bye.⁸

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        Me tragaba las charlas de mi abuela cada semana. No había un día en el que no era regañado por algo, aun sin haberlo hecho.

- ¿Por qué no te vistes con algo más moderno como esos chavales?- podría parecer una pregunta normal, pero era como si me lo echara en cara.- Si es que no te han educado bien...

        Al paso de los años ya me había acostumbrado. Era una persona impaciente, pero delante de ella me controlaba. Más bien pasaba de las cosas, que entraban por un oído y salían por el otro. Asentía y un aha. La dejaba hablar, es lo que más quería; en verdad no era tan mala persona.

        Llamé al timbre de la casa y esperé a que me abriese la mujer que había parido a mi padre. Eran finales de octubre y notaba como el frío entraba por mi chaqueta de cuero, haciendo que me encogiera. La puerta se abrió, pero me sorprendió ver, no a una señora pequeña, sino a su hijo.

- ¿Papá?

- Entra anda o te congelarás.- y literalmente me empujó hacia dentro.

         Todo seguía igual que la semana pasada y los últimos 60 años; los muebles parecían de la época de Silla* y no me extrañaría que lo fueran.

- ¡Quítate los zapatos!

      Resoplé y claramente me los quité. Me habían educado hacerlo, como a todo el mundo.

- Hola abuela.

- Por fin te has decidido a venir.- me replicó.

Yo no quise responder.

- Ve a preparar la mesa, anda.- dijo mi padre.

        Me dirigí a la cocina y puse cada cubierto en su sitio. Me senté, hambriento. Deseaba comer e irme de ahí a dormir. Estaba muy cansado.

        La comida fue silenciosa y no se me hizo eterna. Al terminar recogí mi parte, me despedí de mis relativos y me largué lo antes posible de aquella casa. Aún seguía sintiéndose vacía y tétrica.

       Respiré tranquilo de vuelta a casa. No notaba más el frío y no había nadie por la calle. Me sentía relajado y disfruté del corto camino hacía mi hogar. Las nubes se habían vuelto a juntar formando una capa gris encima mía, amenazando con lluvias.

       Aceleré el paso, aunque ya podía oír los gritos histéricos de mi madre y mi hermana replicando. Di un suspiro y me atreví a entrar. Para mi suerte, mi progenitora se había hartado de malgastar su voz y se había metido en su cuarto.

- Hola Hoseok.- me saludó mi hermana con una sonrisa.

       Yo levanté la mano e intenté subir a mi cuarto. La miré. Parecía preocupada por algo, pero sabía que no podía hacer nada, así que subí a mi cuarto. Como conseguiría ayudarla, si ni siquiera sabía arreglar mis propios problemas.

[I used to be happy with just a ball when I was young
But adults try so hard to take that happiness away]

       Miré el reloj sobre mi escritorio, el que me había regalado mi abuelo hace 8 años. Las tres de la madrugada y seguía despierto, pensando en esto y en lo otro. ¿Y el chico pervertido que hará? Fue un pensamiento que se me cruzó por la mente, pero se disipó en el momento en que llamaron a mi puerta.

- Hoseok, ¿estás despierto?- preguntó Jiwoo asomándose.

- Si no fuera así, no te hubiera dicho que pases.- le dije sin apartar la vista de la ventana.

       Mi hermana soltó una risilla y se sentó a mi lado. Había crecido bastante.

- ¿Sigues sin poder dormir?- al ver que no contestaba se tomó el silencio como un si- Creo que son esas pastillas que te recomienda el supuesto médico.

Mi hermana y yo coincidíamos en algo: la sanidad en la ciudad era una basura y cualquiera se podía hacer pasar por un profesional. Falta de recursos y de personal habían convertido a gente sin un título en alguien con acceso a tu salud. Para un tratamiento mejor debías ir a Seúl, la prospera ciudad. Claro, si tienes dinero.

- Supongo.- me encogí de hombros- Ya no sé que me afecta o no.

No sabía con que intenciones dije eso, pero no esperaba que lo pasara de largo.

- Mamá y yo hemos discutido.

        Fui a soltar un comentario sarcástico, aunque no quería ser un borde, así que me mordí la lengua.

- Ella y yo no tenemos la misma ideología. Ella es más... precavida; yo, una-

- Rebelde.- interrumpí.

        Ella sonrió y apoyó la cabeza en la pared.

- Cómo has cambiado Hoseokie. Antes sonreías a todo el mundo y ahora eres un agrio. Todo esto con amor claro. Yo también pase por esa época.

        Tendrían diferentes opiniones, pero eran iguales en ese aspecto: marcándome como el estereotipo adolescente. Exhalé con tirria, guardándome los comentarios para mis adentros.

- Pronto me iré.- comentó un tiempo después.

        Presté más atención. Definitivamente había cambiado; ya no era la impoluta hija hacia su madre.

- ¿Por eso discutíais?- pregunté sabiendo la respuesta.

- Soy mayor ya, puedo tomar mis propias decisiones. Quiero ser libre y vivir la vida; es lo que más anhelo en estos momentos. Voy a luchar por lo que necesitamos, por tu futuro Hoseok.

         No sabía que ideas le había metido ese novio suyo. Sin embargo, no dije nada en contra. Mis palabras no valían nada.

- Espero que no te cojan.- fue lo único que le pude decir. Me maldecí al ver que no sabía qué responder en momentos importantes.

- Déjame abrazarte,- parecía casi una orden- aunque no te guste.

        Me acerqué a ella y la rodeé con mis brazos.

- Sabes que no me gusta el contacto físico...- le susurré.

- Lo sé, Hoseokie.- dijo intensificando el apretón.

           En el fondo sabía que la iba a echar de menos.

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* Para quien no lo sepa, Silla fue uno de los tres reinos de la antigua Corea. De nada bros🤙

❝Savior❞. jh&myDonde viven las historias. Descúbrelo ahora