Continuación

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Existían muchas leyendas alrededor del mundo cuando se trataba del amor. Evan se preguntaba porqué. Se preguntaba porqué el amor tenía el poder de hacer creer a las personas ciertas cosas, de hacer otras o de cambiar.

¿Qué había en el amor que era tan especial?

Pensó en el hilo rojo, en Cupido, en las estrellas fugaces, el destino, en la fuerza de atracción de imanes como polos opuestos, en la psicología de amar. Pensó en ellos por una milésima de segundo en cualquier cosa que pudiera darle una explicación a todo lo que estaba sintiendo.

Y pensó que había sentido absolutamente todas las sensaciones del universo hasta ese entonces, pero en el instante en el que sus labios conocieron los de Sabrina, supo que no era así.

No había nada igual.

Ninguna sensación previa se compararía a la montaña rusa que sentía en ese momento. Nada podía ser igual al suave tacto de sus labios contra los suyos, danzando con delicadeza.

Sus manos se soltaron y lo siguiente que supo fue tenerlas en su rostro, acariciando sus mejillas con suavidad y cariño.

Al separarse un poco agitados, Evan se encargó de permanecer cerca con sus narices prácticamente rozando.
La azabache se encontraba sin palabras. Cada una de ellas se las había llevado ese beso, que si bien había sido un dulce roce de labios, se llevó todo su aliento, solo dejando miles de mariposas volando dentro de su estómago dándole una sensación de cosquillas que la hicieron sonreír sin poder hacer nada al respecto.

—Tienes unos ojos hermosos —Evan le dijo, apreciándolos—. Si los veo lo suficiente, no creo volver a necesitar el cielo nunca más.

—¿Qué quieres decir...?

—Toda la vía láctea está en tu mirada. No necesito ver hacia arriba para ver las estrellas.

Sabrina corrió la mirada sintiéndose pequeña y tímida. Vio con molestia al ojiverde cuando este dejó salir una risa divertida.

El silencio reinó. Sabrina posó su vista en el cielo para evitar sonrojarse de nuevo ante la mirada de Evan, mientras que él la mirada con una sonrisa en sus labios al mismo tiempo que se sentía afortunado de haberla conocido.

Cualquier preocupación desaparecía junto a ella. Ninguna otra cosa era más importante que ese instante.

Evan se acercó de nuevo robándole besos cortos mientras buscaba su mano para entrelazarla.

—Me gustas —le confensó dándole un último beso.

Esas dos simples palabras fueron la que la hicieron voltear con impresión. Su estómago dio un vuelco al escuchar, su nerviosismo incrementó y un nudo se formó en su garganta.

Le gustaba a alguien.

Entonces cuando todos las inseguridades aparecieron recordándole las miles de veces que escuchó que nadie jamás la querría porque nadie se interesaría en ella, se agobió, pero antes de poder seguir pensando en cada uno de los comentarios, Evan siguió, interrumpiendo sus pensamientos totalmente.

—Déjame probarte que puedo hacerte feliz. Seré bueno para ti —pidió entre susurros tomando con más fuerza su mano mientras la acariciaba.

Sabrina suspiró al verlo y supo que no se arrepentiría. Nada de lo que le decían podí ser real cuando tenía a un chico precioso diciéndole eso. Nada de eso era más real que esto.

—Ya lo eres.




































Hasta Las Estrellas [Resubiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora