Corazonada.

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Segundo premio del #ConcursoSanValentín2018 del grupo OsoChoro, KaraTodo, IchiJyushi& AkuKami

@KiraraSan (Zaimoku. MafiYan. Dramático)

Todomatsu se cubrió los oídos con fuerza y cerró los ojos de la misma manera en cuanto el primer disparo dio lugar.

Sabía que no debería haberse metido ahí, él sabía que estaba poniéndose en riesgo, él sabía que podía prácticamente perder la vida allí mismo.

Pero también sabía que esa podía ser la última oportunidad para decirle a Karamatsu lo que sentía.

Siempre había sido el chico malo de la escuela: el bravucón, el delincuente, el rebelde, el mal alumno... El que no valía la pena.

Al que nadie le importaba lo que pudiese sucederle.

A nadie le interesaban las marcas de golpes en su cuerpo, mucho menos las cortadas en sus muñecas y antebrazos. Podía aparecerse un día con un ojo morado y todos, absolutamente todos, lo asociaban a una riña de adolescentes cuando la realidad era otra: abuso psicológico y físico en su casa.

No se podía esperar mucho de ambos padres alcohólicos, después de todo.

Pero algo que había cambiado su vida por completo, dándole un giro totalmente inesperado, había sido conocer a ese hombre.

¿Quién iba a decir que en su lugar favorito encontraría alguien por fin a quien admirar? Porque su respeto no era fácil de conseguir.

Y ese hombre, de mirada azul profundo y sonrisa orgullosa, luciendo accesorios de oro y camisa del color de sus ojos combinada con prendas negras, había sido el único que le había sonreído. Y acariciado su cabello.

"¿Te metiste en una pelea? Mira todos esos golpes" Había comentado con diversión, viendo también como fumaba su cigarrillo número tres esa tarde. Fue en el instante en que Todomatsu le dedicó una mirada de odio que él decidió estirar el brazo y desordenar su largo cabello rosado, sorprendiéndose ante el tacto "Vaya... que suave..."

Todomatsu nunca se había sonrojado tanto y mucho menos se había quedado en shock por alguien ajeno a él.

Por eso decidió que quería saber más de ese hombre... y lo consiguió.

Cualquiera que lo viese pensaría que era un acosador de primeras, siguiéndolo siempre que lo cruzaba y llegando a meterse en su peligroso terreno. Porque sí, se había dado cuenta de que se trataba de nada más y nada menos que un mafioso.

Y algo en su cerebro quizás funcionaba mal, porque en vez de huir despavorido al conocer tal detalle de su vida, decidió quedarse. Y averiguar más.

Por eso mismo ahora estaba entre la fina línea de la vida y la muerte.

—¡Osomatsu, hijo de puta!—gritó Karamatsu en cuanto una bala del contrario le dio de lleno a su compañero. A la distancia pudo ver como el de rojo sonreía con orgullo y cierto sadismo.

—¡Esa va por Choromatsu!—Le respondió también en un grito, cubriéndose con las paredes de una nueva ola de tiros.

Karamatsu decidió cambiar de posición ya que lo habían dejado en una posición vulnerable y cuando se acercó a su nueva ubicación descubrió una cabellera rosada que lo hizo paralizarse un momento.

Todomatsu abrió los ojos sorprendido al verse descubierto por el mayor y ni siquiera tuvo tiempo a decir una palabra que Karamatsu lo hizo agacharse tirándosele encima.

—¡Abajo!ordenó y el más pequeño sintió la adrenalina y el pánico al notar las balas pasar por arriba de ellos. Pero también percibió la más tierna calidez al percibir los brazos de Karamatsu rodear su cuerpo, apretándolo contra él a modo de defensa. Aunque la sensación no duró mucho, pues el gruñido no se hizo esperar—. ¿Qué demonios haces aquí? ¿Estás loco? ¿Quieres morir?

—N-No, yo...

¡No sabía que tenías una nueva puta!—Se escuchó de lejos y Karamatsu pudo ver desde su lugar como Osomatsu los miraba desde uno de los techos de la casa más cercana. Todomatsu supo que estaban en una posición vulnerable, demasiado vulnerable y ese mismo pensamiento se intensificó cuando vio como el de rojo alzaba el brazo y les apuntaba con el arma—. Espero que disfrutes comerte mi última bala—saboreó las palabras, sonriendo con satisfacción.

La reacción del adolescente fue inmediata.

Tomó de los hombros a Karamatsu y lo empujó, lo empujó con toda la fuerza que guardaba en su interior y de la que no era consciente, haciéndolo rodar unos metros lejos de la zona de riesgo y justo cuando él iba a levantarse para huir también, sintió un dolor agudo en la espalda baja.

La bala había entrado a su cuerpo y quien le había disparado desaparecía entre las sombras, riéndose.

El dolor era insoportable. Llegó a pensar que sería mejor que le quitaran la espalda, que la desprendieran de su cuerpo con tal de no sentir más esa agonía. Sentía más la sangre escurrirse desde la herida que le había hecho ese maldito a sus lágrimas deslizándose como nunca por su rostro.

Karamatsu corrió a socorrerlo, tomándolo lo más delicadamente posible en brazos para cargarlo en su auto que había dejado estacionado a unos metros antes de ese atroz y feroz tiroteo.

—Pronto uno de mis médicos te verá, aguanta—Fue las últimas palabras que escuchó, porque rápidamente cayó en la inconsciencia.

*

Abrió sus ojos con esfuerzo y pesadez. Lo primero que vio luego de que la visión dejó de serle borrosa fue un techo de madera junto a una lámpara bastante sofisticada. Pestañeó, queriendo levantarse y sintiendo una punzada detrás que le hizo regresar a la cama.

—Si no quieres que la herida se te abra entonces quédate quieto—Todomatsu miró como pudo a su izquierda, descubriendo a Karamatsu sentado al lado de la cama y de brazos cruzados, con una mirada que no dejaba paso al perdón. Ni a su posibilidad siquiera.

Y entonces pudo recordar todo: la persecución, el tiroteo, la defensa, el ataque...

—¿E-Es... estás bien?—preguntó aún algo aturdido. Karamatsu se le quedó mirando sorprendido antes de empezar a reír.

—Tú... ¿es en serio...? ¿Casi te matan y...? No puedo creerlo...—comentaba entre risas, tomándose el estómago. Todomatsu solo lo miraba desde su lugar, sin decir palabra.

Había hecho reír a alguien.

Él realmente había hecho reír a alguien.

—Jajaja... sí... casi me matan... jajaja...—Empezó a imitarlo, riéndose a la par que él, lo que terminó provocando que el mayor se callara y ensombreciera su semblante.

—No estoy para jugar a la niñera, ¿sabes?—Se levantó de su silla y se acercó, colocando un dedo en su frente para empujarlo en ella a modo de advertencia—Así que si quieres meterte en este bajo mundo, lo harás en la posición de amante.

Los ojos rosas se abrieron sorprendidos, pero su boca no replicó nada. Solo lo siguió con la mirada mientras se alejaba para dejarlo descansar, cerrando la puerta tras de sí.

Y sus mejillas se tiñeron de carmín.

Tenía una corazonada de que las cosas empezarían a cambiar para él. 

Drabbles improvisadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora