Capítulo 36

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Capítulo 36

Ella se despertó sintiéndose completamente renovada, una nueva persona... Su cerebro aun estaba medio dormido, así que todavía no entendía bien el motivo. Entonces se movió un poco para sentir un poco de piel caliente debajo de su cuerpo.


Abrió un ojo y miró hacia arriba. Aquel rostro era el de un ángel. El ángel más hermoso que ella había visto en su vida. Levantó un poco la cabeza hasta apoyar el mentón en aquel perfecto pecho masculino.


Los leves rayos de sol que entraban por la ventana bañaban suavemente el rostro que ella estaba observando. Y sus pestañas brillaban, al igual que sus cabellos... mostrando un suave tono dorado. Un tono celestial. Sonrió y recordó cada caricia, cada beso, cada palabra que habían compartido hasta caer en un hermoso sueño, juntos.


Intentó levantarse, pero no pudo. Había un pequeño peso sobre su cadera que se lo estaba impidiendo. Miró y vio el brazo de Blas que la sostenía cerca de él de manera posesiva. Volvió la vista a su rostro y aquellos hermosos ojos mieles la estaban mirando.


—Pareces un ángel —habló él con la voz ronca. María se mordió el labio inferior y luego escondió el rostro contra él.
—Y tú eres la cosa más hermosa que he visto en mi vida al despertar —murmuró ella contra su pecho. Blas sonrió y soltó el aire acumulado en sus pulmones.


Se incorporó un poco y tiró de ella, hasta que su rostro estuvo frente al suyo. María mantenía la mirada baja.


—Mírame —ordenó él.
—No puedo —dijo ella. Blas frunció el ceño.
—¿Por qué? —quiso saber él... ¿Acaso estaba arrepentida de lo que había pasado entre ellos? Su cuerpo se tensó ante aquella idea. Tal vez ella simplemente no había sentido lo mismo que él, y ahora quería... huir.
—Porque si te miro voy a morirme de amor...


Sus músculos se relajaron bajo el suave peso femenino. Tenerla así, desnuda, contra su cuerpo era irreal. Sentir con cada célula de su cuerpo a la mujer que amaba era inexplicable.


—Vamos, mi amor, mírame —le pidió.


María levantó la mirada bajo sus espesas pestañas, hasta encontrarse con el perfecto iris color miel. Y si, acababa de morirse de amor.


—Gracias —susurró ella.


Él arqueó una ceja interrogativamente.


—¿Por qué? —preguntó y marcó el contorno de su cuello con un dedo. María se estremeció y cerró los ojos suavemente.
—Por hacer galopar mi corazón como si fuera un... caballo salvaje.


Él alzó un poco más la cabeza y capturó sus labios, para luego recostarse con ella y girar sobre el pequeño colchón, atrapándola debajo de él. María gimió suavemente dentro de su boca. Y aquello fue un incentivo.
La morena rodeó sus fuertes hombros, acercándolo más a ella. Pero entonces el relinche de un caballo los hizo alejarse. Blas se incorporó un poco para mirar por la ventana y observar a White allí acercándose al lago para tomar agua. Suspiró, era hora de volver a la realidad. Volvió a mirar a María.


—Debemos volver...


Ella hizo un leve puchero.


—Nooo...
—Si —asintió él divertido y se puso de pie para comenzar a vestirse. Él, más que ella, tenía ganas de quedarse allí durante toda la vida junto a ella. Pero era consciente de que tenía un trabajo y varias cosas para supervisar y arreglar. Vio que María no hacia ningún esfuerzo por ponerse de pie —Vamos, arriba.
—No quiero —dijo cruzándose de brazos.
—María, tengo que trabajar...
—Al demonio con tu trabajo —aseguró. Él soltó una estrepitosa carcajada. Ella simplemente parecía una niña peleando por un dulce.
—Vamos, mi amor... Recuerda que tu padre necesita cuidados y que prometiste hacerte cargo de los negocios.


Ella se puso rápidamente de pie y comenzó a vestirse también. Él sonrió y la miró divertido.


—Tienes razón, soy una irresponsable —aseguró ella mientras comenzaba a ponerse el vestido.


Blas terminó de acomodarse y se acercó a ella para abrazarla por detrás.


—Jamás podré olvidarme de esto, María —le susurró al oído para luego besarle el costado del cuello. Ella suspiró gustosamente y se recostó contra su pecho, sujetándose de los brazos que rodeaban su cintura.
—Ni yo... —aseguró.


Giró entre sus brazos para mirarlo bien de frente y divisó su camisa entreabierta. Intentó abotonarla pero descubrió que le faltaban varios botones. Lo miró divertida. El se encogió de hombros.


—Bien... anoche cuando me forzabas a entrar desnudo al lago...
—¡Yo no te forcé! —intentó sonar ofendida pero no pudo. Se estaba aguantando las ganas de reír.
— ...sin querer arranqué algunos botones de mi linda camisa. Era la mejor que tenía, y ahora simplemente no sirve —bajó la mirada como un niño triste. María sonrió y le dio un beso en medio del pecho, haciendo que él respirara profundamente.
—Te ves condenadamente bien con la camisa a medio abotonar —dijo pícara.
—María... —advirtió él.


Ella rió y se alejó de él para acercarse a la puerta.


—Vamos, aburrido, llévame a casa... —abrió la puerta y luego se giró a verlo —Por no haberte quedado aquí conmigo. Vas a pensar todo el día en lo que podríamos haber hecho.


Salió de allí dejando a Blas con la boca levemente abierta. Entonces él reaccionó y maldijo por lo bajo. Sabía que ella tenía razón.





Hola amores!!


Espero que os haya gustado el nuevo capítulo, también espero vuestros comentarios y votos.

Os recuerdo que solo quedan 5 capítulos para acabar la novela.


Gracias por leer.


Besos, María.

STORY OF MY LIFE - BLAS - AURYNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora