No quiero creerlo

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El invierno llegó y con el las malas noticias, y es que habían pactado llevarse a Enzo a principios de verano.

Mis suplicas no sirvieron de nada. Y por lo visto una vez comprado yo ya no lo podía comprar (y aunque pudiera, no podría económicamente).

Y así fue como todas las mañanas me fui con el y aprendí a aprovecharlo al máximo. Le daba mas galletas y hacíamos mas juegos y yo lo único que quería era no perderlo.

No mires al rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora