Capítulo 8.

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En cuanto cerré la puerta de mi casa, dejando atrás de ella un sexy Damian, resbalé hasta quedar sentada en el suelo recargada en la puerta.

En este momento no pensaba en Philp, tampoco en Carolina, ni Emilia. Pensaba, o más bien recordaba, el kiosco en medio del lago, el baile sin música, las farolas decorativas, el beso, sus brazos, sus muy coordinados pasos de baile, todo era un sueño, una fantasía. No me importó mi vestido húmedo y sucio, ni mi cabellera loca ni siquiera mi pinta labios corrido, no me importó absolutamente nada porque a él tampoco.

Mis pies me llevaron escaleras arriba. Entré a la habitación de mi madre que se había quedado dormida, planté un suave beso en su mejilla y me escabullí en la mía. Azoté mi bolso pequeño sobre la cama y brinqué en ella. Sabía que me tenía que bañar y poner el pijama calentito, pero en cambio me quedé mirando al techo y sonriendo como idiota y así, poquito a poco, me fui quedando dormida.

6:30 a.m. Miércoles.

Un molesto ruido sonó y me despertó de un sueño, me levanté y me di  cuenta que seguía con el vestido rosa tintado de rojo y todo volvió a mi mente. Sonreí pero mi gesto también se frunció al ver que tenía 67 llamadas perdidas de Philip y 32 mensajes de texto de Carolina. Por Satán ¿no pueden estar pendientes de sus cosas por una noche sin dejar de molestar? Hablo de que Caro de seguro me avisaría que hoy tenía que dar una decisión sobre lo de París y lo que haría Philip sería empezar otra discusión sobre lo de Lizbeth.

Me bañé, vestí y preparé para la escuela. Era muy temprano porque ni mi madre se había despertado. Casualmente mi auto no tenía gasolina entonces me tuve que ir en autobús, sentía que mi día sería horrible, lo presentía pero nada de lo que pasara hoy borraría la alegría de ayer en la noche. 

Literalmente me fui dando saltitos y bailando hasta la parada del autobús. Estuve un rato ahí parada escuchando canciones de amor que me recordaban a él, pero entonces una Harley Davidson roja se puso frente mío y su conductor se quitó el casco para dejar ver su sexy rostro, un Damian me sonrió e hizo un ademán para que me subiera a esta, obedecí casi de inmediato, me cedió su casco y antes de que me lo colocara plantó un beso en mi mejilla.

Me pregunto si esto no es un sueño porque suena muy fantasioso. Condujo por un camino lleno de árboles en época de otoño y haciendo locuras con la motocicleta, mientras se desviaba del camino que lleva al colegio, las risas eran intensas mientras que de fondo se oía la canción Moments de One Direction. Pero entonces atrás de nosotros se oyó una furiosa bocina de autobús que nos iba persiguiendo entonces él aumentó el paso de su moto pero la bocina furiosa sonaba cada vez más fuerte... hasta que desperté.

Estaba recargada en el poste que indica la parada del bus y éste estaba estacionado frente mío esperando a que reaccionara y subiera, sacudí la cabeza y entré al vehículo pidiéndole mil disculpas al conductor mientras me encaminaba a mi asiento junto a la ventana.

Uff. Que estúpida fui al creer que de verdad Damian pasaría por mí en su moto. Como si esas cosas me pasaran. ¿Pero qué digo? Si mi suerte no es mala, todo lo que pasó la noche anterior era cierto y me debía concentrar en todo lo de anoche, digo, igual no es cómo si pudiera pensar en otra cosa y si llegara a pasar eso serían más historias tontas de mi mente como la del camino de árboles.

Alguien se sentó junto mío y me despertó de mis cavilaciones, pues lo hizo tan bruscamente que nuestros hombros chocaron provocando dolor, por lo menos en el mío. Era el chico de las gradas, él que jamás habla y quiere imitar a Slash.

-¡AUCH!- Grité un poco. El giró su cabeza 90° para mirarme y frunció el ceño.

-Humm... Lo siento, no fue intencional- Rodé los ojos.

Tan Ligeras Cómo el Humo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora