He regresado junto al cadáver. No sé muy bien a qué. Me he arrodillado a su lado, he mirado con mucha atención las marcas de la garganta. Es imposible que un lobo las hiciera. La anchura de la boca del atacante es mucho más pequeña que la de un lobo.
Todo el día he estado pensando en las heridas de Julia. No lo he denunciado, ya que me han tomado por loco; no quiero que me acusen de asesinar a mis vecinos. Todavía no se ha encontrado un culpable y yo podría ser aspirante a ello.
Como siempre que paseo por el bosque llevo mi cuaderno de dibujo y aquella ocasión era perfecta para dibujar. Primero, he dibujado la escena del crimen y luego la garganta de la pobre Julia. Las heridas provocadas por el desgarre de la carne, las marcas de los colmillos del supuesto lobo...
Aquella noche no podía dormir. Daba vueltas en la cama sin dejar de pensar en lo que había visto esa mañana. Sudoroso y angustiado me incorporé en la cama. Salté de ella. Me vestí y salí al patio en busca de Tobías con la escopeta en mano. Salimos caminando anoche a falta de unas pocas horas para el alba. Nos internamos en el bosque de nuestra finca, por el norte, en dirección donde encontré el cadáver de Julia. Había luna pero no llena. El satélite nos guiaba entre la espesura. Caminábamos fuera de la pista entre pinos, matorrales y lavoz típica y siniestra del bosque en plena noche.
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El guardabosques
WerewolfSegunda historia de mis relatos de terror. Viejos cuentos de tradición oral, antiguas leyendas sobre seres sobrenaturales. Y aquí les doy forma con un ambiente siniestro y literario. Gracias por leer.