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Hoy pasé el susto de mi vida.

Verás, tenía que entregar un resumen muy importante acerca  de la Segunda Guerra Mundial. Lo dejé dentro de mi mochila antes de ir al baño durante unos minutos; y sí, de acuerdo con tus sospechas, como por arte de magia, cuando regresé al salón de clases había desaparecido.

Me puse más pálida que los cabellos de la maestra Grecia –quien, por cierto, me contó que al fin tiene novio; por lo que ya no es solterona, sólo desabrida–, y, mientras le aseguraba una y otra vez que sí había hecho el resumen, le supliqué que me diera unos minutos para buscarlo. Gracias a Dios, me creyó y me dio un pequeño instante.

Cuando lo encontré en el basurero, casi brinco de la felicidad. Y, ¡¿qué crees?!, que desapareciera no fue obra de magia, ni de la alineación de los planetas, ni de la raíz cuadrada del no sé qué de los tomates frescos, no, no, no; ha sido obra de nada más y nada menos que Mackensey «me dejó mi novio frente a todos» Johanson, y esta vez ha tenido ayuda de la señorita Kenia «no me has hecho nada, pero te odio» Rooswalt.

¿Que cómo lo supe? Pues las pirañas resentidas con kilos de maquillaje no se molestaron en disimular mientras rememoraban en el receso cuán divertido fue hacerle la broma a la «cara de monigote». ¿Monigote? ¿Qué, por todos los cielos, es eso? ¿Una pésima combinación de «mono» y «bigote»?

Y yo que pensaba que la única que no sabía combinar palabras aquí era yo...

Viernes, 24 de octubre

El diario de Jeanette © (¡Terminada!) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora