mi amor kafkiano

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Ernesto salía de la ducha cuando escuchó a su madre charlar con alguien más en el salón de su casa, curioso se acercó a una de las macetas más grandes del lugar que le brindaban protección y anonimato, pronto se dio cuenta con quien hablaba su madre y debajo de su toalla sucedieron cambios en su anatomía y es que, a los 16 años aún no sabía lo que era el amor carnal.
-¿Cuando quieres empezar?
-Cuanto antes Señora, si gusta hoy mismo.
-¡Perfecto!, la casa es un desastre desde que Clara renunció. ¡Ah!, y por la vivienda no te preocupes, el cuarto de servicio está amueblado, ¿O, traes algo más?.
-No Señora, solo un cuadro quite me regaló mi madre antes de morir.
-Pues, siendo así, bienvenida a la familia, hija.
Ernesto no pudo ocultar la felicidad al saber que esa muchacha tan hermosa viviría con él, e incluso ya la había imaginado desnuda frente a el pidiéndole que la hiciera suya.
-¡Ernesto! -gritó la madre del joven.
-¡Voy mamá ! -dijo él a si vez -me estoy cambiando.
-Ven hijo, quiero presentarte a alguien.
Ernesto corrió a su habitación y se cambio apresuradamente y salió rumbo a donde se encontraban ellas.
-Buenas tardes- dijo Ernesto con voz apenas perceptible.
- ¡Hola mijo¡, mira, quiero presentarte a Guillermina, ella nos va a ayudar con las labores en la casa, ya ves que yo con mis años y mis dolencias no puedo...
Ernesto ya ni siquiera escuchaba a si madre, sus ojos cayeron presa de la bella figura que le extendida la mano.
-Buenas tardes joven, soy Guillermina.
-Ho...ho..hola, -tartamudeo Ernesto al estrechar su cálida mano-pero dime Néstor, no me gusta mucho eso de "joven".
-Trataré joven, perdón, Néstor
-Hijo, creo que Guille necesita ambas manos, ¡eh!.
-¡Ay perdón!-dijo Néstor soltando a la chica para después ruborizarse.
-Ven hija, te voy a mostrar tu habitación.
-Si Señora, con permiso Néstor -dijo la chica y le regaló una pícara sonrisa.
Ernesto se quedó embelesado con el cuerpo de la chica, sus ojos se posaron en aquel trasero tan bien formado, se había enamorado a primera vista.
¡Ernesto, Se te va a hacer tarde para la escuela! -gritó su madre sacandolo de su sueño erótico.

Esa noche Ernesto no podía dormir, él se imaginaba a Guillermina entrando por su puerta, totalmente desnuda e irradiando lujuria por todos los poros, poco a poco el sueño lo fue venciendo pero no su imaginación ya que hasta en el reino de Morfeo se hizo presente.
A la mañana siguiente, unos Ferretes golpes en su puerta lo despertaron.
Toc toc toc
-Joven Néstor - decía la joven tras la puerta - el desayuno está listo.
Ernesto abrió los ojos y si rostro se llenó de felicidad.
-Buenos días Guille, pasa.
Guillermina abrió la puerta y poniendo su mano a la altura de sus ojos le dijo:
-Espero que no estés desnudo.
- ¿Y si así fuera, qué?.
-Pues tendría qué salir de tu habitación.
Ernesto soltó una carcajada
-No te preocupes, nunca dormiría desnudo, mi cuatro es demasiado frío.
-Bueno, ven a desayunar.
Cuando Guille cerro la puerta tras de si Ernesto se metió a bañar y sacó sus mejores ropas, quería impresionarla.
-Buenos días otra vez -dijo sentándose a la mesa.
-Buenos días, espero te guste lo qué preparé.
-Todo se ve delicioso-dijo posando su mirada en un desayuno digno de un rey -oye, ¿Y mi mamá?.
-Fue a realizar unos pagos, dijo qué regresaría más tarde, si no te ofrece nada más tengo qué hacer mis deberes.
-En realidad si quiero algo más.
Ernesto se levantó y caminó hacia ella, la tomó de la cintura y, al ver qué ella no dijo nada la besó, de los besos y las caricias pasaron a la desnudez, total de él, parcial de ella, no les importó derramar los alimentos de la mesas con tal de saciarse, en un punto del acto élmetió su dedo pulgar en la boca de la chica para callar un poco los gemidos, Ernesto no se dio cuenta cuando ella mordió el dedo y comenzó a succionar el líquido carmesí.
Cuando hubieron consumado si aventura, Ernesto tuvo qué sentarse pesa de unos inexplicables mareos
-Ernesto, ¿Qué te pasa?
-Nada, solo me mareé un poco.
-Eso te pasa por hacer ejercicio en ayunas, anda come.

Camino a la escuela, un repuesto Ernesto fantaseaba con Guillermina, se había obsesionado con su cuerpo, quería que el tiempo pasará en un pestañeo para volver a su casa y estar con ella. Sobra decir que ese día no puso atención en la escuela.
