Capítulo 29: ¿Te conozco?

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                                                                                        Virginia

Montar a caballo era una actividad que si bien no practicaba muy seguido me quitaba el estrés y me gustaba, mi papá me enseñó a montar a caballo cuando era niña, el amaba a estos animales, jugaba polo casi todos los fines de semana.

Mi caballo se llama sugar, pago para que lo mantengan bien cuidado en el club campestre y vengo de vez en cuando a montar, me transmite mucha paz.

Vamos Sugar, prometo visitarte más seguido pero apresúrate en llegar al establo porque ya estoy atrasada -Le digo intentando animarlo, son las 10 am y el sol quema todo a su paso-

Sugar cruza torpemente un pequeño montículo de tierra lo que provoca que salte ligeramente y mis gafas de sol salgan volando. Genial.

Detendo a Sugar y bajo para recoger mis gafas cuando siento como otro caballo llega trotando ligeramente frente a él. Levanto la mirada y ahí está la versión real de Thor pero con cabello corto...

¿Doctora Hoffmann? -Dice algo confundido al verme-

Entrecierro los ojos por el sol, intentando verlo mejor. El baja de su caballo y al darse cuenta de que mis gafas siguen en el piso las recoge y las extiende hacia mi.

Gracias -Respondo tomándolas- Manuel, ¿no? 

Efectivamente, Manuel Neuer -Responde mientras me vuelvo a poner mis gafas de sol-

En ese preciso momento un recuerdo viene a mi mente como un rayo golpeando durante tormenta eléctrica.

                                                                           Años atrás

¡Papá no quiero pasar todo el verano en un campamento!, y menos si es en el club campestre rodeada de caballos, tengo 14 años quiero estar en casa con mis amigos -Me quejo muy molesta a medida que el automóvil se acerca cada vez más a la entrada-

¡Basta Virginia!, ya no exageres, este club está a 15 minutos de casa, no es para tanto, y exacto, tienes 14 años sigues siendo una niña y haces lo que yo y tu mamá digamos, punto.

Estaba tan molesta, ya saben cómo es uno en la pubertad. En ese momento de mi vida creía que lo más importante era el brillo labial color rosa o algo así (ya que en esas épocas todavía a los niños no les daban teléfonos móviles tan fácilmente como ahora).

Yo me había convencido de que sería el peor verano de mi vida hasta que la llegada de alguien cambió mis expectativas. Era un chico un poco mayor que yo, mucho más tranquilo que los chicos que yo conocía, tenía cabello rubio y los ojos azules más lindos que había visto.

En mi escuela estaba tan acostumbrada a que los chicos fueran superficiales, que compitieran entre ellos por quien era mejor en todo sentido, pero este nuevo espécimen capturó toda mi atención, el sólo se preocupaba por ser el mismo, no le importaba lo que pensaban los demás.

Irónicamente y a pesar de que yo en esa época tenía plástico y brillo labial rosa en vez de cerebro (valga la redundancia), él también captó interés en mi. Eramos polos opuestos en ese momento, mientras yo no quería ensuciarme ni arruinar mis uñas, a él no le importaba nada de eso, pero rayos... nos enamoramos.

Claro, fue un amor de niños, es decir ¿qué se puede esperar de uno mismo a los 14 años? (sin ofender a la población de catorcena de esta época pero antes madurábamos aproximadamente después de los 17, o eso creo...). Aún así fue muy intenso, una buena experiencia, podría decir que difícil de olvidar pero a mi yo de ese entonces le fue muy fácil dejar atrás al chico una vez iniciaron las clases, nunca más volví a saber de él, no me interesé por retomar el contacto, y Manuel quedó como un borroso recuerdo de infancia.

                                                                                     Actualidad

Creo que tengo cara de espanto. No puede ser el mismo chico, no hay forma de que lo sea.

Perder las gafas por un pequeño salto es falta de practica ¿no le parece Doctora? -Comenta el rubio con los rayos del sol sobre su piel haciéndolo brillar- ¿o es principiante?...

No... -Hago una pausa algo perturbada- Yo monto desde que tengo uso de razón...

Él me mira unos segundos algo serio, parece confundido.

¿Desde que tienes uso de razón? -Repite con el seño fruncido-

Si, algo así, bueno... es un gusto verlo por aquí señor Neuer, nos veremos luego... -Digo rápidamente mientras tomo con la mano derecha las riendas de Sugar -

Virginia Hoffmann -Dice mi nombre en voz alta obligándome a detenerme- Tú eres Virginia, nosotros ya nos conocíamos...

¿Cómo? -Digo fingiendo no entender a qué se refiere- 

Eres Virginia Hoffmann, mejor conocida como Gin, campamento de verano...

¿Tú eres ese Manuel...?







The Good Game (Futbolistas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora