la vuelta y vivir tranquilamente, pero tampoco quería dejarlo ahí en esas condiciones.

- Pensé que estas cosas te gustaban. Ya sabes, como los otros días.

     Fruncí el ceño y procesé lo dicho. Ya decía yo que su voz me resultaba familiar. Cuando levantó la cabeza, pude corroborar que era él.

- Anda, el pervertido.- aunque estaba sorprendido, lo dije muy seco.

    ¿Por qué unos niñatos de 18 años le han hecho eso?

    Se intentó levantar y automáticamente me acerqué a ayudarlo.

- No quisiera ser culpado si te encuentran.- me excusé.