Ernesto llegó a su casa después de las seis de la tarde, entusiasmado entró directamente a la cocina sin reparar quite su madre se encontraba en la sala la cual gritó son dejar de ver la televisión
-¿Vienes tan hambriento que ni un beso a tu madre le das?, yo que te parí, yo que te eduqué, yo que...
-Hay mamá, no seas dramática, y sí, sí tengo hambre.
-Ah, mira, en el congelador está tu cena, ponga en el microondas.
-¿Y Guillermina?
-Salió, dijo que no se tardaba, ¿Ya es tarde verdad?.
Ernesto tuvo que controlarse para no azotar el plato contra la mesa, le había enfadado que Guillermina estuviera fuera, con alguien más, con otro, con otros. Después de serenarse volvió a guardar todo dentro del refrigerador fue hasta donde estaba su madre, le dio un beso y se disculpó argumentando mucha tarea, luego se fue a su habitación, sacó un par de libros y se dispuso a estudiar. Pasaron las horas y su nula concentración lo sacaban de quicio, volteó a ver el reloj, 10:20 marcaba.
-¿Donde estas Guillermina?-pensaba el muchacho, se frotaba los ojos, el cabello con mucha desesperación -debe ser hambre-se levantó de su escritorio en busca de comida, el pasillo estaba en completa oscuridad excepto por la luz que salida de debajo de la puerta de la habitación de Guillermina, extrañado se encamino hacia allá, puso su oído contra la puerta y escuchó solo un leve gorgoteo, miró por la cerradura hacia todos lados, su cuarto estaba normal, todo excepto por ese enorme cuadro de 1.20 por 60 centímetros del cual sobresalía una pierna que lentamente se posaba en el piso, poco a poco el resto del cuerpo de Guillermina salía del cuadro, después se arrodilló y comenzó a vomitar dentro de una vasija dorada un líquido rojo, ¡Sangre!, pensó él, que usó para pintar ese enorme retrato, Ernesto abrió sus ojos de forma desmesurada cuando notó el porque Guillermina no se había desnudado del todo en la mañana, ¡Una parte del tronco de su lado izquierdo no existía, simplemente no estaba!, Ernesto trastabilló y por error abrió la puerta cayendo de rodillas,Guillermina lo vio y lejos de exaltarse fue a su, encuentro, sonrío, lo tomó de las manos y lo ayudo a levantarse, Ernesto iba a decir algo pero Guillermina selló sus labios con un apasionado beso, luego lo llevó a su cama donde volvieron a hacer el amor.
A la mañana siguiente Ernesto despertó en su cama, no recordaba cómo había llegado ahí, si había estado con Guillermina la noche anterior, ¿O no?, trató de levantarse pero un nuevo mareo lo regresó, le dolía la cabeza y su cuello.
-Néstor, joven Néstor -decía la dulce voz tras la puerta seguida de unos golpes.
-¿Habré alucinado todo? - pensó -pero es que fue tan real, tan...
Guillermina abrió la puerta y sonriendo le dio el buenos días.
-Hola dormilón, ¿Cómo amaneciste?
-Hola Guille - dijo sobando su nuca.
-¿Te sientes mal?
-Un poco extraño, tuve un sueño un tanto...extraño.
-Mira, bañate y baja a desayunar, ya veras que eso te reanimara.
-ojala, realmente me siento mal.
-Me gustaría darte otro tipo de medicina pero ahí está tu mamá.
Guille le dio un beso a Ernesto y salió de su cuarto. Ernesto entró a la ducha más desganado que de costumbre, se desnudó frente al espejo y se percató de su aspecto, ojeroso y muy pálido, además de muchas ronchas alrededor de su tetilla izquierda que subían hasta llegar a la base del cuello, sin encontrar explicación se duchó, se vistió y fue a desayunar. Sosteniéndose de las sillas le dio el buenos días a su madre.
-Buenos días Má.
-Buenos días mijo, ¿Que tienes?, te ves muy pálido.
-Nada Ma, estudié hasta muy tarde y luego pesadillas, total que no pude dormir bien, Guille ¿Tendrás algo para mi malestar?
-si joven, permítame.
-Mijo, si no puedes ir a la escuela, ¿ Porqué no te quedas?.
-No mamá, es semana de exámenes, no puedo faltar.
-Ay mijo tan estudioso.
-Señora, ¿Me da permiso de salir?.
-¿Otra vez mija?, pos ¿donde vas o que?
-Es que me gustaría ir a arreglar la tumba de mama y cómo usted y el joven no van a estar pues...
-Yo creo que si me quedó mamá, no me siento bien.
-Bueno mijo, ¿Te lo puedo encargar Guille?
-Si Señora, otro día iré.
Cuando terminaron el desayuno Ernesto fue a su habitación, por alguna extraña razón los platillos de Guillermina le daban vitalidad. Se desnudó y se metió a la cama, ya ni siquiera recordaba las pesadillas que le aquejaron.
Casi tres cuartos de hora después su madre toco la puerta, Ernesto leía plácidamente.
-Ya me voy hijo, que te mejores.
-si mamá, te amo, cúidate -dijo Ernesto haciendo una voz de enfermo.
En su rostro se dibujo una sonrisa maliciosa pues tenía muchas horas para estar con su amor.
Diez minutos después Guillermina tocaba su puerta
-¿Puedo pasar?
-¡Claro ! -dijo un entusiasmado Ernesto.
Está vez Guillermina entró completamente desnuda salvo un vendaje que le cubría todo el antebrazo izquierdo.
-¿Que te ocurrió ahí? - dijo señalando el vendaje.
-Me quemé en la estufa, nada grave.
-¿En serio?, ¿ Te llevó al médico?.
-No, te quiero a ti.
Solo bastó esa propuesta para que Ernesto se levantara, la besara y acariciara con demasiada pasión, está vez Guillermina le enseñó cosas que él, ni siquiera en las revistas que leía a escondidas, se hubiera imaginado, era una maestra.
¡Ouch! -gimió Ernesto cuando sintió un ligero mordisco en su cuello, abrió los ojos y vio a Guillermina prensada de él, este espectáculo no le gusto a Ernesto que pataleó y gritó, Guillermina se separó de él y de sus labios aún corría un hilillo de sangre, con su dedo índice lo limpió y luego lo pasó por su lengua al tiempo que le decía a su amante
-Mi amor, relajate, no te voy a matar, solo necesito un poco de tu sangre para terminarme.
Luego de esto comenzó a besarlo, Ernesto cerró sus ojos y sus recuerdos se agolparon recordando el suceso de la noche anterior, del cuadro, de Guillermina saliendo de el, de si vomito sanguinolento y de pintar el cuadro con la misma sangre luego, antes de perder el sentido Ernesto vio como Guillermina se quitó el vendaje y vio lo que ella ocultaba, un brazo que más bien se asemejaba al de un insecto, bulboso, marrón, con partes palpitantes y que chorreaba un líquido viscoso. Ernesto se durmió con la dulce voz de ella susurrándole al oído que lo amaba.
Ernesto despertó como a las siete de la mañana del día siguiente, se sentía débil, extremadamente cansado pero ahora sabía porqué, el era una bolsa de sangre para ella, pero, ni el sabía porque seguía enamorado de ella, ni siquiera sabía si Guillermina era humana, trató de incorporarse pero sus piernas no le respondían, gimiendo y doliéndose pensó:
-Necesito comer algo, la comida de Guille siempre me revitaliza.
Salió de su habitación arrastrando los pues y deteniéndose de las paredes.
-¡Guille, quiero desayunar! -gritaba dirigiéndose a la cocina, grande fue su sorpresa cuando vio a su madre preparando el desayuno.
-¡Mamá!, que sorpresa, ¿Y Guille?.
-Tu no me hables Ernesto, estoy muy decepcionada de ti.
-¿De que hablas mamá?
-No te hagas el loco conmigo Ernesto, ayer que regresé los vi en tu cuarto, revolcándose.
-Pero, ¿Que pasó con Guille?.
-La puse de patitas en la calle, donde es su lugar como la prostituta que es.
-Pero, ¿Se llevó sus cosas?.
-No, cuando entre a su cuarto solo estaba ese mugroso cuadro.
-Ya cálmate mamá, ya no soy un Niño.
-¡Aún lo eres Ernesto!
-Ay mamá, contigo no se puede, entonces ¿El cuadro sigue en la habitación?.
-No hijo, tenía tanto coraje que lo rompí y lo tire a la basura.
Estas últimas palabras sacaron de sus casillas a Ernesto que se abalanzó sobre su madre, la tomó por los hombros y la zarandeo mientras preguntaba:
-¿Mamá que hiciste?, ¿A que hora fue?, ¿Porqué?
-Hijo cálmate, será cosa de media hora que pasó el camión, además estaba muy sucio.
-No me importa, ahí está ella.
Ernesto salió corriendo en busca al camión recolector que no escuchó las últimas palabras de su madre.
-Ella dijo que era un cuadro de su madre, que raro ¿A quien le pueden gustar las garrapatas?.
Calles adelante ya punto del desmayo Ernesto encontró el camión y sin medir consecuencias se trepo en él buscando afanosamente el retrato, nada le importaban las heridas y raspones que se provocó para encontrarlo, sus ojos se llenaron de lágrimas cuando lo encontró, el marco estaba roto y el lienzo hecho jirones, lo estrecho con fuerza y nunca se dio cuenta cuando un trabajador hecho a andar el mecanismo para compactar la basura, con el último suspiro de vida Ernesto pronuncio un "te amo".

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