Noche VII

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Estaba actuando como una niña pequeña, pero no podía evitarlo.

Habían pasado muchos años desde que alguien se interesó genuinamente en ella. Nadie jamás le había dicho que parecía interesante. Dentro de su corazón, tenía tanta esperanza de volver a encontrarse con Evan esa noche. Había sido tan amable, tan lindo con ella.

Suspiró todo el día, reprendiéndose. No debía de ilusionarme tanto. Debía de prepararse para una decepción. Cualquier cosa podría suceder.

Sentía caóticos nervios al ver que se acercaba a su destino. Jugueteó con sus dedos y los miró. Estaba reacia a ver através de la ventana.
Incluso al bajar, mantuvo su mirada fija en el suelo; pero eventualmente tuvo que levantarla.

Su corazón se detuvo al ver esa cabellera negra sobre los columpios.

No pudo evitar sonreír en grande mientras se acercaba. Cuando estuvo a su lado notó que el chico tenía sus ojos cerrados.

—Hola, Evan —dijo y movió su mano cuando este abrió los ojos.

—Hey, hola —una sonrisa automática y natural se posó en sus labios, probablemente de las más sinceras—.  Es bueno verte de nuevo. ¿Te puedo hacer compañía hoy también?

Sabrina no dudó en asentir, su corazón latiendo como loco de la emoción. Cuando Evan se paró, pudo darse cuenta de lo alto que era. Se sentía tan pequeña a su lado, a pesar de llegarla a la barbilla o un poco más. Pero, fue capaz de ver la mueca de dolor en el chico.

—¿Estás bien? ¿Te duele algo?

—Estoy bien —le sonrió—. Hace un par de días caí de la bicicleta. El dolor sigue siendo un problema, pero mi cuerpo está sanando —dijo, intentando sonar lo más convincente posible.

Permanecieron en silencio por unos minutos. Ambos totalmente nerviosos, pero sin siquiera imaginar que los nervios eran mutuos.

—¿Qué tienes en esa libreta? —preguntó él rompiendo el cómodo silencio que se había instaurado, totalmente cegado por la curiosidad.

Sabrina deslizó sus dedos através de ésta sonriendo con nostalgia.

—Poemas —murmuró con timidez y con miedo al ser juzgada—, notas y mis pensamientos.

—Eso suena fascinante. Debes escribir cosas hermosas.

La azabache lo vio con impresión, sintiendo sus mejillas arder ante el cumplido. Evan las vio y pensó que era de lo más adorable en todo el universo.

Y como si se conocieran de hace mucho tiempo, Sabrina empezó a contarle resumidamente sobre sus escritos, robándose toda la atención del pelinegro. Se veía tan preciosa y profesional al explicar de su pasión.

Evan entendió que no había nada más hermoso que eso; ver a una persona hablar de lo que ama con esa mirada llena de euforia, la sonrisa orgullosa y la risa divertida. Verla así fue lo que siempre quiso desde que la vio triste. Había querido tanto ver esa triste mueca convertirse en una de felicidad.

« El motivo por la que esta noche sea tan brillante, no es gracias a las millones de estrellas en el cielo, sino que eres tú, quien está junto a mí esta noche » —Sabrina.



































Hasta Las Estrellas [Resubiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora