Capítulo 10. En la noria.

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Andrea observó con detenimiento el rostro de Noa mientras asimilaba lo que le había pedido. Piel pálida, ojos tormentosos, sonrisa nerviosa... Se sentía como en una nueva ruta de Mystic Messenger.
-Esto... Claro. ¿Y el resto? -Preguntó.
Noa señaló a la noria.
-Ya se han subido. Solo faltamos nosotros dos.
Mientras esperaban a la cola ninguno dijo nada, hasta que Noa comenzó a reírse sin más. Andrea frunció el ceño.
-¿Se te ha pegado lo de reírte porque sí?
Noa se encogió de hombros.
-Tal vez. ¿Tú también te ríes en situaciones incómodas?
Andrea se ruborizó.
-Depende, ¿esto es una situación incómoda? -Preguntó, como si él supiesela respuesta.
Se miraron. Pero no simplemente eso, sino que sus miradas se cruzaron largo y tendido, aunque Andrea no supo cuánto tiempo pasó hasta que comenzaron a reírse de nuevo. Después de todo, sí que era incómodo para ambos.
¡Por fin! la cola se terminó y llegaron al vagón. Andrea notó un cosquilleo en las entrañas. Lo cierto es que la noria parecía estar bastante alta, pero no se pudo echar atrás. Noa ya estaba dentro del vagón, esperándola, así que entró. Lo que no esperaba fue que la puerta se cerrase detrás suyo, dejándoles solos. Andrea miró a la cabina de mandos, confundida. Para su asombro, el señor calvo del paraguas en persona se encontraba manejando la atracción. ¿Había sido imaginación suya, o le había guiñado un ojo? ¡Qué turbio!
Noa pareció ignorar el hecho de que se encontrasen solos y se quedó mirando el paisaje desde que entró, completamente en silencio. A medida que el vagón subía, a Andrea le daban aún más ganas de vomitar, así que se sentó junto a él en el asiento que había allí. Se le quedó mirando, curiosa. Tenía preguntas que hacerle, pero no se atrevía a hacérselas, hasta que cayó en la cuenta de algo. Atardecía.
Andrea se puso a pensar. Al caer la noche se marcharía, tanto ella como sus amigos. Y Noa. ¿Sería la última vez que le veía? ¿Por qué estaba tan nerviosa de pronto? La luz del atardecer se reflejaba en los ojos de Noa, quien desde la aparición de Mier no llevaba sus gafas. Él, de pronto, giró la vista hacia ella.
-¿Qué me quieres preguntar? Le das muchas vueltas.
Ella abrió los ojos como platos y apartó la vista.
-Me preguntaba... ¿Desde hace cuánto sabes lo de...? Ya sabes, tu enfermedad.
Él volvió a mirar al atardecer.
-Pues... Todo empezó hace unos... ¿Seis años? No lo recuerdo muy bien... -Hizo memoria. -Mis padres se dieron cuenta antes que yo mismo. Me notaban débil y cansado, por no hablar de que, para ser un crío en aquel entonces, comencé a perder peso a gran velocidad. En la escuela noté que, incluso, había empezado a ver mal, pero al hablar con los de la óptica se dieron cuenta de que no era sólo miopía. Cuando me llevaron al médico, sus sospechas se confirmaron. -Suspiró. -Desde entonces vivo atado a la insulina.
Andrea bajó la vista.
-Siento haberte hecho recordarlo. Tenía curiosidad, es todo.
Noa le sonrió.
-No te preocupes, está bien desahogarse de vez en cuando. Eres a la única a quien "se lo he contado" -Dijo, gesticulando unas comillas imaginarias.
Y después de esto, volvió el silencio.
"¿Y si le pido su teléfono? No, no... Sería demasiado obvia..." Pensó Andrea. "Bueno, ¿por qué iba a ser obvia? Somos amigos, supongo que es normal... Pero ¿y si se piensa algo? ¿Y si cree que estoy mal de la chaveta?" Andrea no dejó de darle vueltas al asunto.
-¿En qué piensas? -Escuchó a Noa. -Deduzco que es algo serio porque no te ríes.
"Habló el Mentalista" Pensó ella.
-No, nada...
-¿Acaso quieres mi número? -Él se rió con estrépito, pues para él era un disparate.
"¿¡¿PERO QUÉ?!?" Pensó Andrea.
Noa consiguió dejar de reír.
-Es broma, sé que no es eso.
Andrea se sonrojó.
-En realidad... -Dijo ella. -No me importaría hablar contigo otro día.
Noa abrió los ojos como platos y giró la vista hacia otro lado.
-¿De veras? Pensé que me odiabas.
Ella se rió.
-No te odio, sólo eres un memo.
De pronto, se escuchó un sonido no demasiado fuerte, que indicaba que la noria se había detenido. Andrea intuyó que más pasajeros iban a subirse. Bueno, eso es lo que pensaba antes de darse cuenta de que llevaban parados más de un cuarto de hora en el mismo lugar.

Continuará.

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