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—Yo no quiero sonar emocionado, pero creo que... ¡esto es lo más cool que hemos vivido en todo nuestro viaje!

—Max... definitivamente tienes que plantearte el significado de lo que es cool, y lo que no es cool —soltó Miranda.

—¡Qué amargada! —soltó Cooper.

Haber pasado un par de días dentro del Baptidzo quizás había sido algo que nunca había formado parte de los planes de Miranda. Pero... a decir verdad, ¿qué había formado parte de ellos desde el 21 de enero del año en curso? Nada, absolutamente nada, había salido como ella lo hubiera esperado.

Todavía recordaba aquél día. Se había despertado temprano, había arreglado sus cosas, y había acudido al aeropuerto de Fort Lauderdale. Tenía varios objetivos, pero uno de ellos había sido encomendado a ella por razones especiales. Obvias. Únicas.

Se paseó durante algunos segundos, alrededor de muchos de los Pasajeros que abordarían finalmente la promesa de los viajes. La nueva línea de Atlantic. El avión comercial más grande del mundo. Dos mil afortunados tendrían la oportunidad de vivir el viaje inaugural, y entre todos los susodichos, ella era la única infiltrada para revisar que todo estuviera en orden.

Sin embargo, también estaba ahí por otra persona. Llevaba meses reuniendo la evidencia suficiente para atrapar al responsable de muchas fallas en el sistema, así como el robo digital de muchos datos que eran importantes para la MI6.

Max Hammer. Un hacktivista lo bastante joven.

¿Dónde estaría? ¿Dónde vivía? Nadie lo sabía, pero en cuanto revisó la lista de Pasajeros junto con su expediente... supo que podía atrapar a su presa. Era el momento.

Al llegar a Madrid, bajaría con él y lo tendría en su poder.

Después de algunos minutos, encontró al muchacho frente a la máquina expendedora. Estaba ayudando a otro hombre, uno con barba, que se había mostrado un poco nervioso a la hora de ingresar los billetes.

Miranda sabía hacer su trabajo. Esperaría el momento justo, se presentaría, e intentaría ganar su confianza. Max era alguien listo, quizás el joven más brillante de su edad. No sería sencillo, pero aquello era fundamental para terminar su misión.

Finalmente, el hombre de barba se despidió de Max y se retiró camino a la sala de espera.

—¿Es amigo tuyo? —necesitaba comenzar a hablarle.

Max volteó al momento e intentó sonreír. Se le veía un poco tímido.

—¿Él? —titubeó Max—, lo conocí hace diez minutos.

—Es atractivo —dijo ella—, me llamo Miranda.

—Ma... Max.

—Pareces nervioso, Max —¿la reconocería? Según sabía, Max nunca había tenido problemas con la ley anteriormente. Necesitaba algo para convencerlo de que no estaba allí por él.

—Alguien nerd como yo no contaba con hacer dos amigos el mismo día.

—¿Me consideras tu amiga? —todo marchaba bien, al parecer.

—¿Quisieras serlo? —Max rió.

Miranda rió con él.

—¿Tienes un plan para el viaje? —le preguntó.

—Pensaba en Paris... pero estoy más interesado en Japón... ya sabes, el anime, los videojuegos... quiero saber si en verdad Godzilla ataca la ciudad cuando cae la noche. —Max encogió ambos hombros y la miró fijamente—. ¿Y tú?

Paralelo [Pasajeros #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora