Dos años han pasado desde el matrimonio. Su gran amiga Margaret se marchó hace casi el mismo tiempo y solo le escribe de vez en cuando. Al parecer está muy enamorada de su esposo, le cuenta lo felíz que la hace, los muchos lugares que ha conocido y cuanto la ama. Elizabeth no puede sentirse sino felíz por su amiga, tal vez cuando su esposo reclame su presencia también ella pueda vivir esas emociones que describe Margaret.<<Sí, tal vez>>.
Las cartas de su ahora esposo nunca más llegaron, está tan aislada que la joven no sabe que pasará con ella, su matrimonio o su vida. Además de las muy pocas letras que recibe de su amiga, también estan las de Rose, su doncella, aunque hace muchos años que no la ve, ella y los demás sirvientes de la mansión siempre estan en sus pensamientos.
Rose es cinco años mayor que Elizabeth, es hija de la cocinera la señora Poter. Con ella hizo todas las travesuras que los niños hacen, se escapaban a nadar, robaban hogazas de pan para los más pobres, se escondían por toda la casa y entre juegos descubrieron los pasadizos secretos que ocultaba la gran casona.
A pesar de toda la tristeza que la embarga, la pequeña Elizabeth se ha convertido en una hermosa mujer, su cabello oscuro y abundante, junto a sus ojos de ese tono azul profundo, forman un increíble contraste con su piel blanca. Es una mujer voluptuosa y esbelta que robaria más de un corazón si ya no estuviera casada. Y ya pronto se acerca la fecha de su cumpleaños, el día que dejaría el Instituto para convertirse en la futura duquesa de Wellington. ¡Que emocionada estaba!, ¿estaría así su esposo? ¿pensaría en ella?
-Richard debes traerla a casa... ya no puedes prolongar mas esta situación- le dijo su padre. -Además sabes bien que necesitamos el resto de su fortuna. -Yo para conseguir mejores inversiones...necesito salir de una vez por todas de esta incertidumbre financiera, además de conseguir un buen marido para tu hermana, y tú... Tú para sostener el lujoso estilo de vida que ostentas con tu amante. Sonrió mientras le ofrecía una copa.
-Si ya lo sé padre. No necesitas repetirlo; -se exactamente que la maldita bruja de su abuela sólo nos ha permitido usar una parte del dinero y sé también, que debemos esperar alguna trampa cuando se lea el resto del testamento.
-Creo que tienes razón- dijo bebiendo de su copa - ya se ha cumplido el tiempo. - Enviaré un coche por ella, que la dejen en su casa y allí nos reunimos para la lectura. ¿ te parece bien, padre?
Cuando le comunicaron a Elizabeth que su esposo envío por ella, no pudo dejar de emocionarse.¡Por fín llegó el momento de verlo!, de demostrar todo lo que había aprendido, de que la viera como la mujer que era. Se sentía tan dichosa que no prestó atención a nada del camino que la llevaba hasta su casa; tan sólo eran tres horas desde Londres hasta RuthlanPark, pero a ella le parecía una eternidad. Cuánto extrañaba su hogar, sus amigos, su libertad.
Ahora que casi había llegado, miró por la ventana del carruaje.
Todo era tan diferente, casi tétrico. La gran mansión que la vio nacer parecía irreconocible, estaba muy abandonada y llena de maleza, parecía mas una casa gótica para vampiros. <<¿que extraño?>> pensó.Cuando descendió del carruaje Higgins el mayordomo la esperaba con una gran sonrisa.- ¡Bienvenida a casa señorita Elizabeth!, -permítame decirle que está usted hermosísima mi Lady.
-La señora Winston ya preparo su habitación, y su doncella la espera con el baño listo en cuanto usted disponga- le dijo.
-Gracias Higgins- contesto ella con una sonrisa.
- pero dígame... ¿que ha pasado con la casa?¿por qué todo se ve tan mal, y donde están todos? Preguntó extrañada.
-Mi Lady, su excelencia Lord Langrid recortó los gastos de la casa, por lo que ahora sólo estamos el ama de llaves, la doncella, la cocinera y yo. Como verá es demasiado trabajo para tan poco personal.

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Dulce venganza
Ficção HistóricaElizabeth es una joven e inteligente heredera, ha sido despreciada por su familia, su prometido y quien creía su mejor amiga. Richard, Lord Langrid es el joven heredero del Duque de Wellington, obligado a convertirse en el prometido de una niña de...