¿Casualidad?

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—¿Y bien?

—Bueno... Verás — le relató lo que sucedió desde que salió de la pastelería.

—Te dije que tenías que llamarnos— reprendió jalando su oreja.

—No quise molestarlos. Suéltala, por favor— se quejó.

—Sabes muy bien las reglas que se impusieron— liberó la oreja —. Que esto no vuelva a suceder.

—Sí.

—¿... Te ha gustado Mibuchi?

—¡¿Qué?!— chilló —¡Cla-Claro que no!

—Ese rubor tuyo dice lo contrario.

Se avergonzo aún más y cubrió el rostro —waaaa.

Rió divertida —Espero sea mutuo...

—¡Riko-san!

Vale. Le había atraído el pelinegro... Pero se notaba que era mucho mayor. Además, posiblemente, no lo volvería a ver.

——————————

—¿Q-Qué has dicho?— titubeó al preguntar.

Puso los ojos en blanco —Lo que escuchaste.

Se sostuvo de la mesa, de la cocina, y miró incrédulo a su amigo —¿De verdad?

—Por supuesto— respondió —... Me ha gustado su mirada. Es pura e inocente.

—Sabes que las apariencias engañan, ¿verdad?

—Lo sé perfectamente, mejor que nadie... Pero no sé, Reo, lo sentí tan distinto a otros donceles. Es... No sé.

—Amor a primera vista.

—¿Eh?

—Te has prendido de ese doncel— sonrió, feliz. Era la primera vez que le sucedía.

—...

—¿Qué hacen aquí?— dijo, Kōtaro.  Cargaba a su pequeño Ren Hayama, un varón de 3 años —. Me quedé esperando el biberón.

—Lo siento.  Entretuve a Reo.

—Milagro y regresaste temprano— dijo curioso.

—¡A conocido a su doncel!— chilló, emocionado.

—Así que has conocido un doncel... ¿Cómo es?

—Lindo— chilló, Reo.

—Es... Castaño. Su cabello le llega a los hombros, su tez es morena clara y tiene unos preciosos ojos cafés.

Soltó un suspiro —Te has enamorado.

—...

—¿Piensas decirle quién eres?

—Por ahora no. Quiero que me conozca por mi, y no por el trono.

— Suerte. Akashi. La necesitarás.

Asintió y fue al cuarto de invitados. Se quitó los pupilentes negros, y entró a la ducha y se deshizo ese tinte negro temporal. Dejando al descubierto su cabello rojo.

Salió de la ducha y se cambió de ropa, un traje hecho a la medida.

—Nos vemos mañana— se despidió de los Hayama.

—Hasta mañana Sei-chan/ Akashi.

—Aios, pinchipe.

Le acarició la cabellera negra —Adiós, Ren.

En cuento puso un pie fuera de la casa sus guardaespaldas lo custodiaron hasta que subió al auto que lo llevaría a casa...  Su casa era el palacio del reino.

Bastante grande para su gusto, casi no tenían privacidad. Pues eran custodiados las 24 horas del día. Algo a lo que ya se había acostumbrado.

Le abrieron la puerta del auto, en cuanto éste se detuvo, descendió del auto y enseguida fue recibido.

—Bienvenido a casa, Príncipe Seijūrō.

Asintió y pasó de largo. Se dirigió a su habitación, o eso pretendía pero fue detenido.

—Seijūrō.

Se detuvo por completo y se dió la vuelta —Madre.

—Hoy regresaste muy temprano— dijo en un tono burlón.

—...— su madre, Akashi Shiori, era un mujer hermosa. Su cabello era rojo y tenía los ojos lilas.

—¿Qué ha interrumpido tú escapada nocturna de cada dos meses?

—L-Lo sabía...

—Por supuesto. Eres mi hijo. Tengo que saber todo de tí. 

—Padre... Él...

—Lo sabemos... Creo que todos en el palacio lo saben— sonrió ante la cara de  impacto de su único hijo —¿Entonces que sucedió? ¿Por qué traes ese golpe?

—Yo..

—¿Tú?

—He conocido un doncel.





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