Reencuentro

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Escuchó los aplausos y se percató de que ya había terminado de hablar Akashi. Sacudió su cabeza y siguió repartiendo cupcakes.

—¿Aún quedan?

Se fijó en la caja, tomó el cupcakes y levantó la mirada —Mee... Si.

Nervioso entrego el cupcakes e hizo una reverencia. Algo que odiaba. Pero así eran las normas.

—No tiene que hacerlo.

—Seria una falta de respeto de mi parte hacia el príncipe— hizo otra reverencia.

—Están exquisitos. Mis felicitaciones al repostero.

No estaba preparado para escuchar eso. Un pequeño rubor cubrió sus mejillas —G-Gracias.

—¿K... Usted los ha cocinado?

—Si... —se removió nervioso al sentir la fuerte mirada.

—Cocina excelente.

—Akashi. Tenemos que marcharnos— dijo un hombre moreno.

—Voy, Nebuya. ¿Puedo tomar otro?

—Claro— tomó el último cupcake y se lo entregó al pelirrojo.

—Gracias— tomó el cupcake —Nos vemos Kōki.

—...

¿Lo había reconocido? Negó. Eso era imposible.

—Furi. Vamos. Ya terminó esto.

—Voy— comenzó a levantar el puesto y se unió a su jefe; Himuro Tatsuya, un doncel pelinegro.

Kōki, todo el trayecto intentaba recordar si alguna vez había hablado con el pelirrojo pero no era así. Nunca había tenido contacto con él.

—Atsushi nos quiere ver la siguiente semana.

—¿De verdad?

—Si— miró seriamente al castaño —Alguien preguntó por ti. No sé quién solo se que Atsushi quiere que viajemos a Yōsen.

Miró extrañado al pelinegro —¿Quién sería?

—No sé. Pero estoy seguro de que fue alguien muy importante. Atsushi nunca me llama Himuro a menos de que este serio.

"Muro-chin o Tatsu-chin" apodos cariñosos que utilizaba Atsushi Murasakibara, príncipe de Yōsen, con Himuro Tatsuya... su prometido.

—hmmm ¿Quién sería?

—Tal vez alguien de Seirin...

—No. Nadie sabe donde estoy. Y mucho menos que trabajo con Mura-san— se cruzó de brazos.

—¿Por qué no quieres que...?

Interrumpió al pelinegro —Quiero ser yo mismo... Ser libre.

—Entiendo. Supongo que todos merecemos ser libres... Más tú y tu hermano.

—Si. Pero a él le gusta esto. Es lo suyo.

—Aunque es algo... Ammm..

—Tonto...

Rió divertido —Despistado.

—Cierto— miró al pelinegro por unos segundos, y se soltó a reír.

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Terminó de lavar los trastos.

—Ya te dije que yo lo haría.

—Quiero ayudar.

—Bien— observó al castellano limpiarse las manos —. ¿Sabes algo de Mibuchi?

Negó — No lo he visto.

Notó la mirada triste del castaño — ¿Lo quieres verdad?

—No sé— se apoyo en el marco de la puerta —. No sé que siento. Nunca me había sentido.

—Estas enamorado.

¿Enamorado?

Tal vez sí. Pero no era fácil. Su situación no era fácil, y más que el pelinegro era unos 10 años mayor.

—¿Cómo crees que reaccione cuando sepa la verdad?— preguntó a la castaña.

—No lo sé Kōki. No lo sé.

Mordió sus labios en signo de frustración.

¿Qué iba hacer?

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El castaño se despidió de todos sus compañeros. Riko no tardaría en llegar.

Salió al exterior, y esperó a la castaña.

Estaba tan concentrado pensando en lo que haría las próximas semanas que se asustó al sentir una mano sobre el hombro. Se giró y lo vió.

—Buena noche, Kōki.

—Mibuchi-san...

—Es Seijūrō, Kōki. Ya te lo he dicho.

—S-Seijurūroō-san.

Sonrió —Me gusta escuchar mi nombre de tú boca, Kōki.

El castaño se ruborizó, y su corazón comenzó a latir rápidamente al ver esa sonrisa.

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