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        Los últimos días los pasaba fuera de casa, ya que ahí era peor. Las broncas entre mis padres habían aumentado y mi madre estaba muy alterada últimamente, aunque intentaba taparlo  probando nuevos hobbys. Yo me alejaba, como siempre. No quería problemas.

    Me encontraba de nuevo caminando por los alrededores, intentando evitar los lugares más poblados. Por lo que la idea de meterme en el bosque fue una buena opción.

    Todos el mundo nos decía que no podíamos entrar ahí, que era peligroso. Hasta de pequeños nos contaban historias sobre aquel "escalofriante" lugar.

     "Encontraron los cuerpos de dos adolescentes muertos una mañana. Nunca supieron quien había sido el culpable y por eso es peligroso entrar."

      Me lo contaba mi abuela cada vez que iba a su casa desde los 12 años y, a pesar de eso, las parejitas iban a divertirse. Algunos aseguraban que había sido el jefe Min porque le vieron cerca de la escena el día del accidente y, al ser policía, podría tapar pruebas, pero no pasó de ser un rumor.

      Continué caminando. Sin rumbo. Sin fijarme que acababa de salir a una explanada. Al notar el cambio de suelo, menos raíces y piedras, levanté la mirada encontrándome con un extenso terreno que ascendía hacia arriba, verde y descuidado por el paso de los años. Di un esfuerzo de más, curioso por lo que podría haber arriba. Me quedé fascinado con las vistas; un gran barranco de piedras se encontraba delante mía y después, el inmenso mar.

     Me senté en una de las rocas del final a la derecha y dejé que el aire me golpeara la cara. Sentí una gran tranquilidad al no oír nada, excepto las olas romperse. Por eso, al escuchar unas pisadas, me alteré. Seguramente era una persona, pero eso no me relajaba. Esperaba que no fuera un conocido, porque se lo contaría a mi madre y sería el fin; o peor, a mi abuela.

     Con cuidado y sin hacer ruido, intenté asomarme por alguna de las rocas siguiendo el sonido. Vi al chico "pervertido" sentado en el borde de una gran piedra mirando hacia abajo. No sabía que hacer; si acercarme o irme en silencio.

      Opté por la segunda, así que me largué.

***


  Me habían vuelto a echar de clase por "molestar". Ni siquiera sabía porque seguía yendo. Ya me tomaban como un enfermo y abusón. Nadie se me acercaba, nadie me molestaba, excepto Jimin y su pandilla de chupapollas.

     Como seguramente no me iban a dejar entrar en todo lo que quedaba de clase, me salí del instituto.
  
     Me planté delante de nuevo, al bordillo. Pensé en mi padre y en lo duro que habían sido los últimos 5 años para mi hermano y para él. Sabía que ninguna vida era perfecta, pero era imposible que la mala suerte te durara tanto tiempo a menos que alguien lo haya estado haciendo mal.

     Apreté los puños con fuerza y solté un gran suspiro. Sería la última vez. Oí una melodía a mi derecha, como de una guitarra. Me asomé y vi al chico castaño con el instrumento entre sus manos, intentando afinarlo. Pensé en pasar de él, pero los acordes me mataban los oídos.

- Lo estás haciendo mal.- le solté.

     Él dio un respingo y se echó para atrás; sus ojos brillaban, como un cachorrito asustado.

- Y-ya lo sé.- admitió y volvió con lo suyo.

     Chasqueé la lengua cuando volvió a equivocarse.

- Pon el dedo aquí.- le señalé.

     Obediente lo puso como le dije y volvió a probar. Sonrió mínimamente al ver que lo había conseguido.

- ¿Desde cuándo tocas?- mi pregunta pareció haberle recordado que me encontraba ahí.

- Lo he intentado y he dejado tantas veces que he perdido la cuenta.- se encogió de hombros.

     Me senté enfrente suya, a una distancia prudente, y le pedí que tocara una canción. Al principio se quedó sin hacer nada, pero después, patosamente, empezó.

- Tampoco está mal.- alagué.

     Me miró sorprendido y luego musitó un gracias para volver la mirada a la guitarra. Estaba más reservado que la otra vez.

- ¿Y las heridas?- me preguntó. Yo observaba el mar.

- No era nada. En unos días ya no estaban.

     Parecía querer decir algo más, pero no se atrevía. Al final, lo soltó.

- ¿Por qué te lo hicieron?

- No sé.- mentí- ¿Por qué la gente mata o empieza guerras? Seguramente se aburrirían y querían molestar a alguien.

- ¿Y por qué no te defendiste?

     Hacía demasiadas preguntas.

- Porque soy pacifista.- dije ya cansado. Me levanté de un salto y me espolvoreé el pantalón.- Tengo que irme. Nos vemos en un futuro cercano.

     Y, con la esperanza de un nuevo día, me fui por donde había venido.

❝Savior❞. jh&myDonde viven las historias. Descúbrelo ahora