Cuando se va la noche...

286 27 57
                                    

Portavoz: Will.

"Puedes ser un completo y absoluto imbécil cuando está oscuro. Porque nadie te ve, porque la oscuridad disimula todas tus dudas, porque en medio de un beso se olvidan los miedos y cuando te encuentras con tu otra mitad desaparecen tus preocupaciones. Pero amanece. La noche acaba, y con ella, el refugio seguro de cometer un acto que de día sólo anhelas volver a vivir. Es la verdad. La noche es un buen refugio. Porque pude compartir la cama con Helena, porque ella es el amor de mi vida, porque pude conocerla, acariciarla y besarla sabiendo que en ese momento ella era tan mía como yo suyo. Pero la noche pasó. Es de día. Está amaneciendo. Y con el amanecer llegan los problemas... Al menos para mí. Porque tendré que explicar mis actos a una hermosa chica que sólo fue víctima de mi idiotez total. Y no sé si va a perdonarme. Porque... Porque no merezco su perdón. No lo merezco. Merezco que se enfade y me deje. Pero no puedo perderla. No otra vez. Tengo que hacer algo para merecer su amor. Algo... Ya se me ocurrirá."

***---***---***---***---***

Me desperté porque sentí algo duro contra mi cadera. Noté que era Helena, excesivamente delgada, cuya cadera había golpeado la mía suavemente.

"Demonios, sí que ha dejado de comer. Tengo que obligarla a que engorde, esto deja de ser sano. Un momento..."

Sonreí para mis adentros, recordando la noche anterior.

"Estoy con Helena. Estoy en casa."

Lo pensé en ese orden. Para mí, mi casa no es Londres. Es estar junto a Helena. Esa es mi casa. Ella lo es. Es mi hogar.

Abrí los ojos sonriendo. Esperaba ver el mar azul de tranquilidad que llevaba un mes extrañando y anhelando con toda mi alma.

Pero no fue así.

Helena estaba de pie junto a la cama con los brazos cruzados, a medio vestirse.

Fruncí el ceño. ¿Qué hacía parada?

Pero ese pensamiento fue apagado por otro, mucho más grave.

Helena se veía mucho más delgada que la última vez que la había visto. Ella nunca había sido gorda ni flaca, más bien regordeta. Me encantaba eso, a ella no le importaba su aspecto físico, no como a la mayor parte de las chicas, y eso que era la mujer más hermosa y perfecta que yo hubiera conocido. Con el tiempo había adelgazado un poco y ganado altura. Pero esto... Esto era ridículo. Se veía muy delgada, demasiado. Era preocupante.

A la luz del día, pude verla con claridad. No había perdido del todo las hermosas curvas que tenía, pero estaba a punto de hacerlo. Tenía que comenzar a comer más cantidad con urgencia.

Abrí la boca para decirle eso y darle los buenos días, pero el primer pensamiento me ganó.

-¿Qué ocurre? ¿Por qué estás ahí?

Helena me miró fijamente y luego se miró con atención. Estaba en ropa interior, y definitivamente había recuperado su color natural con la noche anterior. Y el rastro de lágrimas que salía de sus ojos cuando yo había llegado se había desvanecido sin dejar rastro. Se veía mucho más feliz. Pero también muy confundida.

-Will... Me voy.

Mi corazón comenzó a latir, protestando por lo que acababa de escuchar. No... No...

-¿Qué?

-No entiendes.

Helena comenzó a dar vueltas por la habitación, murmurando para sí misma.

-No entiendes.-Repitió al final.

-No, la verdad, no entiendo. ¿Puedes explicarme?

-Yo...

Una rosa falsa [Willena]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora