VI

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Oscurecía ya cuando Kreim llegó a las montañas de Undhur, ni tardo ni perezoso busco una poca de leña e hizo una fogata, acomodo una roca para asiento, se sentó en ella y saco de su nejnem(o bolso de caza)  un trozo de pan que había empacado al partir de la aldea, lo comió lentamente dejando tres cuartas partes de el.
-No estoy seguro si me sea suficiente para el viaje , será mejor guardar un poco para el camino- pensó cuando volvía a meter el pan al nejnem.
Sse recostó  junto al fuego, mirando hacia el cielo, se quedó ahí viendo las estrellas, “el lobo, la hidra, el pez…” fue reconociendo unas cuantas constelaciones hasta que cayó en un profundo sueño.
Era un día como cualquiera, dirigía a unos hermanos de la colonia en las labores del campo bajo la tutela de Baktun, acababa de amanecer y hacía rato que empezaron a trabajar, de pronto uno de ellos se le acerca y le dice:
-Ven a mi Kreim, ven a mí, veeennn…
Kreim volteo inmediatamente para ver el rostro de aquel hombre, pero al mirar vio que no estaba ya en el campo si no en una gran cueva donde la oscuridad lo cubría todo a excepción de la única salida de dónde provenía una luz muy fuerte, corrió hacia ella pero no la alcanzo, solo escuchaba sus pasos y aquella voz que aún se escuchaba decir:
-Ven, acércate más, vamos ven acá, te estoy esperando…
Kreim la escuchaba detrás suyo y corría con más ahínco que antes, volteo la mirada para ver de dónde provenía aquella voz, pero solo se encontró con la total oscuridad que lo abarcaba todo; regresó la mirada hacia el frente solo para encontrarse con un campo abierto, una gran planicie de pastos verdes y vegetación exuberante, vio una manada de lobos corriendo hacia el pero a unos cuantos metros antes de llegar se dieron la vuelta y regresaron por donde vinieron, como si algo los hubiese asustado, siguió corriendo por ese campo lleno de belleza y verdor hasta que vio un gran árbol cuya sombra daba hogar a varios seres, la mayoría animales pero había otra cosa algo que no alcanzaba a ver pero que estaba erguido en dos piernas esperándolo, entre más se acercaba más notaba que aquel ser no era ni humano ni animal, era otra cosa, de pronto cuando estuvo a pocos metros de él, este se dio la media vuelta y corrió a cuatro patas como un animal, Kreim lo siguió entonces con la vista pero fue demasiado rápido para él, en unos segundos se alejó a tal velocidad que le fue imposible ver  que camino había seguido, regreso entonces al árbol donde el  ser estaba y vio unas huellas muy raras, como de lobo pero mucho más grandes, vio también que había comido unos frutos del mismo árbol, había restos de aquel acto, vio también fuego detrás del árbol, como si lo hubiera provocado ese extraño ser; busco más “pistas” pero al dar la vuelta completa al árbol se vio envuelto en oscuridad de nuevo, miro con atención y vio que era la misma cueva de la que había salido, de pronto una luz que antes no había lo cegó, cubrió sus ojos con sus manos y al hacer esto, descubrió que estaba amaneciendo y que estaba recostado junto a las cenizas del fuego que había hecho la tarde anterior, había sido un sueño o al menos eso pensó….
Se levantó del piso, un poco somnoliento, casi cae en la hoguera ya apaciguada cuyas cenizas aun resentían el calor de la noche anterior, se limpió las legañas con un poco de agua que tenía guardado en su nejnem, tomo un trago de esta y con ello despertó por completo, miro a su alrededor y vio que en la roca que había acomodado como asiento había unas marcas, algo extrañas y que no lograba descifrar, esto lo asusto un poco creyendo que eran símbolos de espíritus malos, tomo sus cosas y huyó de aquel lugar como si algo terrible lo estuviera acechando.
Llegó la hora sin sombra y  aún no encontraba aun un lugar para reposar, desde  que despertó y huyo del lugar donde durmió la noche anterior, no había reparado en descansar ni comer un poco, fue entonces cuando llego a una llanura tan larga que terminaba donde la vista podía llegar y justo en medio de ella un gran árbol tan frondoso que parecía más una casa que un árbol, se encaminó hacia aquel lugar para descansar sin tomar en cuenta que era el mismo lugar que había soñado apenas la noche anterior.
Llego al árbol y reviso que no hubiera alimañas a su alrededor, limpio un poco un pequeño espacio para descansar y se tiró al suelo a comer un trozo de pan del que le había quedado, tomo unos tragos de agua para pasarse el pan que se le había atorado en la garganta de tan seco que estaba, se golpeó el pecho con fuerza para poder tragar, una vez que logro comer y descansar los pies un rato decidió tomar una siesta, -“será mejor descansar para pasar el susto de la mañana”- pensó, y justo antes de cerrar los ojos vio entre el follaje del árbol dos puntos amarillos como ojos que lo estaban viendo, se quedó examinándolos cundiendo al pánico, recordando el sueño que había tenido, se preparaba para correr cuando los puntos amarillos volaron del árbol, eran unas simples aves que descansaban en aquel lugar tan bello, ya más tranquilo continuo descansando y tomo su siesta revitalizadora.
Al despertar se dio cuenta que debía continuar con su propósito, encontrar la ayuda para salvarla aldea, hombre, bestia o espíritu, de buena voluntad o que se le pueda comprar fácilmente, partió pues de aquel hermoso lugar sin antes contemplar quizá por última vez el esplendor de aquel lugar, tomo su nejnem y salió de la sombra de aquel esplendoroso árbol dirigiéndose hacia el norte, hacia el sitio donde ningún humano había ido hacía mucho tiempo ya, donde se inició la desigualdad y el terror, el dolor y la ambición, aquel lugar donde reinaban los espíritus, donde solo ellos podían entrar y salir…

El libro perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora