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Hoy casi te pierdo. Te había dejado, antes de salir a receso, dentro de mi mochila. Cuando volví a buscarte ya no estabas.

Casi perdí la cordura cuando no te encontré.

Le pedí permiso a la Señora Bretten, profesora de matemáticas, para que me dejara buscarte, pero no me lo permitió –¿ves?, no sólo me cae mal por ser la maestra de matemáticas–.

Cuando al fin la hora de la maestra terminó, salí a buscarte donde creí con toda seguridad que estarías, y ciertamente te encontré allí: en las detestables y bonitas manos de Mackensey Johanson; y claro, cómo no, junto a ella se hallaba Kenia, quien supuestamente había salido para ir al baño.

Ciertamente me puse furiosa; ¿quienes se creen para atreverse a leer tus páginas sin mi consentimiento? ¿Acaso tienen derecho alguno?

Pues no, claro que no.

Te arrebaté de sus manos cuando menos se lo esperaba.

La Señora Grecia, quien se hallaba allí en aquel instante, me preguntó qué pasaba. Sin dudar, le contesté:

—Mackensey y Kenia hurtaron mi diario, y lo estaban leyendo. También fueron ellas quienes tiraron a la basura mi resumen de historia, aquella vez.

Para sorpresa mía, la maestra Grecia se molestó muchísimo, y les echó a Mackensey y a Kenia una reprimenda delante de todos que, estoy segura, nunca olvidarán.

Pero fue cuando les quitó no sé cuántos puntos de la calificación que la cosa se puso fea. Kenia estuvo a punto de echarse a llorar, pero Mackensey me miró de una forma tal que antes me hubiera amedrentado, pero que esta vez no me causó miedo.

Ya no le temo a Mackensey Johanson...

Viernes, 29 de mayo

El diario de Jeanette © (¡Terminada!) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora