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James quería entender que lo que Luna decía tenía algún sentido, pero como todo, absolutamente todo lo que había vivido con anterioridad no lo tenía, dudaba de llegar a aceptarlo directamente.

—¿Qué necesitas exactamente?

—Que me abran camino... no sé... quítenme a todo lo que esté vivo, si puedes distraerlo, estará mejor.

—Luna... —James la tomó de los hombros, y no le importó si el mismo infierno se desencadenaba a su alrededor—. No pude acercarme ni lo más mínimo. Gasté un cartucho en él. Lo hiero, pero de ahí no pasa. No puedo vencerlo.

—Confía en mí —dijo la chica—. Sé que puedo hacerlo.

—Hay que intentarlo, James —dijo Max.

No sabía si acceder o no. Ya habían llegado hasta ahí. Ya habían perdido a muchos en el camino para llegar a ese punto. Era el final. Era el punto final del viaje que habían comenzado, juntos sin saberlo, aquél 21 de enero. Tenía que hacerlo. Tenía que dejar a su hermana hacer lo que ella sabía hacer. Si era cierto lo que decía, y el Triángulo estaba usándola de un modo diferente a los demás Pasajeros, entonces era importante permitirle hacer lo que tenía que hacer. Si aquél era el único modo de detener a Ben, destruir la Pirámide Invertida, recuperar el Ladrillo de Cristal y colocarlo en su Pirámide, para así liberar a la Isla de su paralización, entonces tenía que hacerlo.

—Muy bien —aún no lo entendía—. Paso por paso. Necesito munición.

—Mi mochila está llena —murmuró Max.

—Será suficiente.

—¿Qué planeas hacer?

James suspiró.

—Vamos a sacar al demonio que está allá abajo.

Tomó la mochila de Max, recargó su arma, y utilizó una de las granadas de Chase para poder transportarse más rápido de lo normal. Llegar a la base no le costó tanto, ni abrirse paso eliminando a dos discípulas de un solo tiro, o reducir a cenizas a un par de Pasajeros de Tinieblas.

Dianne no tardó en unirse a él. Aunque no sabía disparar como una experta, tal y como Max la había llamado, pudo cubrirle las espaldas a lo largo de los múltiples pisos de cristal que lo distanciaban de Ben, que se encontraba en el centro, haciendo movimientos extraños, convocando a más criaturas extrañas. No sólo había Pasajeros de Tinieblas, o discípulas de Pandora, sino que de la nada habían aparecido cuerpos compuestos de humo en su totalidad, que siseaban entre ellos, y se movían a velocidades sorprendentes.

—¡Ni siquiera un Halo en Legendario se compara con esto, viejo! —James logró escuchar uno de los gritos de Max, desde las alturas, mientras acompañaba a Luna y a Cooper por los alrededores, buscando un ángulo bueno que le permitiera a la chica tener una vía libre hacia Ben.

La ventaja, y vaya que era buena, eran los armamentos con los que Chase había estado jugando. Las balas resultaron ser bastante efectivas a la hora del combate. Con un tiro, un Pasajero hecho de Tinieblas se desvanecía, contando un quejido sordo, y las discípulas de Pandora no volvían a levantarse después de recibir el impacto de bala. Las extrañas sombras que Ben controlaba resultaban ser igual de inútiles que el resto de sus aliados. Con un simple tiro, desaparecían.

En cuanto James terminaba de vaciar uno de sus cartuchos, tiraba el arma al suelo, y Dianne se encargaba de sacar otra de la mochila, darse la vuelta y volver a defender la espalda de su compañero antes de que algo, o alguien, pudiera atacarlos de vuelta. En pocos segundos, se terminaron las municiones, y por un lado, todo lo que los separaba de Ben.

Paralelo [Pasajeros #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora