El día en que su hermana partió, eso fue todo para él.
Jamás la culpó, jamás sintió rencor. Su corazón nunca se llenó de rabia, sino de admiración, un poco de envidia, algo de tristeza y nostalgia quizás.
Si ella había tenido la oportunidad de marcharse de un hogar lleno de violencia para echar raíces y florecer en otro lugar; jamás podría culparla. En realidad, él siempre había deseado hacer lo mismo.Tomar la mano de su mamá y correr muy lejos. Quedarse en un lugar donde empezaran de nuevo, un lugar donde no fuera un saco de boxeo para su padre cada vez que intentaba abusar o golpear a la mujer que le dio la vida.
La misma que curaba sus heridas, la que intentaba quitarle al hombre desquiciado de encima. La misma que lloraba pidiéndole perdón.Hace mucho había comprendido que nunca entendería porqué ella seguía allí, pero cuando se cansó de preguntar y de recibir de respuesta un silencio sepulcral acompañado de ojos lagrimosos, entonces buscó una salida.
Había buscado trabajo como un loco y los pocos que había tenido los había perdido porque luego de una noche de borrachera por parte de un tercero, terminaría postrado en la cama sin poder moverse hasta un par de días después cuando definitivamente ya lo habían echado. Además, la falta de oportunidades en tan pequeño pueblo no estaba a su favor.
Su última decisión fue trabajar en lo que se le presentara por día, porque sabía que al día siguiente quizás no podría. Era algo afortunado de que se hicieran tantas ferias y que los dueños siempre necesitaran manos extras.
La idea de marcharse era liberadora, hasta esperanzadora.
Pero desde el día que una cabecilla azabache era parte de sus noches... No sabía qué tan capaz sería de irse. De dejarla ir.
Así que esa noche, al verla sonreír debajo de los faros que decoraban las calles supo que jamás sería igual de feliz a como lo era en ese instante y tenía que tomar una decisión cuanto antes.
—Siempre he querido explorar el mundo, ¿sabes? Ver lo que hay más allá de este pueblo alejado de todo —Sabrina le comentó señalando los puestos cerrados—. Ser del mismo lugar está bien, las personas se entienden fácilmente. Pero allá afuera hay un mundo... Sería asombroso aprender de él.
Evan fijó su mirada en ella casi incrédulo como si aquello fuera una señal divina. Su corazón golpeteó contra su pecho con fuerza.
—Mi hermana vive fuera del pueblo. Podemos visitarla algún día si quieres. Yo también muero por salir de aquí. En realidad... —dijo tomando su mano y entrelazándola con la suya sintiéndose repentinamente nervioso—. Tal vez... Tal vez algún día podamos irnos de aquí juntos. A donde tú quieras. Irnos muy lejos, empezar de nuevo.
La azabache lo vio con ojos grandes, algo aterrada por la propuesta, pero una pequeña parte de ella se había sentido muy bien.
Feliz de ser tomada en cuenta.
—¿Es en serio? —preguntó en asombro.
—Te lo prometo, Sabrina. Nos iremos juntos de este lugar.
Esa noche, bajo las estrellas un pacto fue hecho y ninguno lo tomó a la ligera. Esa burbuja de cariño flotante y sus corazones latiendo en sincronía solo eran una pequeña señal de lo importante que aquello había sido para ambos.
Porque a veces es necesario contar con alguien más para tener el valor de seguir adelante.
★
Este capítulo es base en el giro de la historia y me emocioné en volver a reescribirlo. Espero lo disfruten ♡
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Hasta Las Estrellas [Resubiendo]
Nouvelles[SUBIENDO EDITADA] Obra independiente © ★ Ella veía las estrellas, él la miraba a ella. Escribía poemas para desahogar su pena. La miraba para poder olvidar sus problemas. ¿Podría una persona hacer que valores tu vida? Ya no quería que su vida fuer...