Día 11 de febrero. << Simplemente un día sin descripción. >>

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Día 11 de febrero. << Simplemente un día sin descripción. >>

Me levanté con poca pereza, no había dormido nada. Primera vez que me quedaba en vela una noche entera. Caminé arrastrando mis calcetines por el suelo de parqué. Llegué a la planta baja, tomé mi desayuno lo más rápido que pude y volví a subir de nuevo para seguir con la típica rutina de: lavarme los dientes, vestirme, peinarme y preparar mi mochila.

-¿Paula, quieres que hoy te lleve?- preguntó mi padre mientras se servía café en una taza. La verdad es que se lo agradecía.

-Claro…- afirmé mientras miraba el reloj de la cocina. – Pero vámonos ya, que voy a llegar tarde.

Mi padre dejó la taza en el fregadero y tomó su americana. Revolvió un poco su canoso cabello y se subió las gafas de vista que tenía. Bajamos hasta el garaje de mi casa, grande y espacioso, ocupado por dos coches, uno era un Mercedes descapotable azul es el coche de mi madre, en cambio el de mi padre es un Audi negro con los detalles en gris, tenía un techo que se podía abrir como una ventanilla. Me encantaba no solo por su aspecto lujoso si no por la ventanita esa para poder ver las estrellas.

Subí al coche y me distraje mirando la carretera… No fue un viaje muy largo, en bicicleta tardaba unos diez minutos y en coche unos cinco. Le di dos besos a mi padre y abrí la puerta del copiloto para salir mientras cogía mi mochila.

-Que tengas un buen día – se despidió mi padre con una sonrisa. Se la devolví mientras cerraba la puerta.

Mi padre desapareció entre el trafico y yo me encaminaba hasta la entrada. Noté la gente que me observaba, demasiado. Bajé un poco mi cabeza y agarré con fuerza las azas de mi mochila. Me sentía algo extraña, bastante… Quizá es porque dentro de poco es San Valentín, o por Hugo, o por… Ya sabéis quién. Tenía muchas cosas en mente, pero lo primero en mi lista era esta tarde. Ayer tuvimos reunión para elegir las rimas para el partido y también el vestuario. Lo que necesitaba era que me pusieran en la última fila para que no me viera nadie.

Llegué al patio y como todas las mañanas Ayla me saludó animadamente y Sara también. Esta vez, no me encontré con Hugo, seguramente había llegado muy temprano. Sí, tal vez.

Hoy estaba media distante y pensativa, tanto que no me di cuenta que mis amigas no paraban de mirarme raro.

-Pau, recuerda girar bien a la derecha esta tarde, es importante y más para que no te caigas. – Advirtió Ayla mirándome.

-Ya lo sé, aprendí bastante en la charla de ayer… -. Suspiré

El timbre sonó y era hora de ir a clase, que pereza esta mañana. Encima tocaba música con el profesor sustituto que me cae fatal. Tendría que aguantar una hora entera sus habladurías y sus enrollamientos de si fulanito inventó esto o lo otro. Y encima esas gafas cuadradas tan horteras y su forma de vestir como si fuera Albert Einstein. Bueno, Paula, relájate.

(…)

Fueron unas horas larguísimas pero el recreo al fin llegó y puedo hablar con mis amigas. Aun que no había mucho de que hablara  parte de lo de dentro de unas cinco horas… No estaba muy “integrada” en el asunto. Solo hablaban de si una popular no se qué salía con Jaimito y este a la vez se enrolló con la otra y entonces no se qué pasó que volvieron juntos. Vale, si, tal vez prestara atención a algunas cosas de cotilleo, pero entended. ¡Es imposible no hacerlo! A parte, mi mirada no se está quieta en un mismo lugar ni un segundo, primero miro a Ayla, luego a Sara, luego a la columna, después al jardín, a la gente, pero pararon al encontrarse con los de Daniel que casualmente estaban clavados en los míos. ¿Me estaba mirando? Me volví hacia mis amigas de nuevo.

Diario de cómo me enamoré de un idiota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora