Noche VI

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La noche siguiente era agobiadora.

Evan decidió que se acercaría. No quería ocultarse más. Quería ir con ella, sentarse a su lado y quizás y con esfuerzo, lograr que sonriera.

Estuvo por horas viéndose frente al espejo. Su casa estuvo extrañamente silenciosa ese día y en vez de sentirse tranquilo, se sentía ansioso. Una tormenta de arena surgía desde su interior y no había forma de pararla.

Lo pensó un poco. ¿Debería de llevarle algo? No. Sería demasiado raro. Quizás en otra ocasión.

Allí estaba él, prácticamente sentado en el mismo lugar en el que Sabrina se sentaba cada noche. Se recostó mirando el cielo y descubrió que realmente era muy hermoso.

A las nueve Sabrina llegó.
Ese día se veía mucho más bonita que otro día, pero su cara delataba toda su melancolía.

Sus expresión cambió al ver que, entre más se acercaba, podía notar al mismo pelinegro de la noche anterior, acostado luciendo tan relajado con sus ojos cerrados.

Pareció quieta un momento, sin saber qué hacer. ¿Debería de ir a otra parte y dejarlo solo? Después de todo él había llegado primero y echarlo definitivamente no estaba entre sus opciones. No era cordial y jamás se atrevería a hacerlo.

Evan pareció sentir su mirada sobre él porque abrió los ojos y la vio de reojo. Inmediatamente se incorporó, sintiéndose un poco sorprendido.

—Hola —la saludó. Sabrina respondió de la misma manera sintiendo un remolino de nervios en su estómago. Evan, al notar que ella no tenía intención de decir nada más, se adelantó—: Eh, yo vengo aquí todas las noches. A decir verdad, me quedo en los columpios por allá —señaló con su dedo índice haciendo que Sabrina girara la cabeza por un momento—. Noté que llegabas un poco después y te sentabas aquí. Perdón si soy discortés, es que en realidad tenía muchas ganas de hablarte.

La azabache abrió la boca, pero la cerró, aún procesando todo lo que el ojiverde acababa de confesarle. Evan sintió nervios. ¿Lo había estropeado todo? Quizás había sido demasiado directo.

Hizo el ademán de levantarse—: Entiendo si no me quieres aquí, es tu espacio. Lamento-

—No, no —lo paró acercándose un poco más—. Yo... Es que sinceramente no sé qué responderte. Puedes quedarte. No tienes que irte, eso está bien para mí. Es que... ¿Querías hablar conmigo?

—Me pareces una persona interesante —afirmó. Sabrina asintió despacio, aún sin poder creer que alguien se haya visto interesada en ella. Estaba sintiéndose extraña hasta que Evan le dio una linda sonrisa amable que terminó por exterminar cada inseguridad que tenía al sentarse allí con él.

Estaban a una distancia considerablemente buena para ser un par de desconocidos.

—Soy Evan, por cierto.

—Soy Sabrina —dijo suavemente al sonreírle .

Con miradas delatadoras, crearon una conexión. Apenas intercambiaron palabras, especialmente Evan quien buscaba hacerla sentir cómoda y tenerle confianza.

Sabrina no podía estar más impresionada, o al menos eso creyó hasta ese momento.

—Definitivamente hay algo enigmático en las estrellas, ¿no crees? Están hechas para darnos luz por la noche junto a la luna, pero siguen dependiendo del sol para lograrlo —susurró demasiado ensimismado en el cielo como para darse cuenta de lo mucho que le brillaban los ojos a Sabrina al escucharlo—. Como si constantemente necesitaran un empujoncito para seguir brillando. Y nadie tiene que decirlo para darse cuenta; ellas lo hacen hermosamente.

—Un empujoncito para brillar... —murmuró ella prestándole de nuevo atención al cielo estrellado que los cubría a ambos.

Evan sonrió al escucharla.

De repente parecía como si su paz radicaba en eso. En ellos dos juntos viendo el cielo. Sin necesidad de palabras para establecer un vínculo. Solo necesitando la compañía del otro.































Hasta Las Estrellas [Resubiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora