Capítulo 3

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En multimedia Erien Grant.


Capítulo 3

¿Por qué? Se dijo ¿por qué?, había algo en Armand, que le atraía mucho y otro algo que le alejaba de él, no lo comprendía, era un tipo misterioso, pero muy apuesto lamentablemente, estaba tan amargado que no tenía idea de cómo tratarlo.

Algo lo atormentaba, eso era seguro, pero ¿qué? además ¿por qué ayudar a alguien que no lo pedía? porque lo necesitaba, tal vez, era evidente que él se negaba a pedir ayuda, pero sus ojos imploraban y ella quería mitigar su dolor, para eso tendría que encontrar la razón.

— Difícil tarea.

— ¿Qué es una difícil tarea?

Pregunto Armand, mientras estaban en el desayunador.

—Oh. pensaba en mi trabajo —Mintió.

—Ya veo, pásame el café por favor.

— ¿Armand?

—Sí.

— ¿Te sientes mejor?

Pregunto mientras le acercaba una taza de humeante café negro. Sin azúcar, tan seco como lo era él mismo.

—Ayer no estaba mal, Hiseli.

Respondió intuyendo a dónde quería llegar la chica.

—Estabas enfadado y creo que algo triste.

—Tal vez.

— ¿Quieres desayunar? Hay croissant y frutas. —Ofreció. Minutos antes, había asaltado la cocina, buscando tanto en la despensa como en el refrigerador y escogiendo lo que más le gusto.

—Sí, tengo hambre ¿trabajaras hoy?

Se sirvió una porción de diversas frutas y un par de Croisants, mientras buscaba hacerle algo de plática.

—Sí, le dije a mi jefe que no hubo luna de miel, le hable hace unos quince minutos.

—Ya ¿se sorprendió?

—Sí, eso es lógico, casi todas las parejas la tienen y siendo tú tan rico.

—Tengo mucho trabajo, pero si quieres puedes viajar conmigo, tengo un caso en Prince Eduard, salgo para allí mañana.

— ¿Te darás tiempo para estar conmigo?

Pregunto esperanzada, aun no sabía por qué, pero quería hacer cosas con él, quizá para que se conociesen mejor, si estaban casados tendrían que conocerse bien tarde o temprano, no esperaba vivir una fantasía romántica, pero quizá lograsen tener una buena amistad o una convivencia agradable.

—No creo.

—Entonces olvídalo.

— ¿Que horario laboral tienes?

Pregunto con curiosidad viendo hacía el reloj.

—Ah entro a las doce treinta y salgo a las seis.

— ¡Tan poco tiempo!

Le sorprendió lo cómodo y simple de ese horario, pensó que era similar al que se daba a los pasantes, quizá su esposa lo fuera, aún era joven.

—Sí, y no es poco es mucho, debería entrar a la una.

Comento con una sonrisa traviesa, esperando su reacción, pero él sólo se encogió de hombros y se levantó dejando su plato aun, con parte de la comida. Mismo que metió en el refrigerador. Pan incluido. La chica pensó que se quedaría frio y duro. Volvió a mirar a su marido quizá era así de tanto comer pan frio y duro. Curioso, que su pensamiento tonto, tuviera algo de cierto.

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