Capítulo 4

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Capítulo 4

Un Porsche plateado aparco en el estacionamiento de Eltar Cosmetics, Hiseli bajo de él y se dirigió felizmente a su oficina.

— ¡Vaya carrazo el que está afuera! ¿De quién es?

—El auto, no lo sé Cindy, pero esta fabulantastico.

—Se ve nuevecito.

—Sí, lo es, un Porsche Interactivo 2021, es genial verdad.

Dijo la chica al oír los comentarios de las demás empleadas, las cuales se acercaron a ella para seguir con el chisme.

—Sí ¿sabes de quién es?

—Sí, es mío.

La flamante sonrisa en el rostro de la muchacha, le daba el aspecto de una modelo de dentífrico.

—¡Wau es perfecto! pero ayer no traías un auto.

—No, me lo compro Armand, esta mañana, antes de salir para Prince Eduard.

— ¡Que suerte tienes!

—Y ¿por qué así?

Inquirió su compañera Cindy, la metiche del grupo.

—Pues estaba muy celoso porque el Doctor Grant, me hizo el favor de llevarme anoche y él dijo te comprare tu propio auto y allí lo ven, yo quería un Montza o un Pointer, algo más económico, pero él dijo yo conduzco un Porsche y tu conducirás un Porsche ¿cómo negarme? Elegí este.

— ¡Que maridazo! a mi si me lleva a casa un hombre, el mío se pone celoso y me da una paliza, lejos de comprarme un auto.

Se quejó otra chica, cuyo rostro reflejaba distintas emociones desde asombro, a envidia y tristeza. Cindy la encaro y le respondió.

Pues tú eres una dejada Mónica, por eso te pega, a mí me daría un regaño, pero nada más.

— Tampoco la juzgues, pero sí Moni, debes buscar ayuda, no dejes que te maltraten. El mío, haría una rabieta, se pondría en tono ¿Ya no me quieres? Claro como subí tres kilos. Es un dramático.

—Yo ni tengo, estoy soltera y libre y sola buaaaa, pero ...Mencione ya que soy libre.

Dijo Graciela, quien solo lamentaba su soltería el nefasto día de san Valentín el resto del año era feliz con lo que consideraba su libertad.

—Bueno Armand, me regaño, pero me dio este lindo auto, aunque ustedes tuvieron luna de miel y noche de bodas, yo con gusto cambiaria eso por el Porsche.

Se quejó Hiseli y después se arrepintió al acto, ¡qué vergüenza! Sólo Leonel, sabía eso, ella y su grande bocotá.

— ¿En serio? Pensé que no amabas a tu marido.

Comento Sonya, quien, por ser su amiga, sabía un poco más del tema. Estaba al tanto del matrimonio por contrato, pero hasta allí.

—Sí, pero sí lo deseo, si esta rebueno el condenado, además esta ese asunto del amor, ustedes, si aman a sus hombres y ellos a ustedes, Armand no me ama a mí, sólo cuida sus pertenencia y no le importa gastar para ello, es como si fuera una joya a la que compro un caro equipo de protección, él no me ama para nada, sólo es mi celador.

— ¿Sólo se ama así mismo?

—No, Mary, es incluso peor, creo que no se ama ni a sí mismo, por eso es que no tengo fe en que llegue a amarme, porque sé que, para amar a alguien, primero tienes que amarte a ti mismo y yo creo que él se desprecia.

Química legalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora