Capítulo 8. El callejón.

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Andrea corrió entre los puestos de comida y esquivó a tanta gente como pudo. No veía a Noa por ninguna parte. ¿Y si le había ocurrido algo? ¿Y por qué estaba preocupada? ¿En qué sentido le importaba?
Andrea se tropezó, distraída con tantas preguntas, aunque consiguió mantenerse en pie. Una señora la miró.
-Disculpe ¡mecachis! -Comentó la mujer, al haber sido golpeada.
Andrea decidió ignorar tan raro comentario y seguir corriendo.
Llegó a una de las entradas de la feria. En ella había aparcado un coche negro con las luces encendidas, de cuya ventanilla salió una mano. Andrea pudo encontrar frente al coche a Noa, quien interactuó con el conductor. Ella no sabía leer los labios de las personas, así que no supo muy bien lo que decía. Aunque, al final, logro entender un "gracias" por parte de Noa, quien se llevó del coche un paquete pequeño, de aspecto sospechoso. Andrea palideció.
¿Qué tramaba? La curiosidad le comía por dentro.
Noa comenzó a caminar mientras el coche se alejaba, fuera de la vista de Andrea. Ella decidió seguirle, con miedo a lo que pudiese encontrar. En situaciones complicadas, su memoria se volvía confusa y comenzaba a desordenar recuerdos al azar, sin razón alguna.

Flashback.

Andrea y La Rizos estaban viendo un anime de super héroes en casa. La rizos cogió el móvil para responder un mensaje.
-¡Eh, dijimos que sin móvil! -Exclamó Andrea. -¿Es importante?
La rizos asintió, a lo que Andrea adoptó una mirada cómplice.
-¿Es el novio?
Ella la miró, con una ceja levantada.
-Supongo.
Andrea sonrió.
-¿Y por qué nunca nos dices nada de él? Espero que no sea un camello drogata... O un narcotraficante.
La rizos suspiró, algo molesta.
-¿Acaso hay algo que contar? -Dejó su móvil sobre la mesa.
-Déjalo, no lo entenderías.
Y se quedaron mirando a la televisión sin decir nada más.

Fin del flashback.

Andrea caminó hasta llegar a una especie de callejón, formado por dos atracciones. Este estaba sumido en la oscuridad y la suciedad, y sin duda era un buen punto ciego.
Andrea se asomó con cautela. Observó cómo Noa miraba por si había alguien alrededor, sin encontrarla. Justo después, sacó el paquete. Era más bien pequeño, cubierto de un plástico negro que pronto fue quitado por él. Dejó a la vista una caja de cartón que recubría un objeto que, desde la distancia, no alcanzaba a ver.
Pero sus expectativas cayeron en picado y su corazón pareció parar por un segundo al caer en la cuenta de que, lo que Noa guardaba en sus manos, era una jeringa.

Mientras tanto...

Ene y Marco bajaron de la atracción, llenos de euforia.
-Qué pena que Marian y La Rizos no pudiesen venir, ¡esto les habría encantado! -Le dijo a Ilena.
Ella rió.
-Sin duda. -Y se quedó mirando cómo un niño vomitaba montaña abajo, mientras asentía sonriente.
Ene frunció el ceño.
-Y... ¿dónde se han metido Andrea y el chico ese?
-¿Noa?
Ene se encogió de hombros.
-No me sé su nombre.
Ilena se quedó pensativa.
-Él se fue un momento, y ella fue a buscarlo.
Ene miró a Ilena con cierta expresión de malicia en el rostro, a lo que ella respondió con un:
-¿Sabes lo que estoy pensando, no?

Continuará.

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