Capítulo uno

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Capítulo 1

En la mansión Dovecot, los sirvientes se afanaban por dejarlo todo elegante y magnífico para recibir al invitado, que no tardaría en llegar, un amigo del señor de la casa y además su abogado, en quien tanto confiaba, eso era lo que creían los sirvientes y su propia familia, ya que Peter, aún no hablaba con ellos sobre su ruina y todos creían que la visita del abogado, traería buenas noticias, la familia esperaba en el comedor, cuando sonó el timbre.

—Yo abro.

Dijo Hiseli, quien corrió al recibidor para abrir y dejar entrar invitado.

— ¡Que niña! para eso está la servidumbre.

Se quejo su madre. Lucila, siempre había intentado enseñar modales de dama a su hija. Un fracaso total. La joven no era en lo absoluto una dama de alcurnia, al menos, se consolaba la mujer, con que no fuese tampoco de esas extravagantes y libertinas socialite, de las que tanto habla la prensa contando sus escándalos.

—No es tan niña.

—Oh, Peter lo es.

—Para niña Selene.

—En cuanto a edad, pero te juro que mentalmente Hiseli, es menor.

Dijo viendo con cariño a su hija que tendía a ser muy jovial e infantil, contraria a su hermanita bastante seria y educada. Una adulta en miniatura.

La chica abrió la puerta blanca de madera y cristal y se quedó petrificada ante la visión del hombre alto, moreno y fuerte que estaba frente a ella.

—Hola milady, soy Armand Callawey.

— ¿Sí? Quiero decir si, pase usted, por favor.

—Gracias.

—Es usted más joven de lo que pensaba.

— ¿Joven? Si supongo, ¿pensaba que era un anciano?

Pregunto el moreno con una sonrisa. Una sensual sonrisa. Pensó la joven.

—Algo así, pero es joven y apuesto, ¡ou!, no vaya a creer que soy coqueta, es sólo que suelo hablar demasiado y tiendo a decir lo que pienso, acostumbro a hablar antes de pensar y también puedo ser muy infantil, papa dice que eso es malo, pero ya que. Soy química y me encantan los experimentos, trabajo en una empresa que diseña productos como perfumes y cosméticos y...

—Señorita...

—Y trabajo en una compañía dedicada a la mujer y además...

—Señorita, por favor.

—Oh, sí lo siento, hablo demasiado ¿verdad?

— Efectivamente señorita.

—Lo lamento, ¿me perdona?

Armand no pudo evitar sonreír, esa chica era un caos, pero era verdaderamente encantadora, sí él aceptaba la propuesta de Peter... ¿cómo sería tener a una criatura así de radiante en su vida? vigorizante, pensó, pero la lucidez le volvió y dejo de sonreír.

Sí se casaban, lo más probable sería que ella le odiara, y ya no vería más esa radiante sonrisa, sólo una chica mal encarada y odiosa, o tal vez mucho peor, una flor marchitándose. ¿De dónde sacaba esa poética deducción? ¿Flor? pero sí, sería fatal verla triste, pero por otro lado ¿verla?, casi no la vería. Él nunca estaba en casa, era un adicto al trabajo, trabajaba de doce a quince horas diarias, nunca estaría con ella.

Química legalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora