Capítulo 7.

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Entonces dejé de respirar por segundos que parecieron vidas infinitas. ¿Qué hacía él en mi casa? ¿Mi madre ya lo había visto? ¿Porqué razón era MI casa?

-¿Qué rayos haces aquí?- Escupí mis palabras a causa de la sorpresa y el ¿Miedo?. Me barrió con la mirada y esbozó una sonrió burlona.

-Sea lo que sea, no estoy vestido de tampón con menstruación incluida- Lo fulminé con la mirada.

-Damian, hoy no. Eres mi profesor, ni siquiera deberías estar aquí.- Bajó la mirada y esbozó una sonrisa nerviosa.

-Lo sé, lo sé, pero necesito un favor- dudé en preguntarle cuál era el favor y el se dio cuenta al mirarme a los ojos- Necesito la foto que me tomaste con Emilia ese día del restaurante.

-¿Porqué habría de dártela?

-Pues porque necesito una prueba- su cigarrillo pasaba de su boca a su mano repetidas veces, él se veía como Adonis pero hoy no era el día en que quería que Damian estuviera en mi casa.

-Te la daré si me dices de que se trata todo esto- Una mirada confusa atravesó su rostro- Me refiero a que me digas que hacían tú y Emilia en aquel restaurante, la tensión evidente entre tú y ella. Lo quiero saber todo, con historia incluida- Él se lo pensó dos veces.

-No puedo hacer eso, la escuela no me lo permite. Lo siento- Bufé y rodé los ojos.

-Tampoco te permiten estar en la casa de una de tus alumnas a las nueve de la noche, si mal no recuerdo- Se puso tenso y luego miró hacia otro lado mordiéndose el labio inferior.

-Okay, okay. ¿Crees que te dejen dar un paseo en moto a las nueve de la noche?- Lo pensé, era obvio que no me iban a dar el permiso pero... Esbocé una sonrisa perversa.

-Es obvio que no me van a dejar, pero hasta dónde yo sé, ellos no saben que he llegado aún.- Él volvió a sonreír, mirándome.

-Okay, pero no voy a dar un paseo con alguien que se ve cómo tampón usado- Miré mi vestido y el tinte rojo seguía siendo muy muy muy notorio, mi profesor se quitó su chaqueta de cuero y me la extendió. Me quedé mirándola sorprendida- Anda, que no tenemos toda la noche- Me coloqué la pesada prenda. Me quedaba enorme. Me echó un vistazo y sus mejillas se tornaron rosadas, que sexy hombre. Caminamos hasta su moto y nos subimos, me abracé a su cintura y el hizo rugir el motor como un jaguar.
Cuando la moto avanzó y fue subiendo su velocidad, el viento rompía en mi cara y el frío me ponía la piel erizada, pero no se sentía mal, más bien tenía el dulce sabor a libertad, el viento sabía a vida. Llegamos a un lago de agua, qué aún el la oscuridad, se veía azul. Nunca había venido a esta parte de la ciudad, era muy hermoso. Al lago lo adornaban unas farolas de luz caliente y había un puente de madera que llevaba hasta el centro del lago, donde había un pequeño kiosco lleno de enredaderas y flores. Damian me llevó hasta allí y nos sentamos en el suelo de madera.

-Me gusta venir aquí- comenzó él- y más de noche. Es un lugar que casi nadie conoce. Es mi lugar de pensar.

-Profe, esto es muy hermoso- sonrió avergonzado y bajó la cabeza.

-Ahorita mismo no soy tu profesor, Luciana. Y, cuando quieras, te puedo traer de nuevo- Ahora la de la sonrisa nerviosa era yo.

-No me digas así, dime Luci, si no me siento como perro regañado– él soltó una escandalosa risa y yo reí por lo bajo- Y gracias, te avisaré si quiero volver aquí-Me miró y yo a él por largos segundos. De pronto recordé el propósito de estar aquí. Carraspeé con la garganta- Bueno, bueno. Quiero oír la historia, completa, por favor.- Su mirada pasó de verme a mí a ver al suelo, algo incómodo y rígido.

Tan Ligeras Cómo el Humo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora