Capítulo Veinticinco. Me Podría Servir Tu Melodía.

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Sería normal que me pasara por la mente la imagen de una barriga enorme cuando supe que estaba embarazada, y sí lo pensé, pero también soñé con otras imágenes... un bebé, Tom cuidando a ese bebé, yo cuidando a ese bebé; no necesité cerrar los ojos para ver un cobertor en el suelo y a mí misma moviendo las cortitas piernas de un bebé que estaría tumbado ahí, a los perros les gustaría olfatearlo y cuando pudieran se tumbarían a su lado, al bebé le tomaría un tiempo acostumbrarse a aquellos acompañantes peludos, cuando fuera más grande esos perros correrían a su alrededor mientras daba sus primeros pasos. Me detuve ahí, porque para dar pasitos debía de ser un bebé bastante grandecito, y mi bebé acababa de anunciarse; Tom ni siquiera lo sabía en ese momento en que yo ya podría imaginarme hasta el sonido de sus risas.

Imaginé muchas cosas que uno relaciona con un bebé, lo que no imaginé fue que me costaría trabajo dar la vuelta en la cama.

- Tom... - Murmuré.

Escuché un gruñido a mis espaldas y moví las piernas para estirarlas un poco.

- Me quiero levantar. – Anuncié con voz ronca.

Tom suspiró y se movió atrás de mí, no estaba especialmente grande y en realidad ya me daba miedo pensar en lo difícil que iba a ser ponerme los zapatos en unas semanas más.

Me alegré cuando parpadeé y vi a Tom frente a mí, ofreció su mano y solté las sabanas para aceptarla. Tom sonrió y se aclaró la voz antes de hablar. Sus ojos lucían cansados, tenía sueño, no me molestaba que quisiera seguir durmiendo en su día libre.

- Puedes volver a la cama. – Sugerí cuando me ayudó a ponerme de pie.

- Nah, - me dio un beso en la mejilla, cogiendo mi rostro brevemente; - voy a poner la cafetera.

Asentí, señalando hacia el baño.

Era temprano por la mañana para un sábado, pero ya estábamos despiertos y aunque no le gustaban esta clase de mañanas, yo estaba un poco apegada a mi rutina, y necesitaba ir al baño tan pronto como despertaba. De cualquier manera, sabía que íbamos a terminar tomando una siesta más tarde esa misma tarde; cosa que me ayudó a sentirme mejor al despertarlo.

Caminé hasta el baño al otro lado de la cama y cerré la puerta detrás de mí. Me froté el estómago hinchado con una sonrisa y me volví al espejo por un segundo antes de hacer lo mío. Había pasado una semana desde que Sarah y yo llegáramos a Múnich.

Yo sabía perfectamente que la ciudad favorita de Bill era Berlín, al menos en Alemania, pues su amor por Italia empezaba a ser espeluznante.

Tom estaba en la cocina preparando el desayuno. Fue fácil, todo lo que comimos últimamente eran los pasteles más increíbles. Mi madre me odiaría si descubría que me gustaban más que sus galletas, y para ser justos, éstas eran piezas dulces, suaves y deliciosas de arte culinario. Tanto como Sarah y yo habíamos sido escépticas al respecto, cuando los gemelos nos llevaron a una pequeña tienda el lunes ambas nos enamoramos de los pequeños pedazos de pan que Bill nos presentó. Sólo para descubrir que éstos eran hechos especialmente para él, eran los famosos berliners de los que había estado hablando tanto. Tom no podía detenerme, y como la bebé necesitaba ponerse más grande, ni siquiera se molestó. Nuestro piso estaba lleno de galletas y a Tom no parecía importarle comer algunos conmigo por las mañanas.

Me acerqué a él y pase los brazos alrededor de su cintura, abrazándolo por detrás. Él se rio entre dientes al darse cuenta de que estaba haciendo esto. Sentí su mano en la mía, fue gracioso, porque no podía alcanzar bien, mi vientre estaba presionado contra su espalda y Tom lo notó.

Dream Machine (KOS Temporada 2. Tom Kaulitz Fanfiction)Where stories live. Discover now