VIII

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10 de junio de 1870.

Al día siguiente de la luna llena de este mes de junio he regresado al bosque muy temprano. Había niebla aún, hacía frío y el sol estaba abriéndose paso entre la espesura. Según mi investigación sabía que el lobo intentaría matar como en todas las noches de luna llena. He salido con la intención y la corazonada de encontrar algo. Durante una hora aproximadamente y en compañía de mi perro Tobías hemos paseado uno junto al otro esperando encontrar un cadáver, o quizá al mismísimo licántropo. Con la escopeta al hombro he vagado por la pista forestal. Tobías de vez en cuando se ha perdido jugando entre la espesura. A mi llamada aparecía como el rayo para volver a internarse entre arbustos y maleza.

Cuando lo daba todo por perdido, Tobías hacomenzado a ladrar. He seguido los ladridos de mi fiel amigo y al llegar a sulado he visto un cadáver entre la maleza. Al observar el cuerpo he advertido que era una muchacha. Al agacharme con las rodillas flexionadas para estudiarlo más atentamente he descubierto que se trata de Julia, la hija menor del marqués,mi vecino. Tendría unos quince años. Como los otros cadáveres no tenía garganta y le faltaban amplios trozos de carne en el abdomen. La escena me ha dado tal repulsión que de sopetón me he retirado del cuerpo. Lloré sin encontrar explicación al porqué de hacer tal cosa con una niña. El asco me pudo, el horror me rodeó el corazón y salí como alma que lleva el Diablo. Pero, al llegar a la pista pensé qué haría Julia por la noche en el bosque. No me explicaba que tarea tendría entre manos para estar allí en la pasada noche de luna llena. No he sabido nunca la causa qué llevó a la joven Julia aquella noche al boscaje. Puede que el monstruo la sedujera, puede que la raptara, nunca lo supe.

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