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Owen sacudió su cabeza por unos segundos. Aún le zumbaban los oídos, y apenas había recuperado el control de la mitad de su brazo izquierdo. No podía sentir sus dedos, ni mucho menos su otro brazo.

—Nunca creí que volvería a tomar un tornado como medio de transporte —dijo unos segundos después.

Dylan apenas podía mantenerse de pie. Su cabeza daba vueltas sobre sí, y le costaba bastante trabajo poder dejar la mirada fija en un solo lugar.

—Veo dos Owen...

—¡Entonces ya somos tres! —se bufó éste.

Dylan rio por lo bajo, pero intentó no darlo a notar demasiado, aún se sentía muy mareado. ¿Quién demonios viajaba por tornados de ese modo?

—Tenemos que buscar a los demás... —logró decir.

—Kevin Smith ya está haciendo eso —le repitió Owen—. Al menos a los dos mil que vienen con él.

—¿Qué hay de los nuestros?

—Primero dejaré que tu pierna se despierte; luego podremos ponernos en camino.

Owen tenía razón. Dylan apenas y podía mantenerse de pie, y no era sólo el mareo lo que estaba obligando al muchacho a detenerse cada medio metro que caminaba, sino también el hecho de que su pierna izquierda estuviera entumida. El viaje a través del tornado lo había dormido casi por completo.

La buena noticia de todo ello era que Dylan no tendría que volver a viajar en tornados de nuevo. El único que podría ser un posible medio de transporte sería el Torbellino, en las afueras de la Isla, pero dudaba bastante que, en algún punto de su vida, optaría por tomar aquella opción.

—¿Ya estás listo? —le preguntó Owen al cabo de unos minutos—. Creo que ya siento mis dedos de los pies.

—Sí, ya lo estoy —dijo Dylan, estirándose un poco—. ¿Qué vamos a hacer?

—Movernos un poco —respondió Owen, marcando el paso más adelante, entre un par de arbustos—. Quiero ver qué tan peligrosa es esta isla.

Se mantuvieron juntos a lo largo de su exploración. Los árboles seguían siendo del mismo color, en un tono muy oscuro. A diferencia de cualquier otro árbol que Dylan u Owen hubiesen visto a lo largo de sus vidas, los de la Isla Opuesta tenían algo diferente. De sus troncos manaba un líquido mucho más oscuro, que al momento de tocar el suelo se evaporaba, provocando una gran capa de neblina que cubría los alrededores.

Más delante de donde estaban, Dylan dio con un claro lo bastante grande como para albergar a un gran número de personas. Max estaba allí, junto con Cooper.

—¡Chicos! —bramó Cooper al verlos.

—¡MENOS MAL! —añadió Max—. ¡Bill, Aurora! ¡Los encontramos!

—¡Silencio, o vas a llamar la atención de las bestias! —Dianne apareció detrás de algunos matorrales, junto con Kevin Smith, y otro de los Pasajeros de la Dimensión Dos. Un hombre de piel negra, vestido con ropa deportiva, y con un pequeño rasguño en la mejilla.

—Qué bueno que estamos nosotros aquí —dijo Owen—. ¿Qué ha sucedido?

—Todos hemos despertado en diferentes lugares —dijo Kevin Smith, rascándose la barbilla—. Klebber encontró a algunos de los nuestros. Veo que ustedes ya encontraron a... ustedes, pues.

Un portal se abrió a un costado de ellos, y Aurora emergió de él con una sonrisa notoria. Detrás de ella apareció Bill, con una rotunda cara de desprecio.

Paralelo [Pasajeros #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora