CAPÍTULO IV

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Con el paso de los días la atracción que sentían Richard y Margaret se hacía más intensa, el aprovechaba cada visita a Lady Elizabeth para estar con la pelirroja. Supo que la joven estaba siendo educada para conseguir un buen marido, pues su familia estaba en la ruina y ella sin dote alguna debía hechar mano de los pocos pretendientes que se presentarán. También supo que la abuela de su prometida pagaba los gastos de Margaret con el fín de que su nieta no estuviera sola.

-Odio esta situación Margaret, si tan sólo no estuviera obligado a casarme con esa estúpida niña tu y yo podríamos ser felices. -No sabes cuanto detesto a esa pequeña, a su abuela y sobre todo a su incalculable fortuna-

-Calmate Richard, desde el principio sabíamos como estaban las cosas, estas obligado a casarte sí...pero no estás obligado a amarla y por lo que a mí respecta: estoy dispuesta a esperarte, seré tu amante si así lo quieres-. Sonrió Margaret- sólo tienes que casarte, reclamar la herencia, pagar las deudas de tu familia y la mía y después ya veremos que hacer con ella.

-Lo único que haré con ella será mantenerla encerrada en el campo. Por lo visto no le desagrada el encierro, dijo sonriente. -No se ha dejado ver ni una sola vez desde que vengo a "visitarla". -Ha de ser tan insignificante que hasta ella misma entiende que no es nadie importante y se esconde-.

-Es verdad que es una simple niña sin ningún atractivo, la pobre cree que tú le escribes y la cortejas a través de esas cartas, es tan ingenua que piensa que dentro de dos años cuando se casen ella será toda una hermosa e incomparable esposa- dijo la pelirroja sin poder contener la risa y besa a su compañero.

-Pobre ingenua, sonrió abrazado a la pelirroja - No sabe lo que el destino le tiene preparado.- dijo maliciosamente, respondiendo al beso.

************************Mientras tanto la ingenua Elizabeth se esmeraba  a más no poder para llegar a convertirse en la esposa ideal, una compañera digna para ese hombre que tanto amaba y admiraba,  una futura duquesa sin mancha alguna

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Mientras tanto la ingenua Elizabeth se esmeraba a más no poder para llegar a convertirse en la esposa ideal, una compañera digna para ese hombre que tanto amaba y admiraba, una futura duquesa sin mancha alguna. Sólo pensar que faltaban dos años para ser su esposa le aceleró el corazón; si bien aún se escondía de Lord Langrid y le pedía a su gran amiga que lo atendiera cuando la visitaba, ella estaba segura que cuando llegue el momento y su prometido la vea no tendrá queja alguna de ella.

Sumergida estaba en esos pensamientos cuando llegó una doncella con la orden de presentarse en el despacho de la señora whiterspoon.

-Me ha solicitado usted señora? Pregunto al abrir la puerta.

-Si. Sigue y siéntate Elizabeth- dijo la señora whiterspoon y le señaló la silla frente a su escritorio.
-Lamento tener que ser la portadora de estas noticias mi niña- dijo apesadumbrada.
-He recibido una carta de parte del Duque de Wellington en la que se me informa del fallecimiento de tu abuela la condesa viuda de Northumberland.

Elizabeth no pudo contener las lágrimas y llevo sus manos a la boca. Si bien su abuela nunca le brindó cariño, era la única familia que tenía y ahora al morir la dejaba completamente sola. -preparare mi equipaje...¿cuando puedo partir? Preguntó sollozando.

-No te irás mi niña. El Duque en su carta informa que el funeral fue hace una semana...no se te informó antes por tu salud; ellos pensaron que la noticia tan repentina te alteraría. -También me dice que en dos días recibirás la visita de sus abogados y el de tu abuela; vienen acompañados de un juez y un clérigo para realizar tu matrimonio por poderes.
- Elizabeth, ahora tu esposo será tu tutor hasta la mayoría de edad y ha dispuesto que continues aquí; cuando cumplas tu mayoría de edad te irás a Ruthlan Park en donde vivirás... Eso es lo que se me ha pedido informarte-terminó.

Elizabeth no podía creer lo que escuchó, ¿cómo se atreven a no dejarle despedir a su abuela?, ¡ella tenía todo el derecho a ir a su funeral! Y, ¿casada en dos días, que pasó con el periodo de duelo que debería llevar? El enfado que sentía era tal que apretó sus manos en la falda de su vestido, Llorando dejó el despacho y se marchó a su habitación. No entendía nada, ¿ por qué casarse por poderes, Lord Langrid no estaría en la boda? ¿y quedarse allí? si ya estaría casada ¿por qué la dejaban ahí? <<¿la estaría repudiando su futuro esposo?>>pensó.

Abrió la puerta de su dormitorio y se botó en la cama, con los ojos cerrados dijo una plegaria por el alma de su abuela <<Señora, espero que encuentre la paz y tranquilidad que no pudo tener aquí>> deseó de todo corazón. La puerta se abrió y una voz le obligó a abrirlos.

-Lizzi, me dijeron que estabas llorando, ¿ ha pasado algo?- preguntó su amiga acercándose a la cama.

-¡Oh Margaret, ni te imaginas! Exclamó y la abrazó.
-Mi abuela ha muerto... lloró...en dos días estaré casada...y mi esposo piensa dejarme aquí- no sé que está pasando ni que será de mi- sollozo.

Margaret que ya sabía de la muerte de la vieja, con fingida congoja le acariciaba el cabello.<<¡por fín, ya era hora de que Richard y ella disfrutaran de la fortuna de la maldita bruja!>> Pensó.
- ¡Lo siento tanto!-dijo fingiendo-¡oh Lizzi!, de verdad ¡no sabes cuanto! -creo que este no es el mejor momento... pero tengo que decirte algo pequeña- dijo sacando un pañuelo y secando las lágrimas de Elizabeth.

-Yo también he recibido noticias Lizzi...mi familia me pide regresar; parece que alguien me ha pedido en matrimonio. -Me iré mañana temprano- dijo mirándola a los ojos.
-Pero te prometo escribir cuando pueda, te contaré de mi vida y debes prometer que harás lo mismo- con estas palabras se despidió dándole un pequeño beso en la mejilla y se marchó.

Dos días después Elizabeth Annabelle Barwick entró al despacho de la señora whiterspoon y se encontró con el abogado de su abuela el señor Smith quien le ofreció sus condolencias por la pérdida y se dispuso a llevar a cabo el matrimonio más extraño que se puedan imaginar. No había novio, sólo un documento en el que expresaba su deseo de casarse, no hubo vestido de novia, Elizabeth se casó con uno de los que usaba diariamente. No hubo banquete, ni invitados, sólo la señora whiterspoon que ofició como testigo. Terminada la ceremonia el señor Smith le indicó donde firmar y le entregó su tarjeta por si tenía alguna duda con respecto al testamento de su abuela. Le informó también que ya se había leído una parte del testamento de su abuela y que su tutor o mejor dicho su esposo le cominicaría al respecto, sólo cuando ella cumpliera los dieciocho años podría tener acceso a toda la documentación que requiriera, y que en esa misma fecha se daría lectura al restante del testamento.

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