Lágrimas

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Hace mucho, mucho tiempo, una pequeña aldea de mini quiens se escondía entre las plantas y rocas del bosque.  Eran una comunidad chiquita... en todo sentido de la palabra. Eran bichitos de un tamaño que difícilmente podía sobrepasar el de un pulgar (y me estoy arriesgando), además de que no eran muchos. Por eso, cada vez que algo causaba revuelo, no bastaban ni cinco o seis minutos para que todos lo supieran.

Fue por eso que el pequeño Choromatsu se detuvo cuando notó que sus amigos estaban parándose en puntitas de pie para poder observar algo, allí escondidos bajo la zona de los arbustos de las moras. Se acercó frunciendo el ceño, interrumpiendo su camino, después de todo su superior Kamimatsu (que era un poco más grande que ellos y por lo tanto, su líder) siempre les decía que no se metieran en problemas y procurarán no ser vistos porque había criaturas muy malas llamadas humanos que podían hacerles daño. 

Y si un humano los llegaba a descubrir haciendo una mini pirámide, encimándose los unos con los otros para ver, obviamente que iban a ser descubiertos. 

No lo podía permitir. 

—¿Qué creen que están haciendo?—preguntó, colocando sus manos en su cintura cuando los otros se sobresaltaron perdiendo el equilibrio, cayendo de inmediato al suelo.

—¡Ay, ay, ay! ¡Eso duele!

—¡Choromatsu! ¡Nos asustaste!

 —¡En primer lugar es su culpa por andar haciendo escándalo! ¿Qué estaban mirando? Saben que Kamimatsu no quiere que un humano descubra la comunidad.  

Algunos de los 'infractores' lo miraron haciendo un puchero, terminando por cruzarse de brazos. Uno de los que eran más maduros, en cambio, se acercó a Choromatsu con cautela.

—Choromatsu, no estamos hablando de humanos.

—¡¿Hah?! ¡¿Te das cuenta de que lo que estás diciendo lo hace más grave aún?!

—¡Pero termina de escucharme!—Se quejó, frunciendo el ceño también—Esa... criatura no humana, porque los humanos no tienen cola ni orejas. Y dudo que sea capaz de hacernos daño. 

—¿Y qué te hace pensar eso? ¿Desde cuando eres un experto en criaturas del bosque, Karamatsu? 

Los ojos azules lo vieron con frialdad.

—No necesito ser un experto para saber que cuando alguien llora por cinco días seguidos, es incapaz de defenderse. Y mucho más de atacar. 

Cuando Karamatsu mencionó tal detalle, lo que menos imaginó como reacción de su amigo era que se le iluminaran las pupilas y su sonrisa se extendiera de una manera tan grande. 

—¿Hace cuánto tiempo dijiste que está llorando?

Karamatsu borró de golpe su expresión seria para dar paso a una confundida. No esperaba que Choromatsu le preguntara eso tan feliz.

—Huh... ¿cinco días?

—¡La cantidad de agua que debe estar largando debe ser más que suficiente para poder regar a las plantas!—exclamó emocionado, estirando sus brazos hacia arriba y dando pequeños saltitos. Luego se detuvo y miró con cierto enojo a los demás—. Si hubieran avisado antes, entonces no se habrían perdido tantos mililitros de agua.

Karamatsu sintió una gran confusión cuando el otro empezó a caminar, subiéndose a un tallo de una planta y rebuscando entre sus hojas. De inmediato reconoció lo que estaba haciendo y se alteró.

—¡E-Espera, Choromatsu! No me digas que planeas salir a... 

No pudo completar la oración porque Choromatsu ya había sacado su paraguas propio: una pequeña hoja que se sostenía con un tallito, pero que era suficiente para cubrirlo. 

Drabbles improvisadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora