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     La vida en el instituto puede ser difícil para unos y un entretenimiento para otros. El acosador se ríe del chiste de su amigo mientras la víctima llora encerrado en el baño. Al final, se convertía en una jerarquía con los niñatos en la cima y los otros por debajo. Pero todo podía cambiar. Cualquiera de arriba podía caer y un desgraciado podía seguir siendo uno pero convertido en monstruo.

     Taehyung había llegado esa misma mañana, a la misma hora que siempre, con la gente de siempre. La nobleza. No era algo de populares y raritos, pero siempre están los ignorantes e hipócritas. Taehyung solo era estúpido o así le llamaba Hoseok.

       Acompañado de Minho, se dirigió a la cafetería para poder comer algo. Últimamente, no había probado ni un grano de arroz. Al pasar la tarjeta por el cajero, sonó un pitido negándole la compra.

- Parece que hoy te quedas sin comida hijo.- le informó la señora mayor.

     Tae tragó fuerte. No podía dejar que esto pasara, no delante de Minho.

- Mi madre rellenó la tarjeta ayer, no puede ser.- se defendió.

- Si puede ser. Aquí no hay nada.

    La gente empezaba a quejarse impaciente por comer. Se estaba agobiando.

- ¿No tienes dinero?- le susurró Minho extrañado.

- Debe ser algún error.- le contestó nervioso.

- Tae, perdón. Tenía tu tarjeta y se me ha olvidado dártela.- dijo Jungkook acercándose a él.- Esa es la mía.

     Tae estaba confundido pero le siguió el juego; estaba demasiado hambriento.

- Gracias por lo de antes.- le dijó una vez sentados.

     Minho se había ido a por unos libros en su taquilla, así que los dos se encontraban solos.

- No pasa nada. A mí también me ha pasado.- le sonrió Jungkook.

- ¿No tienes hambre?

- No, tranquilo.

      Verle comer tan cómodo reconfortó al menor. A pesar de haberle conocido hace un año, Jungkook admiraba a Tae como el gran hermano que era.

      En ese momento, Hoseok entraba por la puerta de la cafetería, solo, pero al ver el ambiente decidió marcharse. Jungkook observó cada movimiento del chico con detalle; nunca entendería su amistad con Taehyung. Dos almas distintas, una tranquila y la otra juerguista, mas con un vínculo de amistad aunque parecido a un hilo fino.

      El bipolar, llamado así por Jungkook, salía al patio para matar el tiempo. Las clases eran largas pero últimamente sentía que los descansos lo eran más. No tenía nada ni a nadie. Siempre había sabido que esa no era su gente; nadie lo era. Se consideraba un ser que sobraba; aunque por dentro sabía que habría alguien como él en un punto del mundo o mejor, en Canadá.

       Cuando se enteró de que se iba a montar una fiesta el día de Halloween, se sintió como cualquier otro día: indiferente. Las fiestas podrían ser divertidas pero su alma  no le permitía sentir tal satisfacción, por lo que no era su royo. Sin embargo, cuando estuvo con Yoongi, sacó el tema por curiosidad:

- Me han dicho que hay una fiesta el 31.- comentó tirando una piedra al mar. Ese día se había olvidado la guitarra.

- Te recomiendo que no vayas. Siempre es un asco y acabas manchado de vómito a la media hora.

- Guay.

      Hoseok se preguntaba si él había ido a muchas fiestas. Parecía que sabía sobre el tema o puede que estuviera contando la escena de una película americana. Sea lo que sea, desde un principio tenía pensado no ir.

- Tampoco lo iba a hacer.- continuó- ¿Tú irás?

- Supongo. Depende si me apetece fastidiar el ambiente o no.

     Hablaron un rato más sobre la energía nuclear, un tema casual para los dos, hasta que decidieron volver a casa. Otra vez más, al salir del bosque, Yoongi se dirigía dirección contraria a Hoseok hacia lo que este suponía que sería su hogar. Realmente no conocía nada de ese minúsculo pueblo.

     Volviendo a casa, el castaño pasó por la tienda de música que hace unos días descubrió. Aún le sorprendía que en ese lugar tan estricto, pudiera haber algo así. Y anda que era increíble. Todo el recinto estaba pintado de negro bajo algunas pinturas de graffiti de bandas y logos. Largas filas de vinilos se hallaban en bajas estanterías, llenas de grupos metal, rock, pop y, seguramente, todos los géneros del mundo; algunos nunca vistos. Al final, había unas estanterías mucho más grandes con CDs e incluso cintas. La melodía de Río de Duran Duran sonaba de fondo, contrastando con el otoño de fuera. Hoseok aseguraba que podría estar en Londres si no fuese por el dependiente coreano que se encontraba ordenado unos discos.

- ¿Te puedo ayudar en algo?- preguntó cuando reparó en él.

- Solo estoy admirando el entorno.

- Vaya que profundo...- rió el chico por su improvista honestidad. Le miró por unos segundos, sabiendo perfectamente que le rondaba en la cabeza.- Se que te preguntas qué hace esto en la nada de Corea del Sur.

- Cualquiera se lo preguntaría.- respondió aún mirando a su alrededor.

- Es una forma de rebelarse contra el país, o eso dicen los viejos que pasan por aquí. Y otros no tan viejos.- dijo casi en un susurro.- Yo lo veo una forma de abrirse a otras cosas. Uno de los grandes miedos de aquí.

    Le pareció increíble su forma de hablar, como si fuera uno de esos americanos que había visto en la tele. Seguramente había vivido miles de experiencias a diferencia de los de ahí. Él sí que había vivido.

- ¿Y cómo mantienes este lugar tan grande?- Hoseok estaba muy curioso por todo, era lo que había deseado, todo lo que su padre le había contado.

- Aunque no lo parezca tengo mucha clientela. Al igual que tú, muchos jóvenes e incluso adultos también se interesan por estas cosas, vivir un poco, sabes. Vienen aquí para salir de su entorno de oficinas y lecciones.

- Por la forma en que me lo dices y la ubicación, parece algo clandestino.

- Casi.

    Hoseok le pareció increíble ese hombre. Era algo no visto para él, alguien avanzado; a diferencia del mundo en el que vivía, donde las cosas iban unos años atrasados, a pesar de que tecnológicamente todo avanzaba.

      Tras unas pocas palabras y prometer que volvería, Hoseok se dirigió definitivamente a su casi roto hogar.

❝Savior❞. jh&myDonde viven las historias. Descúbrelo ahora