Pibita esa

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 Capítulo Trece

 Me desperté como la gente, con ganas de seguir durmiendo.

Y deseando tener un celular nuevo.

Si, gente. Murió mi muy querido y amado teléfono. Q.E.P.D, tenía buena cámara, buenas fotos y mil canciones.

Me vestí y fui a la cocina a desayunar, donde me esperaba mi querida y adorable madre, despeinada y con su pijama.

—¿Por qué no me contestás cuando te llamo en tu celular? — Me preguntó con mala cara, evidentemente con mal humor.

Ups, me olvidé de mencionarle un pequeño detalle.

— Será porque el turro de la parada me lo robó— Chamuyo tratando de ser convincente.

— Ese turro es buena gente, no te creo, él no te hizo nada— Soltó un suspiro y se dió vuelta para mirarme con su cara de culo —¿Qué le pasó a tu celular, Lucía? — Casi sin paciencia.

Llevé mi mirada al piso, avergonzada. — Puede ser que salió volando de la ventana del cuarto de Camila y se rompió— Le contesté mientras giraba mi pie de un lado a otro.

Entonces pegó el grito de los gritos.

—¡¿QUE?! — Abrió tantos sus ojos, que pensé que en cualquier momento se les iban a salir — No vas a volver a tener otro celular hasta el día en el que te consigas trabajo y te puedas comprar tus propias cosas— Me sermoneó.

Auch.

TACHEN LO DE MI QUERIDA Y ADORABLE MADRE.

Salí de casa y fui a la parada del bondi, algo desanimada. Sin escuchar música, que triste, che.

Llegué a la parada y, como estaba el colectivo, me subí. Me fui como siempre a los asientos del fondo, pensando que extrañaba mi celular. Mi querido vicio.

Unas cuantas paradas después, subió el chico del bondi, Theo.

No me acostumbraba a su nombre.

Vino hacia mí, se sentó, se acomodó y giró para poder hablar conmigo.

—¿Leíste la carta que te hice? — Preguntó con la palabra inocencia tatuada en la frente.

— Sí. Te llamé, pero cuando te iba a hablar, una criatura con problemitas, me empujó sin querer, haciendo que mi celular vuele por todo Buenos Aires— Le respondí.

— Wow, eso no es algo que le pase a todos— Me dijo asombrado.

— Si, todavía no lo supero— Dije suspirando.

—¿A quien?

—A mi celular— Le digo obvia.

Y así, hablamos de cualquier cosa, mientras el tiempo se va volando.

Estaba cerca de la parada donde tenía que bajar, cuando lo escuché decirme:

— Hay que salir.

—¿A donde? — Le pregunté curiosa.

— No sé, hay que ver que es lo que se puede hacer en el momento— Me propuso.

En eso, me despedí de él y me bajé.

— EL SÁBADO POR LA TARDE— Me gritó, ya que el colectivo se estaba yendo. — Y ES UNA CITA.

¿Qué?

¿Cómo?

Me estaba riendo como una tonta enamorada.

Pero, la tenía que cagar.

Mientras caminaba hacia el colegio, me acordé de la pibita esa que lo acompañaba en el bondi, agarrándole la mano.

Y ahí se desmoronó todo.

¿Lo peor?

Cuando llegué al colegio, me avisan que no hay clases porque no hay luz.

Qué suerte la mía. 

El chico del bondi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora