CAPÍTULO IX

4 0 0
                                        

Los días pasan y las cosas para Richard no mejoran. Sus negocios estan en un círculo recesivo. Un misterioso inversionista le ha ganado casi todos los derechos sobre las mejores navieras y los pocos que ha conseguido se han visto malogrados por huracanes y naufragios. Si continúa así, la ruina volverá a tocar su puerta.

Afortunadamente para el, ya sólo faltan cuatro meses para solicitar el divorcio y reclamar definitivamente la fortuna Barwick.

Todas las noches acompaña a Margaret y a su hermana a las elegantes fiestas de la temporada, aún guarda la esperanza de encontrar allí a la hermosa Bella

Margaret se ha encargado de que en los grandes salones se rumore que pronto se casará con ella, la dama de compañía de su hermana. Nadie en la prestigiosa sociedad Londinense conoce de su matrimonio con la joven Barwick, su padre, pensó que sería mejor así.
Aunque sus sentimientos hacia Margaret han cambiado, sabe que tiene la obligación moral de desposarla: Ella, aún sigue siendo hermosa, sin embargo, ha dejado atras la edad casadera, arriesgando todo, se convirtió en su amiga, amante y confidente por muchos años; si no lo hace, las posibilidades de que encuentre un esposo son casi nulas; a los Veintisiete años ya se le es considerada una solterona.

Con estos pensamientos, cabalga hacia el puerto, hoy regresan sus padres. Debe recibirlos y ponerlos al día de los acontecimientos.

-¡Richard, mira cómo has cambiado!-expresó la duquesa mientras le abrazo.

-¡No es para tanto, querida!- dijo su padre.- quien te escuche dirá que hace siglos que no ves a tu hijo.

- ¿y bien, cómo van las cosas?¿alguien ha pedido la mano de tu hermana?- preguntó estrechando su mano.

-Creo... mi querido padre que estos son asuntos que se deben tratar en la comodidad del despacho y con un buen vaso de wiski-contesto sonriente.

*******************

-¡Señorita Elizabeth, mírese...Parece usted un ángel! Exclamó la doncella emocionada. -¡Esta noche, dejará a todos con la boca abierta!-decreto.

-Gracias Rose, por favor cuida muy bien a Charles... te lo encargo- dijo tomándola de las manos. - ¡Apartir de esta noche, nuestras vidas cambiarán para siempre! ¡Hoy renace Lady Elizabeth Annabelle Barwick!condesa de Northumberland -diciendo esto salió dispuesta a enfrentarse con su pasado y reclamar por su futuro.

En el pié de las escaleras la esperaba el señor Smith. Cuando descendió le ofreció su brazo y salieron, el hermoso carruaje que una vez usara su abuela la esperaba. Se dirigieron hacia la mansión del Duque de Norfolk. El y su esposa daban una recepción en honor a un príncipe Alemán que visitaba por esos días el país. Sabía que su esposo y su familia estarían allí; tratándose de una visita de estado los pares del reino debían presentarse. Una pregunta rompió el silencio.

-¿Está nerviosa?-dijo el abogado.

-No, yo diría...mas bien, ansiosa- contesto ella dulcemente. En todos estos años ha vivido con el viejo abogado y le ha tomado gran cariño, es un hombre muy bueno, quedó viudo y sin hijos por un desafortunado accidente. Le brindó un hogar, un refugio cuando ella no tenía nada.<<¿Qué hubiera sido de ella si esa noche el señor Smith no le cree?>> pensó. El carruaje se detuvo y el abogado le ayudó a bajar, de su brazo ingresó a la fiesta...

En el salón todo era algarabía, las jovencitas debutantes se pavonean frente a Richard, creen poder llamar su atención. En una esquina la familia  del Duque de  Wellington y Margaret esperan para ser presentados al príncipe. Es lo que dicta el protocolo, tan pronto lo hagan, Richard piensa marcharse al club;  una buena partida de cartas y un buen wiski es lo que necesita para olvidar el mal día que tuvo. 
Su padre descubrió que no ha leído ni constestado ninguna de las cartas del abogado de su esposa. El señor Smith ha escrito por casi cuatro años solicitando una reunión. <<No debe de ser nada grave, penso, si lo fuera, el abogado se hubiera presentado en su casa inmediatamente>>. El silencio que reinó en el salón llamó  poderosamente su atención, miró intrigado hacia  su madre. Ella y todos los demás veían hacia la escalinata. 

"Lady Elizabeth Annabelle Barwick, condesa de Northumberland y sir Tomás Smith" anunciaron desde lo alto.  

¿Cómo dijo? ¿no era ese el nombre de su esposa? Volvió  la mirada hacia la escalera y se encontró  con esos ojos hermosos... los mismos que lo desvelaban  noche tras noche.  Cual  ángel que desciende del cielo, flotaba en un hermoso vestido blanco, adornado de pedrería color plata. bajaba de brazos del abogado Smith. 

 -¡Richard!- lo llamó su madre tomando su brazo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


-¡Richard!- lo llamó su madre tomando su brazo.
- No sabemos quien es esa mujer, ni que hace aquí, pero parece que conoce nuestro secreto.
-Si no quieres que empiece todo mundo a cotillear, es mejor que te acerques y la traigas aquí- le susurro tapándose con el abanico. 

Perplejo se dirigió al final de la escalera. Los anfitriones ya saludaban  a los recién llegados. Cuando Richard se acercó,  Lord Howard, Duque de Norfolk se dispuso a presentarlo.

-Oh, pero no hace falta que nos presente excelencia...Lord Langrid es mi esposo- soltó sonriente Elizabeth.

Si antes el salón estaba silencioso, ahora se podía escuchar la caída de una gota de agua.  Atónitos todos esperaban la reacción de Richard. Sin decir nada ofreció su brazo a la joven, se disculpó con los anfitriones  y la dirigió hasta su familia.

-¿Qué se supone que haces, Bella?-preguntó mientras caminaban. ¿acaso has perdido el juicio, cómo te atreves a presentarte como mi esposa? Esto es una broma de muy mal gusto- terminó indignado.

-Si te hubieras dignado a presentarte  el día de tu matrimonio, o a ver a tu  esposa al menos una sola vez desde que te casaste...sabrías quien soy- le contestó con mordacidad  la joven.  -Ahora...ahorrame los reclamos para otro día. Tengo que saludar a mi familia y... ¡oh, si!- dijo pensativa,  no podemos olvidar a mi buena amiga Margaret. ¿verdad?

-¡No te  atreverás a saludar  a nadie!...Richard  irritado, la tomó  por el brazo y la jaló hasta una pequeña habitación desocupada. Esta mujer no tenía escrúpulos, su plan parecía ser el chantaje.

-¿Cuánto quieres? Pregunto enojado. No sé como lograste que el viejo Smith  te contara  sobre mi esposa, pero estoy dispuesto a pagar lo que sea.  

-¡Sueltame!... gritó Elizabeth y se liberó de la presión de su brazo. Mirándole directamente a los ojos, con el rencor y la ira contenidos.  Habló-

-No necesito que el señor Smith me cuente nada...todo lo que se, es por que lo he vivido en carne propia.  

- ¿sabes?, aún recuerdo el día que caí a tus pies cuando tenía diez años, o la sorpresa que me llevé cuando murió mi abuela y tuve que casarme sin un novio. ¿Crees acaso que pueda olvidar los días en el manicomio o en el burdel?- dijo indignada.  -No...no puedo querido esposo, cada día está grabado como tatuaje a mi piel...cada acto  despreciable que tú y tu  familia urdieron para despojarme de lo que por derecho me pertenece, me impiden olvidar;  así que no soy ninguna impostora...soy tú esposa...y estoy aquí para reclamar lo que me pertenece -dijo exaltada y salió dejándolo perplejo.


Dulce  venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora