VI

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»Leí cosas increíbles. Me interesé por la licantropía y estudié con suma concentración lo que en un libro en particular ponía: los licántropos suelen adoptar dos formas: la animal, la humana y las dos al mismo tiempo.

»Por lo que leí podía ser animal y humano simultáneamente; era fascinante. Las noches de luna llena -como dijo mi padre- el hombre se convertía en lobo perpetrando los más horrendos crímenes.

»Conforme me fui haciendo mayor mi interés por este tema ascendió a leer más sobre ello. Viajé a lugares donde había pasado algo similar a los asesinatos de nuestro pueblo. Llegué a la conclusión de que había hombres-lobo de nacimiento, infectados y artificiales. Los últimos son controlados por un objeto mágico. Los segundos son más fáciles de matar.

»En un principio creí que los que nacían licántropos eran imposibles de matar. En uno de mis viajes conocí a un erudito en el bestiario español. Me dijo que se les podía dar muerte con una bala de plata previamente bendecida. Había que dispararle en el corazón para acabar con él.

»No he llegado nunca a una conclusión clara. Unos dicen que es una maldición y otros que es una enfermedad. No he podido decantarme por ninguna de las dos, ya que mi parte científica y espiritual conviven en mí por igual. Puede que sea una enfermedad o una maldición, nadie lo sabe. Eso es lo atrayente de este tema: ¿Sobrenatural o ciencia?

—¿Tienes sueño, Pablito? —me preguntó mi abuelo.

—No, abuelo. Sigue, por favor —la historia me fascinaba en demasía.

—Estábien. Entre las investigaciones de mi padre y su encierro en casa hubo más ataques, bueno no, hubo uno más a una muchacha hija de un marqués. Este noble era vecino de mi familia. Su finca lindaba con la nuestra por el este. Mi padre encontró a la chica. Supongo que por eso no volvió jamás al bosque y se encarceló en casa.

El guardabosquesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora