Roca Casterly

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El guerrero apretó el puño con bastante fuerza, y es que podía sentir como todos los músculos de su cuerpo se tensaban ante el mínimo contacto ajeno.

El dolor que le recorría por el cuerpo iba a una velocidad asombrosa y parecía no tener piedad ante las viejas heridas.

— ¡Ah! — gritó el mayor de los dos hombre no pudiendo soportar más aquella tortura. –— Ten más cuidado — bufo en tono molesto, la sangre le recorría por toda la espalda.

— Lo siento Ser se disculpó el muchacho con un tono de voz que denotaba vergüenza y timidez, apenas sabia sobre curaciones y con tantos heridos el mestre estaba ocupado con otros heridos más graves.

Entre los Dothraki y los inmaculados, el guerrero del norte había elegido por su tamaño había a un soldado inmaculado. Pensó erróneamente que por su tamaño sería mucho más delicado.

— Descuida, no es tu culpa — Jorah alzo la mano libre para darle a entender al soldado que podía seguir con su trabajo. Por suerte ya quedaban menos pedazos de vidrio para retirar de su piel.

Entre la escala de grises y estas nuevas heridas, por la cabeza de Jorah apareció la imagen de lo que podría estar viendo el muchacho. Una imagen bastante desagradable. Seguramente tendría más piel endurecida por las cicatrices que piel sana. Ya no quedaba rastro de su piel blanca y característica del norte.

Como Jorah estaba en sus pensamientos y el inmaculado estaba concentrado en su labor, se hizo un pequeño silencio. No era incómodo sino que era lo que necesitaban en aquel momento. Aunque el peligro había desaparecido aún estaban en alerta.

Pero aquello no duro por muchos minutos, el viejo oso pudo escuchar unos pasos que se dirigían hacia la habitación.

La puerta había quedado abierta por si alguno de los guardias tenía que dar algún tipo de informe o noticia urgente; ya se por el estado de Gusano gris, si es que llegaba un nuevo mensajes de Khaleesi o porque no alguna novedad sobre los Lannister.

Para la sorpresa de ambos hombres quien apareció por el umbral de la puerta fue aquella mujer de pelo rojo. Ya no era el dolor lo que tensaba el cuerpo de Jorah, no, era la sensación extraña que le causaba Melisandre cada vez que la veía.

La espada jurada de Daenerys tenso la mandíbula cuando la sacerdotisa entro.

¿Cuál era el motivo principal de su reina para conservarla a su lado?

Ya tenían bastante con Varys como para que esta mujer estuviese susurrando al oído de Khaleesi consejos que se basaban en puras profecías. Todos sabían lo que había pasado con Stannis.

— Ya he terminado Ser, si es posible duerma boca abajo esta noche o de costado para que las heridas se curen mejor. —

La duda quedaría en el aire si es que el inmaculado realmente había terminado o simplemente quería largarse de aquella habitación.

— Sí, gracias — Jorah hizo un pequeño movimiento con la cabeza para dejar que el muchacho abandonara la habitación y después agarro la camisa para colocársela. No quería ser grosero con ella, ante todo el norteño había sido educado como un Lord y aunque quizás no fuese uno muy bueno, aún conservaba aquellos bueno modales. Le gustara o no la presencia en la habitación iba hacer cortes.

Mientras terminaba de anudarse el pañuelo levanto la cabeza. Una idea cruzo por la cabeza del hombre.

— ¿Le ha ocurrido algo grave a su gracia? — preguntó curioso mientras se acomodaba en una de las sillas que se encontraba al lado de la cama.

— Su majestad se encuentra más tranquila con el pequeño triunfo que han tenido sus tropas el día de hoy hizo una pausa como si meditara algo en su cabeza — ¿Puedo cerrarla Ser Jorah? — miró la puerta sabiendo que la última vez que la había cerrado sin la autorización del hombre había provocado este la echara — Es algo importante lo que tengo que hablar con usted; y estoy segura que su gracia pronto estará aquí para poder hablar con usted sobre la batalla.

The Bear SongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora